Hay relaciones de pareja que parecen ir acompañadas de todo tipo de obstáculos y dificultades, y eso es algo que afecta también a los royals, que no siempre encuentran con facilidad su propio cuento de príncipes y princesas. Eso es lo que ocurrió con la historia de amor de Balduino y Fabiola de Bélgica, que estuvo llena de obstáculos y parecía imposible. Con todo, se casaron el 15 de diciembre de 1960, arropados por sus respectivos gobiernos y contando con el fervor popular. Así fue el amor entre la aristócrata española y el monarca belga.
El compromiso entre Fabiola de Mora y Aragón y Balduino de Bélgica fue una gran sorpresa para los españoles y para los belgas. Fabiola solo era conocida en la alta sociedad y urgía alimentar, antes de la boda, un relato que pareciera el de un cuento de hadas. Se hicieron todo tipo de reportajes sobre la joven, favoreciendo su imagen y edulcorando la relación con Balduino.
Pero ellos no eran carne de folletín, sino dos personas sobrias, discretas y con un gran fervor religioso. Él había llegado a ocupar el trono sin estar preparado para ello, y los belgas se preguntaban hasta cuándo estarían sin una reina que acompañara al monarca en su vida y sus funciones en la corona. Esto, unido a su porte melancólico, le habían hecho ganarse el sobrenombre del “el rey triste”.
Por su parte, Fabiola llevaba una vida discreta, centrada en obras de caridad y en el cuidado de sus muchos sobrinos, que la adoraban. En pleno auge del franquismo, la edad de Fabiola cuando se comprometió con Balduino era la que socialmente ya la había condenado a ser una soltera de por vida. Por eso el anuncio de la inminente boda fue una sorpresa aún mayor para todos.
Al parecer, se conocieron un año antes de su boda. Nunca se reveló el nombre de quién les presentó ni cómo llegaron a conocerse. Pero sí sabemos que en ese año su relación fue llevada con absoluta discreción. Se encuentran en hoteles de baja categoría, se desplazan en coches discretos y visten con modestia. Aprovechan excusas como visitar a la Virgen de Lourdes para coincidir sin levantar sospechas. Y lo consiguieron, llegando a sorprender a dos países al mismo tiempo.
Hasta aquí todo podría parecer una historia de amor que, una vez pasado el “efecto sorpresa”, se normaliza para todo el mundo. Pero la situación política que dejaban la II Guerra Mundial y la Guerra Civil en España, empujaba a que las monarquías europeas ejercieran un papel intachable para ambos bandos.
Y Balduino llevaba tras de sí historias de todo tipo que empañaban el nivel moral que de él se esperaba. Ya era mucho acabar siendo rey porque los belgas repudiaban a su padre, que se había mostrado tibio ante la llegada de los nazis. Pero, además, llevaba la pena de haber perdido a su madre en un accidente de coche cuando solo tenía cinco años.
Su padre, Leopoldo III, se casó en segundas nupcias con la alemana Lilian Baels, algo que tampoco fue aplaudido por los belgas. En cambio, Balduino, no solo no lo vio mal, sino que se enamoró de su madrasta. Al parecer, vivieron un romance que mantuvo en vilo a todo el país, y que solo acabó (y no inmediatamente) cuando Balduino se enamoró de Fabiola. Todos coinciden en que la felicidad de ambos comienza con su matrimonio y que, aunque no tuvieron descendencia tras cinco abortos sufridos, se amaron hasta el fin de sus días, ganándose el cariño y la aprobación de los belgas.