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Por sorpresa y con un vestido icónico: así fue la boda de Felipe y Matilde de Bélgica

Felipe de Bélgica no estaba destinado a convertirse en rey, pero su tío Balduino, quien era el monarca en ese momento, murió sin descendencia, lo que hizo que la corona pasara al siguiente en la línea de sucesión al trono. A pesar de que muchos pensaron que esta pasaría directamente a Felipe, otros pensaron que no estaba preparado para asumir tal responsabilidad, por lo que se siguió lo establecido y fue su padre quien se encargó de reinar bajo el nombre de Alberto II.

El duque de Brabante siguió con su formación, hasta convertirse en uno de los príncipes herederos más preparados de Europa, solo le faltaba encontrar a alguien con quien compartir su vida, algo que parecía ser complicado (de hecho, ser soltero jugó en su contra tras la muerte de su tío), hasta que conoció a Matilde. El 13 de septiembre de 1999 se anunció el compromiso del heredero con la aristócrata belga Matilde d'Udekem

Fue toda una sorpresa, pues habían mantenido en completo secreto su relación, algo que hicieron para mantener su romance alejado de la presión mediática, según explicaron ellos más adelante. Había mucha presión para que el heredero, que tenía casi 40 años cuando se anunció la boda, se casara, sobre todo si en algún momento quería reinar. 

La boda de Felipe y Matilde de Bélgica

El 4 de diciembre de 1999, la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas se convertía en el escenario en el que la pareja se juraba amor eterno, una relación que han sabido mantener con el tiempo y que todavía, más de dos décadas después, sigue siendo para ambos uno de los pilares fundamentales de su vida. 

Como sucede con todas las bodas reales, esta celebración fue todo un acontecimiento, al que no faltaron representantes de las casas reales europeas, que no quisieron faltar a la cita. Fue una ceremonia oficiada en las tres lenguas oficiales del país, neerlandés, francés y alemán.

Matilde llegó a la iglesia del brazo de su padre, que ejerció de padrino, con un vestido creado por el diseñador belga Edouard Vermeulen. Un traje que pronto se convirtió en icónico gracias al abrigo de manga larga que era la pieza principal y en el que destacaba el escote despegado del cuello. 

Era un diseño sobrio, de corte sirena en crepé de seda, con una cola de cinco metros y acompañado de un velo realizado en encaje de lino sobre tul de algodón cargado de historia. Pertenecía a los Ruffo di Calabria, familia de la Reina Paola, madre del novio, quien también lo lució en su propia boda. No podía faltar el detalle esencial en este tipo de enlaces, la tiara; Matilde lució una diadema de diamantes, estilo art déco y diseño geométrico, que le prestaron sus suegros. 

Mención aparte merece el voluminoso ramo de novia que, tiempo después, se confirmó que pesaba unos cuatro kilos. Tras la ceremonia, los novios se desplazaron al Palacio Real para la sesión de fotos oficial, después continuaron los festejos con el banquete de bodas.

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