Normalmente, cuando hablamos de salud es probable que lo asociemos mecánicamente a ir al médico. Sin embargo, nuestra salud está en el autocuidado. El Dr. Antonio Sitges-Serra, autor del libro 'Si puede, no vaya al médico', aseguraba recientemente que el 80% de nuestra salud está fuera del sistema sanitario. Así lo avaló en 1994 la enfermera e investigadora estadounidense Dorothea Oram, a quien se atribuye el concepto de autocuidado.
Es fácil imaginar qué es el autocuidado: son una serie de acciones individuales dirigidas a mejorar nuestra salud. En definitiva, a que el médico se reduzca a ese 20% de nuestro bienestar integral. Cuidarnos (no solo físicamente) es esencial para vivir más años y en mejores condiciones. ¿Cuáles son las claves del autocuidado? Vamos a verlas.
Sí, esta puede ser de las más obvias. Mantener buenos hábitos alimentarios reducirán el riesgo de padecer diabetes tipo 2, muchos tipos de cáncer o enfermedades cerebro y cardiovasculares. ¿Cómo logramos una alimentación equilibrada? Aumentando la ingesta de frutas (que tienen un montón de nutrientes), verduras y grasas saludables (frutos secos, aceite de oliva virgen extra, pescado azul) y reduciendo la de azúcar y sal (o sea, limitando al máximo los llamados ultraprocesados). Y, por supuesto, hidrátate: bebe al menos 1,5 litros de agua diarios.
No quiere decir que tengamos que salir a sudar al gimnasio tres horas diarias. Ni mucho menos. Mantenerse activo es vital no solo para nuestra salud cardiovascular, sino también para nuestro bienestar mental. La actividad física envía oxígeno a los tejidos y es un cardioprotector incomparable. Si eres de las personas que le dan caña al gimnasio no tenemos nada que añadir; si te apetece probar cómo mejora tu salud, ve progresivamente: con caminar 30 minutos cinco días a la semana lo notarás pronto.
Y si pueden ser 8, mejor aún. Según la Fundación Española del Corazón, una correcta higiene del sueño reduce la depresión, mejora corazón y memoria, refuerza tu sistema inmunitario, incrementa tu creatividad y ayuda a perder peso. Sí, como lo lees: cuando dormimos poco, nuestros adipocitos liberan menos leptina, la hormona que regula nuestro apetito, y más grelina, la que nos anima a darnos atracones.
Vivimos tiempos en los que todo es blanco o negro; sin embargo, en esos matices intermedios está la verdadera riqueza. Contrasta la información que llegue a tus manos, no te creas lo primero que te envían al WhatsApp, compara esa noticia en diversos medios de comunicación y saca tus propias conclusiones. En paralelo, ejercita tu creatividad con aquello que te guste más: pintar, hacer alguna manualidad, bricolaje, cocinar… ¡Lo que más te guste y te haga desconectar!
Cuando decimos red social nos referimos a tu círculo de personas queridas, no a Instagram o TikTok. Queda con gente, ve con ella al cine, a mirar una exposición, a dar un paseo, a charlar. La socialización es una de las bases del bienestar emocional y, a la larga, de la salud mental.
Puede parecer una tontería, pero mantener una higiene física y de nuestro entorno no solo mantendrá sano nuestro sistema inmunitario, sino que nos aportará bienestar emocional. La higiene corporal, dental, capilar…, suele conllevar un protocolo que también nos ayuda a relajarnos. ¿Quién no se siente renovado después de un buen baño o una buena ducha?
A veces nos sentimos tristes, felices, nerviosos…, y no nos paramos a pensar por qué. El estrés, que dispara nuestros niveles de cortisol (aumentando el riesgo de padecer diversas enfermedades) también nos juega malas pasadas. Para ayudarte a regular tus emociones, que pueden desembocar en problemas de salud mental, pero también física, busca maneras de relajarte. Pueden ser el yoga o la meditación, pero también cosas tan sencillas como escuchar música, dibujar, colorear un mandala, leer, escribir, cuidar de tus plantas, ver una película o serie o conversar con alguien cercano. Regálate un baño relajante o, si te lo puedes permitir, un masaje: gestos así mejoran tu bienestar y tu autoestima.
¿Termina tu jornada laboral? Bien, haz lo posible por no atender llamadas o correos electrónicos fuera de ella. Pero desconectar también pasa por liberarte de la dependencia del smartphone: aprende a tener ocio sin él. El FOMO (miedo a perdernos algo por no estar conectados a las redes) también nos genera ansiedad y dependencia, algo que empeora nuestra salud emocional, nuestros hábitos de sueño y, en definitiva, nuestra calidad de vida.