La casa real británica es una de las monarquías más consolidadas y queridas de Europa. Lo que siente el pueblo inglés por los miembros de la familia real es pura adoración, algo que muestran cada vez que sucede un evento importante o en cualquier toma de decisión de la reina. Aunque eso sí, también han vivido momentos muy complicados, que han hecho que esa confianza se desestabilizara.
La persona que lleva la batuta en el Palacio de Buckingham es Isabel II, la primera hija del príncipe Alberto, duque de York, y su esposa, Isabel, duquesa de York. Desde que nació ocupó la tercera en la línea de sucesión al trono, justo detrás de su tío, Eduardo, y de su padre. Fue en 1936 cuando su abuelo, el rey Jorge V, falleció y cuando su tío le sucedió en el trono. Eso sí, tardó poco en abdicar ya que se había enamorado de una mujer divorciada, algo que no estaba bien visto para la opinión pública de la época. Le sucedió en el trono su hermano y padre de Isabel, convirtiéndose ella en Su Alteza Real. Pero, en una de las giras, el rey falleció e Isabel se hizo con el trono de Inglaterra.
Unos años antes, en 1934, había conocido a Felipe Mountbatten, hijo de los príncipes Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg. Tras un tiempo como novios, se dieron el ‘sí, quiero’ el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster, convirtiéndose Felipe en duque de Edimburgo. Al enlace acudieron más de 2.000 personas y fue retransmitido por la radio BBC.
Un año más tarde, Isabel dio a luz a su primer hijo, un niño al que llamaron Carlos. Luego, en 1950, vino al mundo la princesa Ana. También, tuvieron a Andrés y Eduardo, en 1960 y 1964, respectivamente.
El primogénito vio como su madre ascendía al trono británico en 1952, convirtiéndose en el heredero en primera línea de sucesión, obteniendo el título de duque de Cornualles. Desde bien pequeño, y como era típico en la alta sociedad inglesa, recibió las clases de una institutriz, quien le enseñó de educación y, también, a cómo comportarse. Además, viajó por distintos continentes y países aprendiendo sobre las distintas culturas y enriqueciéndose. Desde su juventud, estuvo vinculado sentimentalmente a varias jóvenes, aunque ninguna de ellas le llegaron a interesar tanto como para formalizar la relación.
El 29 de julio de 1981 se casó con la aristócrata Diana Spencer hija del conde de Spencer, y quien cumplía todos los requisitos para convertirse en ‘la mujer perfecta’ para un futuro rey. Diana era joven y provenía de una buena familia. Por aquel entonces, y a pesar de su juventud, trabajaba en un colegio. El enlace tuvo lugar en la Catedral de San Pablo de Londres y se convirtió en todo un evento de lo más esperado.
Eso sí, el matrimonio no estaría exento de polémica. Como se ha sabido a posteriori, ninguno de los dos fue feliz en esa relación. Ella no se sentía cómoda con las funciones que tenía que desempeñar y cayó en un bucle de problemas en los que no se sentía nada apoyada por su marido. Además, Carlos mantenía una relación extra matrimonial con Camilla Parker-Bowles, con quien ya había salido cuando eran jóvenes.
Es por eso que el deterioro del matrimonio se comenzó a hacer público en la década de los 80 y ya en los 90 el distanciamiento entre ambos era más que evidente. Solamente les unían sus dos hijos, William y Harry, quienes había nacido en 1982 y 1884, respectivamente, para intentar reflotar la relación. Fue en ellos donde Diana se apoyó cuando su matrimonio se desestabilizaba.
A pesar de todo, Diana y Carlos se acabaron divorciando el 28 de agosto de 1996. Antes de eso, Lady Di ya había comentado en un programa de televisión que en su relación siempre habían sido tres -haciendo referencia a la relación de Carlos con Camilla-. Estas declaraciones, debido a que siempre había deseado ser muy discreta, no le hicieron ninguna gracia a la reina Isabel, quien tampoco tenía especial simpatía por Diana.
