A punto de celebrarse la coronación de Carlos III como rey, no podemos evitar recordar cómo fue la coronación de Isabel II de Inglaterra. Fue uno de los acontecimientos más mediáticos del siglo XX, se preparó durante todo un año y, aunque ahora nos parezca lo habitual, fue la primera vez que un acto así se retransmitía al completo por televisión. Fue el 2 de junio de 1953, día en el que dio comienzo el reinado más longevo del Reino Unido, y que terminó con el fallecimiento de la monarca el 8 de septiembre de 2022.
Cuando Isabel II tomó posesión de su cargo, solo tenía 25 años. Aún así, estaba preparada para asumir sus obligaciones como reina. Por un lado, era la primogénita, sin ningún hermano varón nacido después de ella, solo su hermana Margarita, por lo que era la primera en la línea de sucesión.
Por otro lado, su padre, Jorge VI, padecía arterioesclerosis y un cáncer de pulmón, y la todo apuntaba a que no podría vivir muchos años con ambas enfermedades. De hecho, falleció a los 54 años. En ese momento, una joven Isabel ya había sido dada a conocer al pueblo, formando parte de la rama femenina del ejército y participando desde su posición en programas de radio.
Los preparativos para la coronación de Isabel II se realizaron durante catorce meses, el doble de tiempo que la de su hijo, Carlos III. El motivo de que se tardara tanto fue doble: por un lado había que respetar el luto de Jorge VI, y por otro la coronación iba a retransmitirse íntegramente por televisión, por lo que los preparativos se orientaron tanto a la ceremonia presencial como a la que iba a ser televisada. Se iba a filmar en color, algo que suponía otra novedad, y a medida que se acercaba la fecha todo el pueblo británico quería contar con una televisión en sus hogares, y hubo quienes llegaron a alquilarla para ese día.
La coronación tuvo lugar en la Abadía de Westminster, y previamente hubo una procesión que partió del Palacio de Buckingham y recorrió las calles londinenses. Para la ocasión, Isabel II iba acompañada de su esposo, Felipe de Edimburgo, y se desplazaron en el Gold State Coach, el carruaje de la familia real desde el siglo XVIII. Además, también la acompañaban nobles y jefes de estado, incluyendo personalidades de diferentes países. Con un vestido en el que se habían bordado los emblemas forales de los países de la Commonwealth y luciendo el Manto de Estado, una capa de terciopelo y armiño, Isabel II hizo su entrada en la Abadía de Westminster.
En primer lugar, Isabel hizo una plegaria, tras la cual ocupó el trono del altar. Allí se acercaron los obispos para hacerle entrega de símbolos religiosos, como una Biblia, y símbolos del poder real, como la corona de San Eduardo o las espadas y cetros ceremoniales. A cada paso de la ceremonia, se escuchaba por toda la Abadía decir a los presentes “¡Dios salve a la reina Isabel!” . Finalmente, el arzobispo de Canterbury le puso la corona y bendijo a la nueva reina. Así, puedo recibir el homenaje de sus familiares, incluído el de su marido Felipe.
Una comitiva de 30.000 personas acompañó a la nueva reina a la salida de la Abadía de Westminster a recorrer las calles de Londres durante 45 minutos. Al llegar al Palacio de Buckingham, Isabel II y Felipe de Edimburgo cumplieron con la tradición y salieron al balcón para saludar a la multitud que les esperaba, y que aclamó a la monarca hasta el último día de su vida.