Tener huevos en la nevera nos asegura un desayuno saludable y saciante o resuelve un plato de la comida o de la cena. Ahora bien, a veces nos olvidamos de cuándo los hemos comprado y tenemos dudas sobre su frescura, sin embargo hay un truco infalible sobre cómo saber si un huevo se puede consumir.
El huevo es una de las proteínas más completas por su alto contenido nutritivo en vitamina A, D, E y B12, además de yodo, hierro, calcio, zinc o selenio. Su versatilidad permite prepararlo de mil maneras porque marida prácticamente con todas las verduras, complementa un guiso, añade proteínas a una sopa… sin mencionar la insuperable tortilla de patatas.
La normativa europea que regula los aspectos relativos a los tiempos de consumo de los alimentos establece que los huevos mantienen su calidad durante los 28 días posteriores a su puesta. Esto significa que hay casi un mes desde esa puesta hasta su consumo, aunque, es necesario asegurarse de que se han conservado como corresponde.
En la tienda, los huevos no se venden en estantes con la temperatura controlada porque la del establecimiento es estable. Sin embargo, ya en casa es imprescindible guardarlos en la nevera. Por otra parte, aunque tradicionalmente los refrigeradores disponen de hueveras para almacenarlos en una balda de la puerta, lo ideal es meterlos en una balda, pero en su interior. La puerta es el peor lugar pues se expone a cambios constantes de temperatura por el hecho de que se abre y si cierra demasiadas veces cada día.
De este modo, en caso de que los huevos se hayan conservado de forma correcta en frío cabe la posibilidad de cocinarlos una vez superada la fecha que marcan en su cáscara, ya que esta indica el consumo preferente y no una fecha concreta de caducidad. La fecha de consumo preferente significa que el huevo ya no mantiene al 100% su calidad, por tanto, su yema y su clara han perdido color, su textura es menos densa y también afecta al sabor siendo más insulso. De este modo, se puede consumir tras haberse sobrepasado esa fecha aconsejable de consumo unos días más tarde.
Lo importante es saber comprobar su frescura y si se puede consumir o no, además, así se evita el desperdicio del alimento. En ocasiones se tiran los huevos a la basura una vez rebasada la fecha de consumo preferente impresa en la cáscara porque se confunde con la fecha de caducidad.
El truco que tradicionalmente se utiliza para comprobar si un huevo es apto para el consumo es el de sumergirlo en un recipiente con agua fría. Lo cierto es que este método muestra su grado de frescura y no si el alimento se ha contaminado o estropeado. Según destacan los productores de huevos, la única forma de verificar el estado es cascarlo para comprobar su coloración y principalmente el olor que desprende.
En la prueba de la frescura el huevo reacciona de tres maneras posibles:
El hecho de que un huevo se hunda en el agua se debe a su composición. La yema, la clara y los gases internos que acumulan son más densos que el agua en la que se introduce y por eso baja hasta el fondo. Una vez empieza a perder frescura comienza a liberar los gases que contiene sobre la clara y la yema. Esos gases tienen menos densidad que el agua lo que hace que el huevo flote.
Al abrir un huevo que no es apto para el consumo la yema se ha decolorado y la clara está turbia. Sin embargo, lo que llama la atención cuando ya se ha estropeado es el olor tan fuerte y desagradable que desprende. Se debe al sulfuro de hidrógeno, uno de los gases más pesados, que además es inflamable, incoloro y tóxico. Es evidente que ante ese olor nunca hay que consumirlo.