Cuando se selecciona el menú de la boda parece que ocurre lo mismo que cuando se apuesta por el look nupcial: toda la atención se centra en la parte principal. Y esto no puede ser un error peor. Y es que no solo la comida que se pondrá encima de la mesa o irá entre invitados de bandeja en bandeja. Muy importante será también el vino con el que se marine el menú.
Además, elegir ese vino tiene su aquel porque no puede ser el mismo para todos los platos. Habrá que ir variando en función del momento de la comida en el que nos encontremos. Y es que no nos apetece lo mismo con carne que con pescado o con los entrantes y el postre. De hecho, además, unos vinos pegan más que otros con cada alimento que se sirve en la mesa, como hemos podido comprobar gracias a la sabiduría popular.
Por eso, para el menú habrá que hacer una selección, mezcla y combinación de vino tino, vino blanco y demás tipos de vino, sabiendo marcar con ellos los tempos y conduciendo perfectamente la comida hacia el brindis.
Para ayudarte a dar con el vino perfecto no solo en tu boda, sino en cada momento de la celebración en general, aquí te damos las claves que necesitas para acertar sin ningún riesgo de fallo.
Antes de elegir entre vinos tintos, blancos, secos, afrutados, con cuerpo o sin él, lo básico es guiarse por la personalidad de cada uno. Y es que para dar con el vino o los vinos que deben protagonizar tu boda deben representaros a vosotros y para eso deben no solo gustaros a vosotros sino estar dentro de vuestros favoritos. Deben ser una representación de vuestra personalidad como el resto de detalles que conformarán tanto el enlace en sí mismo como la celebración.
Además, guiarse por la intuición y por los gustos de uno mismo es siempre señal de acierto. En este sentido, podéis optar para la boda por ese vino que siempre bebéis juntos, que ha marcado vuestra relación o que ha estado en todos esos momentos especiales y motivos de celebración. Da igual si es más barato o caro porque de esta forma aportará un toque especial a la boda y, con el tiempo, se transformará en anécdota.
Si os atrevéis a ir un paso más allá, incluso hay bodegas que ofrecen la opción de personalizar las botellas de vino, aportando un carácter aún más especial, como las bodegas Vegamar.
Otra de las formas de dar personalidad y originalidad a la boda con el vino es apostar por un vino propio de la zona donde se celebra el enlace o por varios de las regiones de alrededor si justo de esa localidad o pueblo no existe ningún vino conocido o no lo producen allí concretamente.
Esto será especialmente recomendable si donde se celebra la boda es Denominación de Origen.
Otro de los factores externos a tener en cuenta es la temporada en la que se celebrará el “sí, quiero”. En verano y en primavera apetecerán vinos mucho más frescos y ligeros, muchas veces los espumosos pueden ser buena idea porque suelen ser más frescos. Mientras, en invierno, apetecen vinos con más cuerpo pues los aceptamos mejor junto a las comidas más copiosas y las calorías que necesitamos ingerir.
En general, los vinos los dividimos en vino tinto o vino blanco, pero, como también conocemos, dentro de estos hay muchas variantes. Pero, en concreto, apostaremos por el vino tinto si para el plato principal elegimos carne. Lo mejor es no apostar por un vino tinto demasiado seco o con mucho cuerpo pues lo más común es que no guste a la gran mayoría, y como es por quien hay que guiarse, lo mejor será elegir uno ligero, de textura más suave y con cierto regusto cítrico, solo con un toque sutil amaderado. Por ello, este vino deberá haber reposado pero no ser demasiado viejo porque entonces tendrá más cuerpo.
Eso sí, aunque el vino tinto se elija para acompañar platos de carne o para entrantes como los ibéricos, también acompaña a ciertos pescados grasos que precisan de una bebida más seca que los contrarreste. Por su parte, si elegimos vino tinto para el entrante, es importante diferenciarlo del que acompañará al plato principal, eligiendo para el primero uno aún más ligero y suave, que se beba fácilmente.
El vino blanco está destinado a todo lo que tiene que ver con el mar, principalmente al pescado. Lo mejor es apostar por uno fresco, ni demasiado amargo ni tampoco demasiado dulce, que nos hará sentirnos mucho más llenos y que nos cueste comer. Un punto medio que se convierta en un espectáculo en la boca. Un buen ejemplo puede ser un albariño.
Antes de comenzar con la comida copiosa, toca empezar a abrir boca y eso también se hará con el vino. En este momento, lo que se busca es un vino ligero y fresco, que acompañe a los pequeños canapés que irán pasando. Es perfecto un vino blanco muy suave o incluso un rosado o un espumoso para da un toque de originalidad y más frescor.
En este caso sí que está permitido apostar por un vino dulce, pero esto no quiere decir que pueda empalagar. Es perfecto un vino de misa o un Oporto, es decir, algo que complete el sabor del postre.
Sin duda, el consejo más importante, y es que nadie te orientará mejor que un profesional en lo que a vinos se refiere. Él estudiará el menú para así poder elegir el vino que más acorde le vaya a cada plato por sus matices en concreto y, lo más fundamental, sabrá cuál será el vino que más os representa.