Son el mejor ejemplo de expareja bien avenida. Vicky Martín Berrocal y Manuel Díaz 'El Cordobés' han sabido llevarse bien desde el principio, dejando sus problemas a un lado y respetándose el uno al otro en todo momento desde que se hizo público el final de su matrimonio, un año después de que naciera su única hija en común, Alba.
Lejos de ser una fachada, ambos han seguido siendo el mejor apoyo público el uno para el otro, en los momentos tristes y dolorosos, como cuando Vicky perdió a su padre, como en los buenos. Vicky se ha mostrado más que feliz al conocer el acercamiento y reconciliación entre Manuel Díaz y su padre, hablando maravillas sobre la capacidad para el perdón que ha demostrado su exmarido.
Ahora tienen una relación estupenda y cordial, pero cuando se casaron, lo hicieron convencidos de que era para toda la vida, aunque luego el tiempo les mostrara que ese no era el camino. Un matrimonio en el que no hubo desavenencias, ni diferencias irreconciliables, simplemente su amor no tenía que ser. "Nuestro matrimonio estaba muy expuesto. Había muchas opiniones", reveló Manuel en 'Lazos de sangre'.
Fue una boda por todo lo alto, algo de lo que se encargó el padre de Vicky, el ganadero Jose Luis Martín, que organizó una boda a la que asistieron 1.200 personas. “Hubo tanta gente por mi padre, porque como nunca se había casado, pues hizo como que se casaba él. Se le ocurrieron muchas locuras y Manuel se enteró el mismo día de la boda”, recordaba Vicky divertida en ‘Días de tele’. "Yo estaba en el hotel de enfrente de la iglesia, con mi bata puesta y viendo la cantidad de gente que había. Llegué una hora tarde". Eso sí, lo hizo en un impresionante coche de caballos.
El 24 de octubre de 1997 Sevilla se preparaba para una boda de cuento, no solo se unían Vicky y Manuel, también lo hacían dos mundos muy diferentes. Ella era una rica heredera de clase alta, hija de un hombre que tuvo una doble vida, y él, un torero de origen humilde al que su padre nunca quiso reconocer. La emoción abarrotaba las calles llenas de curiosos, pero también el interior de la iglesia del Salvador, donde tuvo lugar la misa rociera.
Él iba vestido de corto y ella con un impresionante vestido de seda en color blanco de inspiración flamenca, obra de Pepe Jiménez, amigo de la novia. De cuerpo entallado, la parte de atrás reproducía el capote de un torero, un claro guiño a la pareja. A la altura de la rodilla contaba con un volante bordado con un motivo que también se repetía en las mangas. Lució el cabello recogido y un velo que se sujetaba con una diadema joya que pertenecía a su familia.
A la salida de la iglesia, los novios fueron recibidos con una lluvia de pétalos de rosas, se besaron por petición popular y se soltaron doscientas palomas. Después se desplazaron junto con sus invitados hasta la finca El Rocío para el banquete nupcial. Antes hicieron una parada en la capilla de ‘El Baratillo’, para que la novia depositara su ramo ante la Virgen de la Caridad. La fiesta duró hasta la mañana siguiente, una gran celebración que remataron con chocolate con churros.