Dice la leyenda que cuando Lola Flores visitó Nueva York a finales de la década de los setenta, un periódico reseñó su actuación con el mítico "no canta, no baila, pero no se la pierdan". Cuando era pequeña, Beatriz Luengo (Madrid, 1982) quería parecerse, entre otras, a La Faraona. Décadas después, de ella se puede asegurar no solo que efectivamente canta y baila, sino que también interpreta, compone, dirige y escribe. También se moja. La artista vuelve a la primera línea por sus nuevos proyectos: ha publicado novela, ‘Hasta que se acaben las canciones’, y acaba de grabar disco. Hablamos con ella de su carrera, de los titulares que protagoniza, de las causas sociales que defiende, del futuro de sus dos hijos y de lo que el público, sus "jefes" y quienes la conocen "casi mejor" que sí misma, espera de ella.
Hace ya más de dos décadas que el público puso rostro y nombre a la artista gracias al papel de Lola Fernández en 'Un paso adelante'. Un tiempo en el que no ha dejado de sumar facetas profesionales aunque, según sus propias palabras, sigue siendo "la misma persona, pero con más herramientas". En los últimos años ha cultivado también la de la escritora, teniendo que enfrentarse al temido folio en blanco que, en esta ocasión, ha rellenado con "lo que mejor" conoce, "las emociones".
La nueva etapa de Luengo como escritora, en la que se inició en 2020 con 'El despertar de las musas', (que compilaba, noveladas, doce historias de mujeres reales) se suma a otras facetas por las que el público la ha reconocido tradicionalmente, como la de actriz o la de cantante y compositora. La de la música ha sido un terreno en el que ha tenido una trayectoria fructífera, que defiende y reivindica. La suya es una propuesta que siempre ha tenido muy clara pese a, como admite, ha sido una adelantada a su tiempo en lo que a radios e industria se refiere. "Es una pena llegar pronto, cuando el intermediario entre el público y tú no está listo para darte un escaparate", señala.
Porque tantos años de trayectoria suponen una moneda con más de un reverso. Por un lado, con respecto a la exposición en los medios y el trato con los mismos, ámbito en el que está curtida. Ella misma reconoce que lo que más pide en sus entrevistas recientes es que le pongan un "titular bonito" frente a esos reclamos que pretenden vender una victimización que rechaza de plano: "Me siento tan injusta victimizándome, tengo salud, mis hijos bien, trabajo en lo que me gusta, no sé cómo puedo victimizarme de nada".
También le generan rechazo aquellos titulares que pretenden enemistarla con su pasado. Firme entusiasta de la cultura pop, reivindica con orgullo sus inicios televisivos y musicales. Esos en los que, eso sí, tuvo que luchar con "muchos corsés" que intentaron ponerle. Aquella era una época en la que, por ejemplo, se demandaba un tipo de físico para salir en pantalla: "En los dos mil tenías que tener el pecho operado para salir en la tele, y yo reivindicaba mucho mi pecho, me negaba a ponerme rellenos", señala, defendiendo cómo se empoderaba con su propio cuerpo y su estilo de vestir, que han heredado divas del pop nacional actual. "Algo bien hicimos", reflexiona.
Pero es que además, por otro lado, su proyección mediática despierta un inevitable interés en su vida personal, esa que comparte con Yotuel Romero, a quien conoció durante su paso por la serie. Su historia de amor interracial, que "empezó siendo puramente física" y "terminó transformándose en eso y algo mucho más profundo", le ha valido para inspirar su nuevo libro, una comedia romántica con un marcado toque social, en la que hay palacios y 'cayetanos', pero también pisos de barrios obreros y mucha precariedad. El racismo es una constante en la obra, que narra un amor interracial entre sus dos protagonistas, Luciana y Bastián, "una forma de contar mi relación con Yotuel", de quien siempre ha dicho que le ayudó a "rearmar" sus piezas.
Las reivindicaciones son y han sido una constante en su carrera. Luengo es una de esas rara avis del panorama musical patrio que se significa, que huye de lo que se espera que deba decir. "Luchar contra lo establecido y lo normativo siempre me ha motivado mucho", resume, refiriéndose a la "responsabilidad" de usar la plataforma de la que dispone para hacer algo por los demás. Según la autora e intérprete de éxitos como ‘Pretendo hablarte’ o ‘Caprichosa’, la supervivencia del arte, en una época dominada por el algoritmo, pasa por hablar de cosas tan importantes que escapen a este. "Nunca me he arrepentido de defender en lo que creo", considera.
La charla con Beatriz incluye, además, más de una referencia a sus dos hijos. Junto a Yotuel ha tenido a D'Angelo y Zoe, que este año cumplen nueve y tres años, respectivamente. Esos a los que apenas expone en sus redes, salvo ocasiones muy contadas, porque considera que no tiene "derecho a ello", y por los que protagonizó titulares hace unas semanas a cuenta de la separación "forzada" de los niños. "Solo me tuve que separar tres meses del mayor", aclara sobre ese distanciamiento.
Los niños viven con sus padres en Estados Unidos, y su madre se preocupa activamente de que no pierdan el vínculo con España. Y, muy especialmente también, de fomentarles un espíritu crítico: que no tienen que hacer caso a nadie, ni siquiera a su progenitora. "Que no se dejen llevar por las opiniones, que busquen más profundo". En eso, y en otras muchas cosas, tienen buena maestra. Como para perdérsela.