Este sábado se ha producido en Roma un acontecimiento histórico: el funeral y entierro del papa Francisco, seis días después de su fallecimiento a los ochenta y ocho años tras haber sufrido un ictus cerebral, y tras tres días de capilla ardiente por la que han desfilado más de doscientas cincuenta mil personas. Es el primero, en un siglo, que no descansará en el Vaticano, lugar habitual para los restos mortales de los pontífices, sino en la basílica de Santa María la Mayor por su expreso deseo. Tras el servicio religioso, el féretro ha sido transportado a lo largo de la capital italiana y hasta el mencionado templo rodeado de una multitud emocionada. La mañana ha dejado, además de escenas de despedida y oración, algunos detalles relevantes. Uno de ellas, el gesto de cariño entre los reyes Felipe VI y Letizia.

Delegaciones de hasta ciento cuarenta y seis países, un dispositivo de seguridad de unas ocho mil personas, entre agentes y voluntarios, en torno a tres mil periodistas acreditados, parte de la familia Bergoglio y una afluencia mayúscula de visitantes, que se prevé de hasta un millón de personas en la totalidad de la ciudad. Entre todos ellos, caras muy conocidas entre líderes mundiales, con cincuenta jefes de Estado y representantes de las monarquías diez estados, incluida la española, con presencia de los reyes, que se confirmó hace unos días.

El hecho de situarse, según el orden protocolario, en la primera fila de la bancada dispuesta en la plaza, ha permitido que la señal en directo de la retransmisión de la misa mostrase prácticamente en tiempo real. Así, les hemos podido ver a ambos utilizar puntualmente gafas de sol, para proteger sus ojos del exceso de luminosidad de la plaza de San Pedro en plena mañana, o a la monarca hojear las páginas de los misales distribuidos a los invitados.

El foco ha estado, por supuesto, en los mínimos gestos y anécdotas que ha dejado el evento. Entre ellos, el momento más distendido de la liturgia ha sido en el que el cardenal decano, Giovanni Battista Re, ha permitido a los asistentes que se diesen mutuamente la paz, lo que ha roto mínimamente la rigidez del acto, entre acercamientos y apretones de manos de líderes y mandatarios. Una escena durante la cual, como se ha podido ver en la retransmisión, y como han recogido algunos usuarios en redes como el experto en casa real Jose Moreno, ha habido un gesto de cariño entre Felipe y Letizia, cuando el jefe de Estado ha acercado el rostro a su mujer, y esta le ha dado un beso en la mejilla.

El funeral de Jorge Mario Bergoglio ha sido calificado en los últimos días, pese al mencionado dispositivo y la multitudinaria asistencia, como “sencillo”, algo que el propio pontífice, el primero de origen latinoamericano de la historia de la Iglesia católica, pretendía, solicitando recibir “el funeral de un pastor, no de un soberano". En este sentido, la prensa italiana ha fijado el coste de las exequias en torno al millón y medio de euros, muy lejos de los cinco millones que requirió la despedida del papa Juan Pablo II en el año 2006. Además la tumba del papa ha sido financiada por un benefactor anónimo, como se especificaba en su testamento.

La pretensión de Francisco se refleja en numerosos detalles de la jornada. Entre ellos, el tipo de sepulcro en el que descansarán sus restos mortales: en la nave izquierda de la basílica de Santa María la Mayor se encontrará una lápida sencilla, de piedra procedente de Liguria (la tierra de sus ancestros italianos) y con la palabra Franciscus, su nombre en latín, como una inscripción. Otro ejemplo significativo tiene que ver con otro de los deseos para este funeral: los últimos en despedir el féretro, antes de entrar en el templo, han sido un grupo compuesto por personas sin techo, presos, inmigrantes y transgéneros.

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