Diana Spencer acabó falleciendo en agosto de 1997 en un accidente de coche en París. Viajaba junto a su nuevo novio, Dodi Al-Fayed, de quien se dice que estaba embarazada, mientras huían de la prensa. Lo cierto es que el fallecimiento de Diana siempre ha estado rodeado de incógnitas y todavía hoy en día son muchas las personas que se preguntan cómo fue provocado el accidente. Para sus hijos, que todavía eran muy jóvenes, fue un golpe muy duro.
Tras la muerte de Diana, Camila se convirtió en la acompañante del príncipe en una infinidad de eventos. El 9 de abril de 2005 se casaron en una ceremonia civil en el ayuntamiento de Windsor. Luego, les siguió una misa. En todo ese tiempo anterior, cuando Carlos estaba con Diana, Camilla también se había casado y había tenido dos hijos. A partir de ese momento, se le empezó a tratar como la duquesa de Cornualles.
Los hijos de Diana y de Carlos también siguieron con su vida tras el fallecimiento de su madre. Así, William se formó en los mejores colegios del país y se matriculó en la Universidad de Saint Andrews, en Escocia, bajo el nombre de William Walles, para estudiar Historia del Arte. Fue ahí donde conoció a Kate Middleton, una joven inglesa, que también cursaba los mismos estudios que él.
En cuanto la prensa se enteró de la incipiente relación, no dudaron en perseguir a los enamorados, en ahondar sobre la vida privada de Kate, lo que hizo que se separaran durante un tiempo. A pesar de todo, y debido a la buena relación de la joven con la familia real británica, se casaron el 29 de abril de 2011 en la Abadía de Westminster, después de haberse prometido en un viaje a Kenia, donde William le regaló el anillo de compromiso que había pertenecido a su madre.
La boda fue una de las más especiales de toda la historia de Inglaterra y las calles de Londres se decoraron para recibir a los recién casados. El feliz matrimonio, uno de los más queridos del país, ha tenido tres hijos: Jorge, Carlota y Luis, quienes nacieron en 2013, 2015 y 2018, respectivamente.
Por su parte, Harry siempre ha sido el más díscolo de la familia. En su juventud le dio más de un quebradero de cabeza a la casa real, debido a sus fiestas y a las imágenes que se publicaban sobre ellas. A Harry, quien se formó en la carrera militar, se le conocieron varias novias, como Chelsy Davy o Cressida Bonas, pero con ninguna de ellas llegó a comprometerse. Así, en 2016, comenzó una relación con la actriz Meghan Markle, gracias a unos amigos que le habían organizado una cita a ciega.
Parece ser que la primera impresión entre ambos no fue del todo buena, pero aún así siguieron quedando. El 27 de noviembre de 2017, se anunció que se habían comprometido. Así, la boda fue celebrada el 19 de mayo de 2018 en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor y se les otorgó el título de duque y duquesa de Sussex. Unos meses después, el palacio de Kensington confirmó que estaban esperando su primer hijo, un niño al que llamaron Archie.
A partir de ese momento comenzó el debacle en la familia real, ya que el matrimonio expresó su deseo de desentenderse de todas las obligaciones reales, algo que no hizo ninguna gracia a la reina Isabel. Una vez que hicieron oficial su decisión, se trasladaron a vivir a Estados Unidos, donde desean gozar de una vida lo más anónima y privada posible. Fue ahí donde anunciaron que estaban esperando su segunda hija, una niña a la que llamaron Lilibet Diana. Un gesto de cariño hacia la reina, a quienes sus más allegados la llaman Lilibet.
Aunque eso sí, el escándalo que se formó con la salida de Harry y Meghan de la casa real, no tiene nada que ver con las controversias que rodean al hijo favorito de Isabel II, Andrés. El hombre se casó en julio de 1986 con Sarah Ferguson, con quien tuvo dos hijas, Beatriz y Eugenia de York. Tras varios escándalos y deslealtades por ambas partes, se acabaron divorciando en 1996.
Andrés mantenía una muy buena relación de amistad con el millonario Jeffrey Epstein, acusado de una infinidad de delitos sexuales. Así, una joven, Virginia Giuffre, afirmó que había sido obligada a mantener relaciones sexuales con el hijo de Isabel II. Es por eso que, en los últimos años, Eduardo ha sido juzgado por estos hechos, llegando a desembolsar la reina una gran cantidad de dinero para costear los abogados. Además, su imagen pública ha quedado más que dañada.