La vida de Felipe Juan Froilán de Marichalar ha estado marcada por la controversia. A pesar de su juventud, el carácter del primer nieto de don Juan Carlos le ha metido en varios líos, algunos de ellos confirmados y otros que ya forman parte de su leyenda.
“Es idéntico a la madre, el pobre”, dijo su padre al anunciar su nacimiento en una poca afortunada elección de palabras. Desde entonces ha protagonizado grandes momentos que pasarán a la historia, como la patada que le propinó a una de sus primas en la boda de los actuales reyes, las peinetas que dedicaba a la prensa o la imagen en la que se le puede ver apoyado en la ventana del Palacio Real durante la proclamación de Felipe VI.
Antes de todo esto, de hacerse famosas sus escapadas nocturnas y sus juergas con amigos o de mudarse a Abu Dabi con su abuelo, Froilán era solo un niño al que sus padres quisieron bautizar, pero también el primer nieto de don Juan Carlos y Sofía, reyes de España, sin duda un momento histórico también.
Felipe Juan Froilán de todos los Santos de Marichalar y Borbón era bautizado el domingo 4 de octubre de 1998, víspera de san Froilán, patrón de Lugo.
Momentos antes de la celebración, las dos familias posaban para la prensa en la Sala de Audiencias del Palacio de La Zarzuela. La duquesa de Lugo llevó un conjunto de vestido y abrigo en color malva, ribeteado en guipur, y el cabello recogido en un moño decorado con pequeñas violetas. En todo momento fue ella quien llevó al pequeño en brazos, aunque su padre estuvo muy pendiente de él en todo momento.
En todo momento el pequeño estuvo dormido en brazo de su madre, ajeno al momento que se vivía, así como a los flashes de los fotógrafos. Para la ocasión escogieron un faldón de encaje beis, comprado para la ocasión. La actitud del pequeño no cambió en ningún momento, se mostró tranquilo y sin llorar durante la ceremonia, incluso al recibir el agua bautismal, tal y como recogen las crónicas de la época, como la publicada en El Mundo.
La ceremonia, que fue celebrada en la más estricta intimidad, fue oficiada por el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid. Tuvo lugar en la Pila de la Capilla Real del Palacio Real, una palangana de plata sobredorada de principios del siglo XIX, realizada en la Real Fábrica de Platería. El Ayuntamiento de Lugo les había regalado la concha de cristianizar, de oro, plata y esmalte, y el agua bautismal, era del río Jordán.
Junto al pequeño Felipe estuvieron sus familiares, ejerciendo como padrinos el rey don Juan Carlos y doña Concepción Sáenz de Tejada, condesa viuda de Ripalda y abuela paterna. Leyeron el príncipe de Asturias y la infanta Cristina durante la ceremonia, en la que estuvieron acompañados de unos sesenta invitados.
Entre ellos, el equipo médico que atendió a la infanta Elena durante el parto y el presidente del Gobierno y su esposa, José María Aznar y Ana Botella, las únicas autoridades invitadas. Tras la ceremonia tuvo lugar un ágape y, después, una cena para familiares y amigos.