“Mi madre no me ponía cantajuegos de pequeña para los eternos viajes en coche. Me ponía a Luis Miguel”, esa ha sido la frase que más he repetido en los últimos siete días de este acalorado, pero intenso, julio del 2024. A finales del pasado año, el ‘Sol de México’ anunciaba su gira más ambiciosa en España. Unos shows únicos e irrepetibles cuyos tickets se agotaron en apenas minutos y que, fuera como fuese, teníamos que vivirlos. Y es que si Luismi hace gira en nuestro país, nosotras -mi madre y aquí una servidora- también haríamos esta gira con él.
Como no podía ser de otra manera mi madre me rogó que, para poder estar en primera fila de su primer concierto en el Santiago Bernabéu -y así coger las rosas blancas que su ídolo adolescente lanza a sus fans en La Incondicional (una de sus canciones más conocidas)- estuviese dos horas antes conectada a la web oficial para cumplir ese sueño. Pudo ser. Sí, las conseguíamos. Pero no en el front row, si no literalmente en el gallinero del recinto. El 6 de julio del 2024, tres generaciones de mujeres (mi madre, mi hermana, mi abuela -más conocida por ser la abuela de toda España como dicen mis amigas- y yo) cantarían hasta quedarse sin voz en el nuevo estadio del Real Madrid. Recuerdo a mi madre al otro lado del teléfono llorando desconsoladamente por no haberlas conseguido en primera fila. Pero fiel a su estilo, ella terminó esa conversación diciéndome: “Para mí ya es un regalo y una suerte ir con vosotras. Cuando seas famosa, Lour, me llevas a un concierto suyo en el Caesars Palace de Las Vegas y listo”.
Pocos días después, el intérprete de Será que no me amas -la primera canción con la que arranca los shows- publicaba el resto de ciudades de su Tour 2024 en España. Y sí, por su amor a esta tierra y los lazos sentimentales que le unen a ella, la matriarca consiguió tres entradas en Sevilla. Tengo que reconocer que al principio me daba hasta vergüenza decir que también iríamos a un segundo concierto. ¿Y qué más da el qué dirán? Lo que ninguna de las dos sabíamos entonces es que lo mejor aún estaba por llegar.
Y llegó el ansiado 30 de junio. En esta ocasión sí que conseguíamos unas entradas en pista. Como si de la alfombra roja de los Premios Goya se tratase, mi madre y yo nos pusimos nuestras mejores galas (como si Luis Miguel nos fuera a ver, lo peor es que estábamos convencidas de ello). Estrenamos vestidos y nos maquillamos como si fuéramos a un certamen de belleza. La entrada a la Cartuja de la ciudad hispalense fue una locura hasta quedarnos en shock por cómo de cerca íbamos a ver a nuestro ídolo en la fila 34 del recinto. Pero antes, las mayores incondicionales del ‘Sol de México’, arrasaron con el merchandising (nosotras). Fue entonces cuando, por casualidad, me encontré con Tomás Palacios, de Artist Publicist (al que conocí en mi etapa en la radio musical), que se ha encargado, en parte, de que esta gira de Luis Miguel sea histórica. Yo creo que Tomás no se esperaba verme ahí, pero él sabía que iba a verlo en Madrid: “Lourdes, además de ir el 6 de julio, te doy dos entradas también para su segundo concierto en el Bernabéu (al día siguiente)”. Gracias una vez más Tomás.
“Mamá, no te vas a creer lo que ha pasado. El 7 de julio también vamos a Luis Miguel”. Ella no pudo contener la emoción, aunque no se lo creyó hasta tener dos días después las entradas en mis manos. Tomás, además de un gran profesional, es un hombre de palabra de honor -como dice una de las canciones del protagonista de esta crónica-.
