Sentir hambre emocional es algo por lo que todos pasamos en algún momento de nuestra vida. Sentir ganas de comer para calmar la ansiedad es algo habitual cuando nos sentimos tristes, estresados o aburridos. Que ocurra de manera puntual no se considera un problema. Pero en ocasiones esta forma de comer se cronifica y ahí es donde nuestra salud se pone en riesgo.
Comer de manera compulsiva, malos alimentos y hacerlo sin control perjudica nuestra autoestima y nos hace ganar más peso del debido. Ponerle fin a esta citación es posible si reconoces que te supone un problema y pones a trabajar tu fuerza de voluntad. Para hacértelo más fácil, te contamos cómo puedes evitar el hambre emocional para no engordar y así cuidar de tu salud y bienestar.
La lógica aquí funciona como un tiro: si no tienes cerca la tentación, es más difícil que caigas en ella. Procura hacer la compra sin hambre, después de comer o de desayunar, para respetar al máximo la lista de alimentos que has hecho previamente (sí, hay que hacer la lista de la compra). Hazla con cabeza y deja fuera de ella los alimentos trampa, como dulces y ultraprocesados, y llena tu cocina con aquello que realmente te beneficia. Al final, es lo que comerás cada vez que sientas hambre.
Sabemos que no hay mejor bebida para el organismo que el agua pero, además, nos ayuda a regular el apetito. Las sensaciones de hambre y sed en ocasiones se confunden, y la mejor manera de detectar un falso apetito es beber un vaso grande de agua. Si al hacerlo el hambre desaparece, es que tenías sed. Y si sigues teniendo hambre, aunque no sea todavía la hora de comer, es hora de recurrir a los snacks saludables, como la fruta, los bocadillos ligeros con pan integral o el famoso puñado de frutos secos.
El cerebro necesita tiempo para producir la sensación de saciedad que nos hace dejar de comer. Hasta que esto no ocurre, el hambre nos puede hacer comer a toda lo que nos pongan por delante, incluso por encima de nuestras necesidades. Para evitar esto y saber cuándo ha llegado el verdadero momento de parar, es fundamental que comas despacio, masticando bien cada bocado y disfrutando de los alimentos. Evita las distracciones, como la tele o comer delante del ordenador, y concédele al momento de la comida toda la importancia que tiene.
Es el principal responsable del hambre emocional, así que hay que actuar frente al él para que puedas recuperar la estabilidad y la calma que necesitas. Bienvenido sea todo aquello que te ayude a relajarte, como la meditación o darte un baño caliente antes de dormir (y evitar atracones nocturnos). Pero nada como ponerte en serio a hacer ejercicio físico. Puede que haya llegado la hora de apuntarte a esas clases del gimnasio que te harán producir hormonas como la serotonina, conocida como la hormona de la felicidad, mantener un peso saludable y controlar mucho mejor el apetito.
Si sientes que no puedes controlar tú sola el hambre emocional, no dudes en pedir ayuda. Puedes acudir a un nutricionista para poner en orden tus comidas, a un psicólogo para poner en orden tus emociones, o a ambos. La ayuda de un profesional es el mejor apoyo cuando sentimos que solos no podemos cambiar determinados hábitos que son perjudiciales para nuestra salud.