Uno de los momentos más especiales del previo a la boda es el día en que se entregan las invitaciones a familiares y amigos, por eso es importante tomarse el tiempo necesario para elegir la más adecuada. Existe una oferta amplísima de tipos de papel, tipografías, formatos y estilos de invitaciones, pero debéis procurar que la elegida tenga cierta coherencia con todo lo demás.
Entre las cuestiones que podéis valorar para elegir vuestra invitación de boda están la estación del año elegida, el espacio de la celebración, la decoración y, por supuesto, vuestra personalidad, que le dará el toque serio, ecológico, romántico o divertido que os representa.
Aunque existen muchas opciones, hay varias cuestiones que deberías plantear antes de empezar con la búsqueda de la invitación perfecta, entre otras, si queréis que lleve ilustración o no, el formato, que puede ser tarjetón simple o díptico, el tipo de papel o la tipografía. No hay que demorar este tipo de decisiones porque se necesitan unas tres semanas para elaborar las invitaciones y hay que entregarlas a los invitados con al menos dos o tres meses de antelación. Lo importante es que se trate de una invitación que vaya con vuestros gustos personales y que suponga un avance de cómo será el dia D.
Aunque no tiene que ser necesariamente así, una opción lógica es aplicar cierta coherencia a todos los elementos de la boda, de la decoración al vestido de novia y, por supuesto, a las invitaciones. Si os gusta el estilo vintage, podéis apostar por una invitación de inspiración retro. Algunos detalles que pueden acercar la invitación a otras décadas son el formato díptico, los cantos redondos, una ilustración con acuarela, el cierre con sello de lacre o el uso de técnicas como el estamping, que se usa para incluir algún motivo metalizado, el letterpress, para un efecto bajorrelieve o el termorelieve, si se busca que la letra sobresalga del papel.
Si tenéis un estilo mínimal, lo más sencillo es recurrir al tarjetón simple en color blanco o crudo, sin ilustraciones, con un diseño claro y tipografía lineal. El gramaje habitual de las invitaciones de boda suele ser 300 gramos, pero si vais a optar por el tarjetón simple se puede conseguir más grosor utilizando la técnica de contracolado. En cuanto al color, la apuesta más acertada para una invitación sencilla es el blanco o el crudo sobre un tipo de papel liso y de acabado mate.
Una de las tendencias que más fuerza ha ganado en los últimos años es la de encargar una invitación ilustrada. Será protagonista de toda la papelería del evento, desde la invitación al menú. Lo más romántico es apostar por motivos naturales, plantas o flores típicas de la de la época del año en que se va a celebrar la boda y dibujadas en colores cálidos si la boda es en primavera, vibrantes si la ceremonia es en pleno verano, apagados para el otoño y fríos para una boda de invierno.
La artesanía está de moda, todo lo hecho a mano con amor y dedicación se ha revalorizado y es una tendencia que se adapta especialmente bien a las invitaciones de boda. Las claves son elegir un papel hecho a mano con fibras vegetales y utilizar una tipografía que imite el trazo fluido de la letra escrita a mano. Si además se quiere añadir una ilustración, lo ideal es que sea un dibujo que tenga un significado especial para la pareja, hecha por ellos o por alguien cercano y utilizar ese mismo motivo para forrar los sobres.
Las parejas que busquen algo más allá del clásico tarjetón o díptico pueden apostar por jugar tanto con las formas, como con la disposición del texto, la manera de doblar el papel e incluso con diferentes planos mediante el uso de la técnica del troquelado. El límite está en la imaginación de los contrayentes. El texto puede ser un elemento diferenciador porque si bien existen unos mínimos imprescindibles, vuestros nombres, el día, el lugar y la hora de la boda, el tono empleado puede ser más o menos formal dependiendo de cuanta seriedad se le quiera dar al día D.
Para las parejas más divertidas está la opción de las invitaciones que utilizan la técnica pop-up que permite crear estructuras tridimensionales mediante figuras que permanecen dobladas mientras la invitación está cerrada y que al abrirla se convierten en una sorprendente ilustración en tres dimensiones.