Marcaban las 21:45 y, aunque ya estaba anocheciendo, 'El Sol' brillaba en Sevilla como nunca. Ante los gritos de tantas y tantas fans, el único que escuché fue el de mi madre (tengo la certeza de que Luismi también lo escuchó). 390 mil visualizaciones han sido las que ha tenido el vídeo de la reacción de mi madre al ver a Luis Miguel después de seis años a fecha de hoy. La gente se asombró al ver a una madre y a una hija saberse de principio a fin todas las canciones (yo todavía no entiendo qué ven de raro). Terminó el concierto y nosotras con la voz afónica. ¿Cómo íbamos a sobrevivir a dos conciertos más en menos de 7 días?
No soy famosa, ni pretendo. Desde que empecé Periodismo, mis amigas pueden corroborarlo, tenía una deuda pendiente con mi madre: regalarle unas entradas para ver a nuestro ídolo. Repito, no soy famosa, ni tengo el cash suficiente para que pueda coger una de sus rosas blancas en primera fila. Pero hay regalos y vivencias que no tienen precio alguno.
El sábado 6 de julio mi madre, mi abuela, mi hermana y yo reservamos en un restaurante muy cerca del Santiago Bernabéu para vivir la experiencia al completo. Reunión del matriarcado es igual a risas aseguradas. Hasta que empezó el concierto, fuimos a un bar a entonar los primeros acordes y a preparar nuestra voz mientras de fondo sonaba la prueba de sonido de Luismi. Debió ser tal el show que un grupo de chicos de México se nos acercó impresionado con nosotras, por el hecho de estar tres generaciones de mujeres en un concierto de Luis Miguel (pienso que realmente se quedaron impresionados con mi voz y con la de mi madre cantando a pleno pulmón las canciones de ‘nuestro Sol’).
Entramos a las 20:30 en el estadio. Aunque estuvimos literalmente en el anfiteatro del Bernabéu, mis vistas no podían ser mejores: tenía a las mujeres de mi vida con mucha salud en el concierto de mi ídolo desde que tengo uso de razón. Nos cantamos todo. También compramos más merchandising. ¿Qué os voy a decir? Más no se puede pedir. Mi abuela lo disfrutó como la que más, el brillo de sus ojos no mentían; mi hermana grabó todo el concierto para que mi madre y yo pudiéramos bailarlo y cantarlo todo. “Qué suerte, Lour”, me digo.
Salimos del concierto con un sabor agridulce, esta locura estaba llegando a su fin. Aunque no pudo ser más espectacular ver el Bernabéu así de iluminado. Sin embargo, volviendo a casa solo tenía un pensamiento: mi madre me había propuesto que al último concierto al que fuéramos de este tour (al día siguiente), fuéramos con todo el merchandising puesto de Luis Miguel. “Qué vergüenza, mamá”, pensé. Spoiler: lo mejor que pudimos hacer. Desde que pisamos las inmediaciones del estadio las fans de Luis Miguel se nos acercaban a mi madre y a mi para pedirnos fotos sin ser nadie nosotras. Ni que fuéramos Paula Echevarría y su hija Daniella.
Vestidas de arriba abajo del ‘Sol de México’ llegamos a nuestros asientos. A nuestro lado había varios compañeros periodistas que alucinaron con nosotras. También nos pidieron fotos. Nosotras a les dejamos parte de nuestro merch para que pudieran hacerse unos selfies. Bailamos y cantamos todas las canciones de su setlist. Mi madre se pasó todo el concierto llorando, como era de esperar. Y no, sus elegantes lágrimas no eran de pena, si no de haber llegado hasta aquí conmigo (ella sabe a lo que me refiero). El camino no es fácil, pero las vistas desde la cima son impresionantes. Fue tal el espectáculo -el nuestro, digo- que una periodista de Cadena Ser que estuvo a nuestro lado todo el concierto nos dijo tras sonar La Incondicional: “Que barbaridad y que maravilla esta relación madre e hija”.
Mamá, gracias por ser mi Bikina y mi Incodicional. Nunca olvidaré esta locura tan bonita contigo. Gracias Luis Miguel por ser la voz que ha mediado siempre entre madre e hija y la que nos ha hecho quedarnos afónicas para el resto del verano. ¿Acapulco y Las Vegas 2030?