El 10 de octubre de 2008, lo que en principio iba a ser un viaje entre amigos a Santander terminó convirtiéndose en toda una pesadilla para Esther Arroyo. La modelo viajaba en un coche junto a la cantante Ana Torroja, sus respectivos maridos y un amigo cuando sufrieron un accidente de tráfico que terminó cobrándose la vida de este último y dejando al resto graves secuelas. Ahora, la también actriz ha confesado que recientemente ha sido operada por un asunto relacionado.
Esther ha asistido a la presentación de ‘We Love Flamenco’, donde ha querido compartir con El Español el problema de salud que ha sufrido recientemente y que está directamente relacionado con el suceso: "He tenido este año pasado un momento muy complicado de salud. Después de quince años de mi accidente, me han solucionado una historia que ni sabía que tenía. He vuelto a vivir. Voy a cumplir 56 y parece que me han quitado diez".
La que se llegó a convertir en Miss España en el año 1990 ha evitado dar detalles concretos sobre lo sucedido, lo que ha tachado como “largo de contar”, aunque sí ha querido confesar que "me ingresaron para operarme un quiste que me tenían que quitar y al operarme, descubrieron que tenía una cosa complicada de explicar pero que venía desde el accidente. Eso me tenía la energía por los suelos. Estaba siempre cansada”.
Sin embargo, ahora ha afirmado encontrarse en uno de los mejores momentos de su vida: “Ahora estoy como una moto, pletórica y he engordado cuatro kilos, que me vienen muy bien".
Tal y como comunicó a los medios la Dirección General de Tráfico, el coche en el que viajaba Esther en aquel entonces chocó contra un vehículo que, tras circular a gran velocidad, había quedado atravesado en medio de la calzada.
Ulises, uno de sus grandes amigos y también de Ana Torroja, falleció tras el golpe. El resto de pasajeros, entre los que se encontraban las parejas de Esther y Ana, sobrevivieron. Sin embargo, todos sufrieron secuelas, algunos unas más complicadas que otros.
En el caso de Esther, tuvo un traumatismo doble de tibia y peroné por los que casi pierde la pierna, una consecuencia que se sumó al estrés postraumático al que tuvo que enfrentarse durante los posteriores meses.