Enterarte de que tienes una hermana secreta el mismo día en el que pierdes a tu padre parece el arranque perfecto de una peli de tarde. Pero es exactamente lo que le sucedió a Ágatha Ruiz de la Prada hace casi ocho años. Cuando pensábamos que ya nos lo había contado todo, que era imposible que a una persona le pasasen más cosas en seis décadas, un buen día decidió hacer pública la existencia de esta mujer de la que ahora lo sabemos todo gracias a sus memorias. Y la historia tiene su enjundia.
Aunque la bomba la soltó en 2020 durante una entrevista con Javier Santos, el supuesto hijo secreto de Julio Iglesias, fueron pocos los detalles que quiso aportar por entonces. Tan solo comentó que creía que era arquitecta, que residía en Madrid y que su parecido con ella era evidente. Lo jugoso, los datos concretos, se los guardó para 'Mi historia', la autobiografía que ha publicado con la colaboración de Pedro Narváez en la que dedica un capítulo completo a Rachel, a la que por fin pone nombre.
Su madre era Mari Carmen, una de las "muchas amantes" que, "como ya saben", tuvo su padre, cuenta en el libro. Una mujer "muy delgada y con un punto muy fashion" que trabajó como secretaria del estudio de arquitectura de Juan Manuel Ruiz de la Prada y Sanchiz, progenitor de la diseñadora. Para él, esta joven "fue más que un caprichito". Hasta que se quedó embarazada. Ahí, de pronto, desapareció de sus vidas.
Cuando supo que esperaba un bebé, narra Ágatha en sus memorias, Mari Carmen "se echó un novio y al poquísimo tiempo se casó". Junto a él, junto al hombre que ejerció de padre de Rachel, el que "la aguantó, le cambió los pañales y le dio su dinero", iniciaron una nueva vida en A Coruña, donde creció lejos de su padre biológico. Y no fue hasta su muerte, la del patriarca de los Ruiz de la Prada, cuando quiso pedir "lo que le correspondía".
Lo hizo el mismo día en el que Juan Manuel falleció después de un largo tiempo consumiéndose por el Alzheimer. Un gesto "poco elegante" y de "mal estilo" que a la diseñadora le dejó en shock. Pero finalmente, después de que Rachel ganase un juicio en el que se demostraba que era hija ilegítima de su padre y por el que se cambió el apellido, a Ágatha no le quedó otra que resignarse.
Su primer gran desencuentro con ella fue por el testamento. Según se lee en este capítulo de 'Mi historia', su hermano Manolo, con el que la diseñadora no terminó en buenos términos, decidió mandar "a tomar por saco" las últimas voluntades de su padre e incluir en ellas a Rachel, de cuya figura era conocedor a sus espaldas.
El difunto, supuestamente influenciado, había mostrado su desacuerdo con esta decisión en vida, pero terminó acatando, en cierta manera. "No reconozco que Rachel sea hija mía ni nunca lo voy a reconocer, pero como me lo ha dicho el juez [en referencia al juicio por el que se probó el parentesco entre él y Rachel] la menciono en el reparto", dejó por escrito. Unos líos económicos ante los que, tras un largo recorrido judicial que terminó perdiendo, Ágatha optó por desentenderse.
Antes de llegar a este punto, poco después de saber que tenía otra hermana, la también aristócrata la llamó para pedirle un favor en una bizarra conversación telefónica que estuvo a punto de suponer su reconciliación. En ella, la exmujer de Pedro J. Ramírez le comentó que la revista ¡Hola! le había propuesto hacer una portada juntas. Rachel, que alegó ser una "persona muy seria" y que nunca "había salido en ningún sitio" dijo que no. Y eso Ágatha nunca se lo perdonó.