La historia de La Oreja de Van Gogh no podría entenderse sin el contexto en el que nació. Donosti, a finales de los 90 y comienzos de los 2.000, era un lugar sin paz: los coches bomba y atentados formaban parte del día a día de la población, ETA todavía estaba muy activa, las amenazas a los que protestaban contra ellos eran constantes y un largo etcétera de horrores más. Con ese marco de fondo, empezó a gestarse un grupo que cantaba al amor y a la amistad, pero también a la paz.
Pablo Benegas, guitarrista y compositor del mismo, recuerda cómo fueron esos inicios en 'Memoria', un libro en el que bucea en esos tiempos oscuros para contar la historia luminosa de La Oreja de Van Gogh. Un grupo que ante todo se define a través de la palabra amistad. Hemos hablado con él sobre los inicios de la banda, alguna curiosidad sobre su música y su relación con Amaia Montero.
¿Por qué escribir un libro sobre el pasado ahora?
Porque somos los padres de la primera generación de niños y niñas que van a crecer sin terrorismo en Euskadi y creo que tenemos la responsabilidad de contarles qué fue lo que pasó.
En él, cruzas cómo fue tu vida con la amenaza de ETA y tu historia musical con La Oreja de Van Gogh. Respecto a lo primero, cuentas en el libro que fuiste un claro militante por la paz. ¿Cómo recuerdas aquellos años?
Recuerdo momentos de angustia, de miedo, de impotencia, de mucha rabia… porque no solo protestábamos contra los asesinatos, la extorsión o la “socialización del sufrimiento”. También teníamos que hacer frente a los insultos, las miradas de odio y más de una agresión en las contramanifestaciones promovidas por el entorno de ETA y que se colocaban a escasos metros de nosotros.
Viviste momentos muy difíciles como el asesinato de amigos de la familia o que un conocido con el que tenías muy buena relación dijera que incluso mataría a tu padre “por la causa”. En ese ambiente, llegaste a la música, que te servía de escape de lo que pasaba a tu alrededor. ¿Te salvó de alguna forma?
Nunca sabré lo que hubiera pasado si no llego a juntarme con mis compañeros de grupo, de lo que sí estoy seguro es de mi vida en La Oreja de Van Gogh es mucho más que un sueño hecho realidad. Es la mejor vida posible.
Empezasteis con el grupo de cero, ensayando todos los días y con mucha pasión. Amaia fue la última en llegar, casi de sorpresa. ¿Cómo la conociste?
En una cena con amigos. Nosotros no teníamos vocalista y ella siempre quiso cantar en un grupo. Le llamé dos días y al tercer intento se puso al teléfono. Y menos mal. Si no llego a insistir no hubiera pasado nada de lo que vino después. Por qué pequeños detalles no pasan cosas extraordinarias.
Hace poco te dedicó un post en redes dándote las gracias. ¿Cuánto debe La Oreja de Van Gogh a Amaia?
Nada, porque Amaia es La Oreja.
¿Cómo vivisteis en el grupo la separación?
Fue la primera gran mala noticia que tuvimos como grupo. Fue complicado pero nos sirvió para volver a los orígenes y comprender profundamente por qué diez años atrás nos juntamos en un local de ensayo para tocar.
También cuentas que a día de hoy, quizá no hubierais llamado al grupo así...
Es un ejemplo para trasmitir que nuestros pasos no buscaban llegar a vivir de la música. No éramos conscientes de lo que estábamos creando. Esa frescura y falta de prejuicios fue la que nos llevó a hacer las canciones que compusimos y, entre otras cosas, a ponerle ese nombre al grupo.
Dices que nunca se olvida la primera vez que te subes a un escenario. ¿Cómo fue esa sensación?
Es un lugar en el que cambia completamente el ángulo desde el que se mira y se siente. Nadie vuelve a ser el mismo cuando lo hace.
Esos dos puntos de los que hablábamos al principio, de la búsqueda de la paz y la música, se entienden muy bien con algunas de vuestras letras. Pero, ¿cuál dirías que es tu canción o canciones favoritas?
Me quedo con ‘La playa’. Es una canción a la que el tiempo le sienta de maravilla.