Meghan Markle es una de las mujeres más conocidas e influyentes de todo el mundo. Eso sí, hace mucho que dejó de ser la actriz de Suits para convertirse en parte de la familia real británica. Un cambio que parece ni ella misma llegó a aceptar del todo, pero que intentó llevar con toda la naturalidad y profesionalidad posible. Ahora, Meghan y Harry han decidido alejarse de Londres, romper con la corona y trasladarse a vivir a Estados Unidos, donde Meghan siempre se ha sentido como en su casa. Además, quieren darle al pequeño Archie, una educación la más normal posible.
Tanto Meghan como Harry quieren que su hijo se críe lejos de los lujos del Buckingham Palace. Un hecho que parece ser que ni a la familia real ni al pueblo británico le ha hecho mucha gracia, llegando a culpar a Meghan de la decisión de su marido de poner un punto y aparte con la corona. Pocas personas esperaban que Harry sería capaz de sentar la cabeza, después de diversos sonados romances y polémicas. Pero parece ser que con Meghan se siente a gusto, preparado para formar una familia y, también, para desprenderse de ese estilo de vida que le ha acompañado siempre. Pero, ¿cómo era Meghan antes de conocer a Harry? ¿Cómo ha cambiado?
Meghan Markle nació en Los Ángeles, de madre afroestadounidense y padre británico. Su progenitor fue ganador de dos Premios Emmy, ya que era director de fotografía. Por eso, Meghan se crio entre platós de televisión. En el año 2002 comenzó con sus primeros papeles en televisión. Lo cierto es que, aunque fueran secundarios, sí que es cierto que Meghan llamaba la atención por su buen hacer y por esos rasgos que hacían que su belleza no pasara desapercibida. Por aquella época lucía una larga melena morena y siempre estaba sonriendo. Es más, su sonrisa es uno de los aspectos que más llama la atención.
Después de participar en la telenovela, Meghan comenzó a desarrollar su carrera en televisión de una forma vertiginosa. Su estilo, sencillo y bastante jovial, hacía que los productores de Hollywood contaran con ella para sus series. Eso sí, sus primeras apariciones en las alfombras rojas no tienen nada que ver con el estilo y la personalidad que desprende ahora. Además, las podríamos calificar como poco glamurosas, aunque siempre con la sencillez por bandera. Fue en el año 2011, cuando Meghan consiguió el papel que le llevaría al estrellato. Consiguió interpretar a una joven abogada en la serie Suits.
Así, su estilo comenzó a madurar, como buena estrella de Hollywood, y comenzó a ser más arreglado y cuidado. De esta forma, Meghan se paseaba por las alfombras rojas y por los premios dando lecciones de estilo, combinando ese estilo glamuroso y correcto con prendas sencillas y alejadas de los estampados. Fue en el año 2016 cuando Meghan conoció a Harry. A ambos les presentaron un amigo común, que les concertó una cita a ciegas. Claramente cada uno sabía quien era el otro, pero no tenían muy claro si iban a tener algo en común. Y parece ser que la primera cita no salió del todo bien, pero, aún así, decidieron volver a verse.
A partir de ese momento, se hicieron inseparables. Un año después, la pareja anunció su compromiso en los jardines del Palacio de Buckingham. Para la ocasión, Meghan volvió a dar una lección a la hora de vestir. Se decantó por un diseño entallado verde, sin mangas y con escote de barco firmado por la marca P.A.R.O.S.H y valorado en 490 euros. Además, debido a las bajas temperaturas, Meghan se cubrió con un abrigo, uno de sus favoritos, estilo bata y de color blanco. Para los zapatos, se decantó por unos Manolo Blahnik tipo salón.
Su boda se celebró en mayo de 2018 y, para ese momento tan especial, Meghan se vistió de la firma Givenchy, diseñado por Clare Waight Keller, directora creativa de la marca. La actriz se decantó por el color blanco, más tradicional, combinándolo con un escote de barco y un largo velo. Así, la joven decidió vestirse de una manera sencilla, pero aportando cierta personalidad con su forma de llevarlo. A partir de ese momento, todas las apariciones de Meghan estuvieron medidas al dedillo y se comenzó a prestar atención a las prendas en las que se decantaba. Lo cierto es que Meghan siempre ha apostado por los vestidos largos, los zapatos de salón y los abrigos largos.