A veces se nos olvida que, antes de ir a todas partes con un teléfono móvil conectado a internet -y a sus correspondientes grupos de WhatsApp-, también se viajaba. En vez de a Google Maps, recurríamos a los planos de papel que nos daban en la oficina de turismo, donde, de paso, nos hacían una serie de recomendaciones. Comíamos en los lugares que destacaban en la guía (¡un libro con el que cargábamos!) o en los que nos encontrábamos por el camino cuando teníamos hambre y hacíamos fotos con una cámara.
Es innegable que los smartphones nos han hecho las vacaciones más fáciles y cómodas, pero también tienen un efecto colateral: podemos estar en un destino precioso y, en vez de disfrutarlo, perdernos en el agujero negro del scroll infinito, vivir pendientes de los likes que tienen (o no tienen) nuestras publicaciones o, horror, entrar en el correo del trabajo. Según el último informe sobre Desconexión digital de Infojobs, de hecho, el 59% de los trabajadores no desconecta en sus vacaciones de verano.
“Las únicas vacaciones en las que conseguí estar sin el móvil fueron las de 2019. Estuve con mis padres tres semanas y se lo daba a mi madre con la condición de que lo guardase hasta que se lo pidiera tres veces”, cuenta Ana como ejemplo del enganche que tiene al smartphone también en vacaciones. Consigue mantenerse lejos del móvil si está fuera de casa y con muchos planes, pero admite que, incluso así, no se libra de querer publicar stories en Instagram.
¿Significa todo esto que debamos tomarnos las vacaciones como si viviéramos en el año 2000, dejando el teléfono en casa o cambiándolo por un dumbphone (teléfonos "tontos", por su traducción en inglés, sin internet)? No necesariamente. “La tecnología en sí misma no es capaz de nada, no puede ni arruinarnos ni hacer que las vacaciones sean las vacaciones de nuestra vida. De lo que va a depender es del uso que hagamos de ella”, señala Enric Soler, psicólogo relacional y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
El experto apunta que uno de los problemas más frecuentes en vacaciones es ese estar absorbidos por la pequeña pantalla y que pasen las horas sin darnos cuenta y sin disfrutar del lugar en el que estamos. “Antes, al ir a la playa, te llevabas el periódico o una revista. Leías lo que te interesaba y tenía un final. Ahora en el móvil lo tienes todo, vas saltando de un lado a otro y, cuando te quieres dar cuenta, ya se está poniendo el sol y no has disfrutado de esa comida en la playa”, ejemplifica.
Sobre esto, la también psicóloga Lucía Pérez Torres, experta en la detección e intervención en Adicciones Tecnológicas, explica que es algo que hacemos ya como un gesto inconsciente. “Hemos convertido el uso del móvil en un hábito automático, no son decisiones conscientes. Por ejemplo, al despertar comprobamos si tenemos notificaciones antes de dar los buenos días. Si estamos acostumbrados a revisar el móvil constantemente en nuestra rutina diaria, es probable que continuemos haciéndolo durante las vacaciones sin darnos cuenta”, sostiene. La experta recuerda también que, “Según el Dr. Adam Alter, profesor de psicología y marketing en la Universidad de Nueva York, las aplicaciones de redes sociales y los juegos móviles utilizan técnicas de diseño persuasivo para mantenernos enganchados”. Salir del bucle puede ser difícil.
Otro problema generado por las redes sociales es esa necesidad de compartir las vacaciones en nuestros canales. “Compartir un par de fotos en una red social no te va a enturbiar las vacaciones, pero si te obsesionas con que tiene que salir todo lo que visitas y que en todo momento todo el mundo tiene que saber dónde estás y estás pendiente de quién lo ha visto. Entonces no estás de viaje, sigues estando en tu lugar de origen y pendiente de lo que piensen o de lo que vean o de lo que opinen los vínculos sociales de tu lugar de origen”, indica Soler.
Otra de las posibilidades que nos ha traído la tecnología es la de seguir pendientes del trabajo también en vacaciones, algo que no deberíamos hacer. “A mí sobre todo me agobia ver cosas de trabajo y pensar que no las puedo hacer porque realmente necesito ese tiempo para descansar", admite Ana. Si el móvil, con el correo laboral tan a mano, no nos deja olvidarnos de esos once meses de trabajo y oxigenarnos de verdad, debemos tomar medidas. “Tu obligación laboral en vacaciones es descansar para poder reincorporarte con más energía, ilusión y ganas”, señala Enric Soler.
“Desde una perspectiva psicológica, las vacaciones son esenciales para reducir el estrés y prevenir el burnout, que se caracteriza por agotamiento emocional, despersonalización y una sensación de disminución del logro personal. Desconectar del trabajo durante las vacaciones es crucial para mitigar estos efectos y recuperar el equilibrio emocional”, añade Lucía Pérez Torres. “Proteger nuestro tiempo de vacaciones del trabajo es esencial para nuestra salud mental y bienestar general. Regresaremos al trabajo con una mente más clara y renovada”, señala.
Seguir consultando cosas de trabajo en vacaciones es, por lo tanto, malo para la salud mental. De hecho, Enric Soler cuenta que, en muchas demandas por ansiedad y burnout, en cuanto rascan un poco se descubre que la persona lleva años sin hacer vacaciones reales. Hay que ponerse límites, señala, y entender que las consecuencias de esa hiperconexión son, a la larga, peores que los atrasos que puedan producirse (si se producen) mientras descansamos. Mejor unas vacaciones que una baja.
Esta desconexión, no solo del trabajo, sino de la rutina diaria en general, es clave para recuperarse del estrés, descansar (no necesariamente físicamente, sino mentalmente) y, en general, sentirnos mejor. Pero ¿cómo hacerlo? Los psicólogos entrevistados ofrecen una serie de consejos, aplicables también al día a día.