El panorama vip patrio vivió un verdadero terremoto en el invierno de 2016: Ágatha Ruiz de la Prada y Pedro J. Ramírez se divorciaban. Una de las parejas más duraderas del universo mediático español ponía fin a su relación tras tres décadas juntos. Como confesó la diseñadora entonces en una entrevista para Divinity.es, la experiencia para ella fue traumática. Ágatha tuvo que rehacerse a sí misma, y en ese proceso de cambio incluyó la casa en la que vivía el matrimonio, en manos de ella tras la ruptura. Un proceso de 'agathización' cuyo resultado es un colorido ático en forma de homenaje a sí misma, que puede verse en sus redes sociales.
Ruiz de la Prada reconoció, en un reportaje para la revista AD, que una de las cosas en las que primero pensó tras saber que Pedro J. quería el divorcio solo tres meses después de haberse casado, fue que "por fin" podría pintar. Pero lo que hizo, una vez se quedó para ella sola el céntrico ático madrileño de 450 m2 en el que había vivido junto a su exmarido y sus hijos Tristán y Cósima, fue mucho más que darle una capa de pintura a las paredes. De la vivienda se fue Ramírez con sus más de veinte mil libros, y entraron el color y la diversión.
Es creadoras de una de las marcas más reconocibles. Y su inconfundible estilo propio tenía que trasladarse al interior del lugar en el que, según ella misma, se siente "protegida". Ya lo hizo en los años en los que compartió la vivienda con Pedro J. Pero tras el divorcio, la personalidad de Ruiz de la Prada impregna cada rincón de su piso. La abundancia de color, siempre en los tonos vivos que han hecho conocida a la diseñadora, y de luz natural, gracias a la altura de la vivienda, es una constante.
El salón es una de las estancias más llamativas. Un espacio muy amplio, que ha cambiado mucho en esta nueva etapa de la vivienda, que perteneció originalmente al aristócrata José Luis de Villalonga. El suelo es una de las principales innovaciones, plagado de grandes rayas gruesas, blancas y rosas, que simulan una especie de paso de cebra y cubren toda la habitación. Un diseño que se mantiene en el resto de estancias que corresponden a Ágatha, y que las delimita con respecto a las "zonas" de sus hijos, con patrones cromáticos distintos.
Las paredes y las cortinas del mismo son blancas, pero el resto de elementos potencian el color: desde un gran sofá fucsia con el respaldo en forma de flor hasta los varios pufs y sillones en rojo, púrpura o verde. El cuarto cuenta por lo demás con una chimenea en dorado, sobre la que preside un retrato de estética pop de Ágatha, una cómoda Luis XVI, una escultura de Franz West y una gigantesca alfombra con los colores del arcoíris.
Las mismas rayas diagonales se repiten en el comedor, un espacio el que también abunda el blanco y en el que el lugar que ocuparía la clásica mesa central lo conforman ocho pequeños pupitres con sillas a juego, en azul, amarillo, naranja y verde.
Una de las paredes del mismo es una librería repleta de libros y pequeños cuadros. Otra la preside un imponente cuadro de Peter Zimmerman.
Además, Ágatha cuenta con otro pequeño salón, contiguo al principal, con un sofá en azul claro, más librerías y una mesa en forma de tornillo de Eero Aarnio, que incluye también un rincón de lectura desde el que la hemos visto intervenir durante el pasado confinamiento.
Pero si hay una estancia que ha cambiado radicalmente en los últimos años, esa es el despacho. Un cuarto que ya utilizaba como estudio personal José Luis de Vilallonga, y que posteriormente se convirtió en zona de trabajo del exdirector de 'El Mundo'. De un aspecto más bien clásico, con 'boiserie' de roble, mucha madera y sobreabundancia de libros, se ha pasado a una estancia dominada por los colores vivos.
El cuarto, que actualmente pertenece a Tristán Ramírez, como sala de estar está pintada en rayas verticales gruesas que alternan el blanco y un amarillo vivo. El suelo, por el contrario, combina grandes listas en azul y verde. La chimenea, original en mármol negro, ha sido pintada en dorado, como la del salón principal. En el espacio se acumulan además un sillón verde, comprado a medias entre madre e hijo, varios pufs y sillones en tonos variados y obras de Julian Opie y Donald Baecher.
Su dormitorio, que no ha compartido en redes sociales pero que hemos podido ver en algún reportaje que se ha hecho en casa de la diseñadora, es amplio y luminoso también, con salida a la terraza. Las mismas rayas blancas y fucsia (presentes incluso en las escaleras de la vivienda) dan paso a una gran cama cuya ropa y cabecero combinan en distintos tipos de azul. Alrededor, varios pufs en azul, rojo o verde flúor. La referida terraza, con vistas al Paseo de la Castellana, juega con varios tonos en las baldosas de su suelo e incluye varias sillas y jardineras con flores.
Otro de los rincones más llamativos, el favorito de Cósima Ramírez, es una escalera de servicio en caracol que ha sido completamente pintada en rojo y rosa y que genera un efecto psicodélico. La zona correspondiente a la hija de Ágatha y Pedro J., que recientemente anunciaba su traslado a Londres para retomar sus estudios, es la menos conocida, aunque en las páginas de las revistas ha podido verse alguna imagen de su habitación, que combina distintos tonos de rosa en suelo y pared, con elementos en naranja.