El año 2013 supuso un antes y un después para Raquel Sánchez Silva. La trágica muerte de Mario Biondo, su marido, provocó un parón forzoso en su vida personal. También en la profesional, alejándose por un tiempo de la televisión para aferrarse a sus amigos, que se convirtieron en su ancla en una época en la que era complicado vislumbrar un horizonte. Hasta que llegó él, Matías Dumont, el productor audiovisual de origen argentino del que se enamoró y con el que decidió formar una familia más allá de los cuarenta.
Al año y medio de conocerle, los mellizos Bruno y Mateo, sus dos hijos, ya habían llegado al mundo. Su nacimiento fue un tsunami "de buenas cosas, que entra y arrasa, que deja cosas preciosas". Pero, aunque la maternidad es algo que la presentadora ha tratado de visibilizar, sobre todo después de dar a luz, su decisión de proteger la intimidad de sus pequeños siempre ha sido firme. "No hablo de mi vida privada porque quiero que mis hijos queden siempre fuera de la ecuación", nos confesó en una entrevista para esta web de la que puedes disfrutar dándole al play.
A pesar de que su actividad en redes es constante, apenas existe rastro de los menores en su Instagram. Esa intención que se marcó desde que fue madre parece seguir estando muy presente en su forma de actuar en este universo virtual. Un cuidado que va más allá de esta comprensible protección de su intimidad. "En el caso de la maternidad, no suelo expresar mis sentimientos porque me parece que esa exhibición de emociones puede ser muy dañina para otra mujer", nos confesó en otra entrevista en exclusiva para Divinity.es concedida al poco de ser madre.
Raquel Sánchez Silva siempre quiso tener hijos, algo que diferencia muy mucho del manido 'instinto maternal'. Lo que jamás estuvo entre sus planes fue ser ejemplo de nada. "Me da mucha vergüenza", ha repetido siempre. En este caso, se niega a "estar en una especie de pedestal de la madre que todo lo sabe". A la extremeña no le gusta participar en "esa ovación social a la madre". Porque ella tiene claro que es una privilegiada. Y que no tiene derecho a utilizar el término 'difícil de gestionar' al afrontar cualquier cuestión referida a su intimidad. "Lo único que voy a decir es que cualquier padre y cualquier madre desea educar a sus hijos en el amor y en el sentido común. Lo demás lo da la experiencia".