Aciertos y errores de la casa de Cristina Pedroche y Dabiz Muñoz en La Finca

En 2020 la pandemia del coronavirus paralizó las vidas del planeta entero. El confinamiento nos obligó a desacelerar el ritmo y a replantearnos muchas cosas. Entre ellas, soñar con una casa con terraza o jardín que nos permitiese vivir en escenarios más "amables" en la medida de lo posible. Cristina Pedroche y Dabiz Muñoz fueron de esas personas que decidieron abandonar su mítico piso (en el barrio de Embajadores) para instalarse en una exclusiva urbanización en La Finca, en Pozuelo de Alarcón. Localidad madrileña en la que acaban de estrenar también flamante nuevo hogar los Javis, y que también ha atraído a otras celebrities como Alejandro Sanz, Paz Vega, Iker Casillas y Sara Carbonero o el mismísimo Cristiano Ronaldo.

La jugada les ha salido bien a la presentadora y el chef en la nueva propiedad en la que viven de alquiler de 700 metros cuadrados. Tanto, que hasta se habrían planteado dar otro pasito y les gustaría construir su propia casa de cero en la zona, según confirmaron fuentes cercanas a Pedroche en Vanitatis, aunque de momento sobre esto no hemos sabido más.

De lo que sí tenemos certeza es de cómo es la casa actual en la que viven con su pequeña Laia. No porque hayan hecho un 'house tour' o hayan abierto sus puertas a ningún medio "deco", sino gracias a las redes de Cristina y Dabiz y que nos han mostrado cómo es esta propiedad valorada en 2,5 millones de euros de tres plantas que cuenta con seis dormitorios, siete baños, garaje para cuatro coches y un espacioso jardín con piscina. Casi nada. Dicho todo esto, ¿qué es lo mejor y lo peor de esta increíble casaza desde la perspectiva del interiorismo y la decoración? En Divinity afinamos el ojo y te lo contamos.

Errores

Sí, esta vez sólo hay errores, no nos hemos comido texto. Pero es que a ver, no soy yo: son ellos.

Pregunta: ¿Qué te esperarías de la casa de un cocinero revolucionario que hasta cambia la última D de su nombre por una Z -ok, quizás Leti lo hizo primero- con uno ¿he dicho uno? nada menos que cuatro loquísimos restaurantes cuya experiencia te hace tocar el cielo con las papilas gustativas y la experiencia ya en sí es una auténtica catarsis, y una presentadora que no sabes con qué vestido/no vestido/edredón/lo que quiera que sea que se ponga la buena muchacha cada 31 de diciembre que nos hace a todos estar pendientes de su Instagram para verlo al detalle?

Pues su casa -la casa donde viven- es todo lo contrario. Y no, no me parece mal plan para nada, pero me pasa lo mismo que a un servidor con los trajes de corbata: no me representan, me pican por todos los lados y sólo espero que pase el evento en cuestión para volver a casa y calzarme mis cómodas y raídas zapatillas de deporte.

Casoplón, sí, zona exclusivísima, también, pero la relación entre continente y habitantes no puede ser más igual a cero. Sí, me recuerda a otra “Jasa”.

¿Qué pasa cuando te llueve -y además muy luchada y legítima manera- el dinero? ¿Es obligatorio airearlo por encima de la propia identidad? No sé. Me gustaría pensar que yo no. ¡Reto lanzado, universo!

700 m2 de casa ¿y el salón tiene el techo inclinado? En casa mi amiga Mapi en Malasaña lo entiendo, una buhardilla muy cuca donde al mismísimo Quasimodo le saldría otra chepa encima de su chepa, pero eso son 40 metros cuadrados frente a 700. Y el ratio es de 1:17.5 y ya por altura de techos ni te cuento.

No digo que la deco en sí de la casa sea algo deleznable, sino que para Pocholo y Borjamari en los tempranos 90 me parece bien, lo compro. Pero estamos hablando de personas jóvenes, talentosas que lo están petando en pleno siglo XXI.

A ver que igual después del confinamiento se lanzaron a lo primero que vieron con jardín y piscinaca: lo veo. Además la casa es de alquiler, pero es que de verdad que decorativamente hablando parece un piso piloto. Espero que no se enfaden conmigo porque estoy seguro que no han tenido nada que ver en el proyecto. Eso y que el coZinero no me envenene si es que algún día ahorro un año y consigo ir a diverxirme un rato.

Eso sí en la foto que sale Cristipedroche colgada de unas gomas a más de cinco metros de altura me hacen seguir creyendo en la belleza, la bondad y el amor: se hace así.

Hacéos la casa -si es que aún os la estáis haciendo- tan loca divertida y estrambótica como vosotros, porque no os imagino ni calentando biberones en esa cocina de ahora y bajando por una escalera absolutamente enloquecedora mientras aterriza un unicornio albino donde voláis juntos a desearnos al resto, humildes mortales, un feliz y próspero 2025. Año rimante donde los haya.