Es el personaje revelación de la temporada. Al menos en lo que atañe al universo 'royal'. Desde que aquel paseo por las playas francesas de Bidart confirmase el noviazgo de su padre Iñaki Urdangarin con la hasta entonces anónima Ainhoa Armentia, Pablo, el segundo hijo del exduque de Palma con la infanta Cristina, hizo las veces de portavoz del clan. El hermetismo propio de Zarzuela, sumado al caos mediático que se produjo en Vitoria ante esta nueva relación que provocó la ruptura de sus padres, forzaron a este joven de 20 años a dar la cara por los verdaderos protagonistas de esta historia.
El hecho de que se encuentre viviendo solo en Barcelona, alejado de su familia (su padre está en Vitoria desde que salió de prisión y su madre continúa en Ginebra junto a Irene, su hermana menor), le dio la libertad para hablar con naturalidad ante la prensa. En sus muchas declaraciones para los compañeros de la calle, esta promesa del balonmano que sigue los pasos de Iñaki en el Barça B nos contó la reacción de Cristina, dijo que no le importaría conocer a Ainhoa y habló hasta de reconciliación matrimonial.
Ha sido ahora, cuando toda la atención recae sobre él, cuando hemos podido conocer un poco más a este universitario al que vimos por primera vez un 6 de diciembre de 2001 saliendo de la barcelonesa clínica Teknon en brazos de su madre. Su día a día lo ocupan los estudios y los entrenamientos para el equipo en el que en el pasado jugó su padre y del que ahora es la cabeza visible. Sin embargo, lo que desconocíamos era la complicada historia de superación que vivió en la adolescencia y que ha sacado a la luz Pilar Eyre en su blog para la revista Lecturas.
Según la periodista especializada en la casa real española, la explosión del Caso Nóos no solo marcó un antes y un después para la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, que acapararon el foco mediático cuando se inició la investigación que terminó llevando al exyerno del rey emérito a prisión. También fue un calvario para sus hijos, que tuvieron que abandonar su tranquila vida en Barcelona para instalarse en Washington, donde parecía que estarían protegidos del ruido informativo de España.
Este cambio vital "no fue buena idea", tal y como expone Eyre. "Los niños lo pasaron mal en el colegio, el mayor sufrió bullying", narra. Un compañero de profesión que se encontraba allí le llegó a decir que "cuando ven un fotógrafo bajan la cabeza, dan mucha pena". Juan, el primogénito, ejercía una protección total en sus tres hermanos, pero ya nada fue lo mismo.
Una vez regresaron a Barcelona, en plena ebullición del Caso Nóos, "los desprecios fueron constantes", se les pidió "que no volvieran al club" en el que entrenaban y el acoso de la prensa, que "se amontonaba a las puertas del Liceo Francés donde estudiaban", era constante. De ahí que terminasen optando por trasladarse a Ginebra, Suiza, donde su madre continúa viviendo alejada de su nuevo gran frente abierto: su separación.