"Somos de carne y hueso, Mara". Estas son las palabras con las que una Isabel Gemio con los ojos llenos de lágrimas se ha justificado en El Faro, el espacio nocturno de la Cadena Ser, tras desmoronarse en directo. En esta entrevista, a pesar de su pudor confeso por mostrar su fragilidad, la icónica presentadora se ha quitado complejos y se ha dejado llevar al hablar de su faceta más íntima. El 'culpable' de este llanto (que nada tiene que ver con el dolor) es su hijo Gustavo, el mayor, que desde hace cuatro años le ha dado a la periodista una alegría que jamás pensó experimentar.
Todo ha comenzado con una pregunta de Mara Torres, conductora de este espacio, sobre cómo se encuentra aquel crío que hace ya 24 años adoptó en Guatemala junto a Nilo Manrique, su por entonces pareja sentimental. Aunque ella nunca quiso "que salieran" y siempre luchó por su privacidad, una vez se hicieron mayores esta exposición no fue un problema para ninguna de las partes. Todo lo contrario, de hecho. La enfermedad que le diagnosticaron con apenas dos años, distrofia muscular, hizo de aquel niño al que todos vimos crecer un ejemplo de superación.
Cuando se enteró del reto vital al que tendría que enfrentarse su hijo mayor, Gemio sintió como si algo en ella hubiese muerto aquel día. Era consciente del duro camino que le tocaba afrontar a su pequeño. Largas temporadas en el hospital, complejas operaciones... Diego, el pequeño, se involucró tanto en el proceso por el que estaba atravesando su hermano que llegó a decirle que le "daría las piernas si pudiera". Ahora, Gustavo es un héroe, "un maestro" para la familia que Isabel decidió formar con Nilo. Y si algo ha hecho feliz a la locutora de radio es que, a pesar de todo, haya podido conocer el amor, algo que jamás pensó que sucedería.
"Está enamorado, lleva cuatro años enamoradísimo. Verles es la felicidad completa. Con eso no contaba. Nunca pensé que mi hijo llegaría a vivir eso. Eso es lo que compensa, verlo feliz", le ha contado a Mara Torres con la voz entrecortada. Desde hace un tiempo, tanto él como su pareja (a la que conoció en un centro de rehabilitación) viven con Isabel en una casa a las afueras de la capital que adaptaron a las necesidades de Gustavo. Con ellos también está Diego, que convive con un amigo en la misma vivienda.
Estar acompañada por sus hijos es algo que se ha mantenido durante la pandemia, una etapa en la que, a pesar de todo, la presentadora se ha sentido una afortunada. "En este tiempo de pandemia, ten en cuenta que es de alto riesgo, hemos tenido la inmensa alegría de no tener que ir ni una vez al hospital. ¿Tú sabes lo que es eso? En los últimos tiempos se complicó la cosa, pero con la pandemia no sé si es que nos ha iluminado algo pero no hemos tenido que ir al hospital. Eso es lo que importa", ha manifestado orgullosa.
Estas lágrimas, aunque no es la primera vez que las vemos en televisión, son importantes para Isabel Gemio. Sin embargo, en este momento de su vida y con todo conseguido, tiene claro que "el dolor no puede dejarse ir como si nada". "Los que vamos por la vida dando la cara e intentando sacar nuestra mejor sonrisa somos humanos y tenemos la vida que puede tener cualquiera", ha reivindicado en esta conversación radiofónica.
Esta hipersensibilidad de la que habla la periodista le ha pasado factura durante esta crisis sanitaria que le ha hecho caer en la cuenta de todas las personas a las que echa en falta. Pero no solo ha pensado en los suyos desde este mes de marzo: tal y como dejó constancia en su Instagram prácticamente a diario, por su mente han ido pasando las miles de familias que han perdido a alguien por culpa de este virus.