Carlos III de Inglaterra y Camila Parker Bowles se conocieron en 1970 y el flechazo fue instantáneo. Comenzaron a salir, pero la vida no se lo pondría fácil. Su primera separación vino de la mano de la madre de él, la fallecida Isabel II, al enviar a Carlos a la marina británica. Con la distancia -y los rumores de que Camila no era una candidata al trono de Inglaterra-, la joven continuó con su vida y se casó con su expareja, Andrew Parker Bowles, una noticia demoledora para Carlos.
Poco después, el actual Rey de Inglaterra conocería a Diana Spencer y comenzarían una historia de amor que, según relató ella misma antes del fatídico accidente que acabó con su vida, no fue tal. Y es que la relación de Carlos y Camila nunca dejó de existir. Su sólida relación ha constatado el amor de la pareja, que ahora se enfrenta a unos duros momentos, ya que el rey Carlos III ha sido diagnosticado de cáncer, tal y como ha anunciado la casa real británica en un comunicado.
Recordamos, casi 20 años después, cómo fue el gran día del rey Carlos III y Camila Parker Bowles.
El amor de los actuales Reyes de Inglaterra perduró en el tiempo y supo superar todas las adversidades que la vida les presentó. Así, el 9 de abril de 2005, y con el beneplácito de los padres del novio, la reina Isabel II y el príncipe Felipe -que no estuvieron presentes en la ceremonia, pero sí acudieron a la recepción-, la pareja pudo por fin cumplir su sueño: contraer matrimonio.
Se casaron en una íntima ceremonia civil en en el ayuntamiento del Castillo de Windsor. Este enlace nada tuvo que ver con las bodas reales a las que estamos acostumbrados, ya que no fue tal, pero sí fue el triunfo de un amor consolidado y apasionado.
La boda de Carlos y Camila fue íntima. Tanto que solo acudieron 28 personas. Familiares y amigos entre los que se encontraban los hijos de él, William y Henry.
El enlace, que contó con gran cantidad de obstáculos debido a la posición del novio y a que ambos ya habían contraído matrimonio anteriormente, debía ser absolutamente íntimo, por lo que no se invitaría ni a autoridades ni a miembros de otras casas reales. Con todo, los novios estuvieron acompañados de los príncipes Haakon y Mette Marit de Noruega y los reyes Constantino y Ana María de Grecia, que acudieron a título personal.
La historia de amor de Carlos y Camila era conocida por los británicos, pero causaba reacciones tanto a favor como en contra. Por eso quisieron que se llevara a cabo con la mayor discreción posible, así no hubo ni desfile, ni uniformes militares, ni joyas históricas, y mucho menos, el beso público.
Como manda la tradición en muchas culturas, los novios durmieron separados la noche anterior al enlace. Camila pasó la noche en Clarence House a su hermana Annabel y su hija Laura, pero acudió al Castillo de Windsor a primera hora para hacer junto al que se convertiría en su marido poco después el corto recorrido que separa la residencia real del Ayuntamiento.