En la mayoría de ocasiones, la belleza es hereditaria. Por eso, no es de extrañar que las hijas de las tops models internacionales más conocidas hayan contribuido en esta afirmación. Este es el caso, por ejemplo, de Kaia Gerber. La joven es hija de la famosísima Cindy Crawford y de su marido, Rande Gerber. Pero Kaia no es la única...
Al igual que su madre, Kaia se dedica al mundo del modelaje y ha sido rostro de una infinidad de marcas, como Marc Jacobs, Valentino o Versace. A sus 19 años destaca, entre otras cosas, por su belleza natural y pasa su vida entre la ciudad de Los Ángeles y de Nueva York. Además de dedicarse a posar frente a la cámara, Kaia también ha sacado su propia marca de ropa.
La joven ha hecho sus pinitos en el mundo de la actuación y participó en una película en el 2016, aunque siempre ha querido enfocar su vida profesional en el modelaje y su corta trayectoria ha sido reconocida con The Fashion Awards hace más de tres años. Respecto a su vida privada, Kaia mantiene una relación desde hace un año y unos meses con el actor Jacob Elordi, que también estuvo saliendo con la actriz Zendaya.
Otros jóvenes que son fieles representantes de la belleza de su madre son Gigi, Bella y Anwar Hadid. Su madre es Yolanda Foster, que comenzó en el mundo del modelaje a la edad de 16 años. Además, trabajó en distintas partes del mundo como París, Milán, Tokio o Nueva York. Fue en 1995 cuando tuvo a su primera hija, Gigi, luego llegaría Bella y cuatro años más tarde, Anwar. Lo cierto es que los tres se dedican al mundo del modelaje y, además, se han convertido en absolutos protagonistas en Estados Unidos.
Así, tanto sus relaciones personales como sus romances han interesado a la prensa y los tres se han convertido en socialités. Gigi ha desfilado para Chanel, Oscar de la Renta o Valentino, mientras que Bella ha participado en las campañas de Burberry o Balenciaga. El más pequeño, Anwar, ha fundado su propia línea de joyería y se dedica, sobre todo, al mundo de la música.
Si echamos un vistazo a España, nos podemos encontrar con Blanca Romero y Lucía Rivera. Madre e hija se dedican, también, al mundo del modelaje. Fue el torero Cayetano Rivera quien adoptó legalmente a la primera hija de Blanca, Lucía.
Así, cuando la joven cumplió la mayoría de edad decidió que su carrera profesional se encontraba posando frente a las cámaras y desfilando para marcas exclusivas. La joven ha sido el rostro visible de una infinidad de marcas y, además, cuenta en sus redes sociales con casi 200 mil seguidores. Por eso, Lucía, además de convertirse en una gran modelo, también hace su trabajo como influencer.
Otra madre modelo que puede estar bien orgullosa de sus hijas es Laura Lyons. Laura fue una de las modelos más reconocidas en todo el mundo y es madre de Lily Aldridge y Ruby Aldridge. Lily ha sido uno de los ángeles de Victoria's Secret durante ocho años y, además, ha participado en campañas de Carolina Herrera y Jimmy Choo.
La joven, de 35 años, soñó siempre desde niña trabajar como modelo y, por eso, con tan solo 17 años apareció en la portada de la revista Vogue. Su hermana Ruby, de 29 años, también se dedica al mundo del modelaje y ha sido rostro de distintas marcas como Valentino o Calvin Klein.
Helena Christensen, la supermodelo danesa que trabajó para Victoria’s Scret, tiene un hijo que ha heredado su pasión por el mundo de la moda. Fue en 1986 cuando obtuvo el título de Miss Dinamarca y en 1999 nació su primer hijo, Mingus, de su relación con el actor Norman Reedus. Fue cuando cumplió su mayoría de edad cuando el joven decidió subirse, por primera vez, a las pasarelas, ya que hasta ese momento siempre se había querido mantener en un segundo plano.
Lo cierto es que Reedus guarda un gran parecido físico con su madre y, además, goza de 1,80 metros de altura. Se estrenó en las pasarelas junto a su primo, Oliver Sonne, hijo de Anita Christensen en la Semana de la Moda de Nueva York. También, el joven ha aparecido en distintas portadas de revista y no es muy aficionado a las redes sociales. Por eso, solamente tiene un perfil en Twitter, en el que tampoco hay mucha actividad.