Antonia San Juan ha charlado este martes con su excompañera en La que se avecina, Vanesa Romero, para el programa Corazón. Entre otros asuntos, la actriz ha hablado de lo duro que fueron sus inicios en el mundo de la interpretación, de algunos de sus momentos más memorables en la escena y su situación actual como parte de La gran depresión, la obra de teatro que protagoniza junto a Nuria Roca.
La intérprete ha reconocido que no fue sencillo encontrar empleo en la capital cuando aterrizó en los 80. Tanto es así que incluso llegó a hurtar para poder llevarse algo a la boca: "Tuve que robar para comer, por otro lado había un casero tocándote la puerta para que le pagaras… pero siempre mi deseo ha podido más que las circunstancias". Es más, reconoce que durante este periodo tuvo que aprender a sobrevivir en soledad en la gran ciudad, viviendo momentos de lo más dramáticos.
Pero no solo la falta de oportunidades y recursos marco esta etapa en la que Antonia trataba de hacerse un hueco en el mundo de la interpretación. La canaria sufrió un problema de salud por el que tuvo que ser intervenida. Pese a que en un principio se planteaba como una rutinaria operación de apendicitis, la operación se complicó y estuvo a punto de perder la vida.
En plena recuperación de su angustioso paso por quirófano, la actriz se dio cuenta de que algo no iba como debía, siendo Verónica Forqué, su vecina, quien le aconsejó ponerse de nuevo en manos de profesionales: “Yo vivía en el segundo y ella en el tercero. Venía todos los días a preguntar por mí”, recordaba en este programa Antonia, que tenía grabado a fuego en su mente las palabras que pronunció su compañera al ver que su estado no mejoraba: “Tienes que ir al médico. Tú no puedes estar así”. Una recomendación que salvaría su vida.
La intérprete, dolorida, volvía al hospital y los médicos advirtieron que su intestino se había abierto, lo que había generado una infección en varios órganos. La gravedad de la situación era tal que fue ingresada en la UCI, donde se mantuvo cerca de un mes. Incluso su familia se despidió de ella ante los malos pronósticos. “Mis padres vinieron directamente para despedirse, para decirme adiós, porque me moría directamente”. Afortunadamente, empezó a remontar y salió airosa, gracias en parte a que la irrepetible Forqué la hizo ver que debía ir de inmediato a la clínica.