Corría el año 1996 cuando Cristina de Borbón, la hija mediana de los reyes de España, e Iñaki Urdangarín, un reconocido jugador de balonmano, cruzaron su primera mirada. El escenario no fue otro que los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde dicen que ella se quedó prendida de los ojos azules del deportista. Un año más tarde, el 4 de octubre de 1997, ambos contrajeron matrimonio.
Por aquel entonces, Iñaki vivía en Barcelona, ya que él era uno de los jugadores estrella del F.C. Barcelona y, también, fue ahí donde se celebró el enlace. La boda se convirtió en uno de los eventos de la temporada por donde pasaron numerosos rostros conocidos del deporte y de las casas reales europeas. Cinco meses antes ambos habían anunciado su compromiso, algo que sorprendió a todo el mundo y, especialmente, a la prensa, que casi no conocía este noviazgo.
Ni Cristina ni Iñaki se habían dejado ver tomando algo por las calles de la ciudad condal o compartiendo momentos juntos. Esta fue la idea de ambos: llevar su relación con la mayor discreción posible. La boda se celebró en la catedral de Barcelona y todos los edificios se vistieron de gala. Además, los militares repartieron una infinidad de claveles entre todos los ciudadanos y entre aquellos que se habían trasladado hasta la catedral para ver a la feliz pareja.
La elección de la ciudad se produjo debido al cariño que Cristina tenía a Barcelona. Allí había pasado los mejores momentos de su vida y era la ciudad a la que se había trasladado para entrenar con sus compañeros del equipo de vela. Además, también fue la parte de España en la que siguió con su historia de amor.
El novio llegó a la catedral de la mano de su madre y madrina, Claire Liebaert, y media hora más tarde haría su gran entrada su futura mujer. Cristina se había bajado de un Rolls-Royce al que iba subida junto a su padre, el rey Juan Carlos. Para ese momento tan especial, la hermana de Felipe VI lució un diseño de Lorenzo Caprile. Este había sido confeccionado en seda valenciana y en color marfil. Además, estaba inspirado en la flor de lis, muy ligada a la casa Borbón.
También, se colocó una diadema con un gran valor histórico y sentimental y que pertenecía a su madre. Los pendientes habían pertenecido a la reina Victoria Eugenia y fueron un regalo, también, de su madre.
El acto fue muy sencillo y solemne y a las 11 y media de la mañana ambos ya se habían convertido en marido y mujer. En ese momento fue cuando se pudo ver al rey visiblemente emocionado. Fuera, los catalanes rompían en aplausos.
El banquete nupcial se sirvió en el Palacio de Pedralbes y los invitados se distribuyeron entre el comedor principal y las demás dependencias del palacio. El menú consistió en una sorpresa de quinoa real con verduras y pasta fresca y un lomo de lubina con sufflé de langostinos y emulsión de aceite virgen. Para el postre eligieron un preludio de chocolate y crema inglesa.
Respecto a las anécdotas del enlace, se dice que la corbata elegida por Iñaki, que no era del todo tradicional y propia para el evento, fue una elección del rey Juan Carlos. Al emérito siempre le han gustado las corbatas coloridas y con estampados. También, cuentan que, durante la comida, Felipe expresó que él iba a ser el próximo en pasar por la vicaría.