Una alimentación variada y saludable es clave para ayudarnos a sentirnos mejor, más activos y con mayor energía, porque nos aportará todos los nutrientes que nuestro cuerpo necesita para funcionar de manera eficiente, por lo que tenemos que darle lo que más le conviene.
Mientras que algunas dietas están pensadas para perder peso, otras nos hacen tener más energía y algunas están diseñadas para ayudarnos con los procesos naturales del cuerpo, como puede ser la inflamación. Esta forma parte de la defensa natural del cuerpo frente a un ataque, una vez que el peligro desaparece, debería hacerlo también la inflamación, pero no siempre sucede así.
En algunas ocasiones la inflamación no desaparece, dando lugar a una situación permanente de estrés para el cuerpo. Esto puede deberse a que se producen más sustancias inflamatorias que antiinflamatorias y en esto la alimentación puede ayudarnos un poco a recuperar el equilibrio y evitar aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades en el futuro.
La base de cualquier dieta antiinflamatoria es priorizar los alimentos naturales frente a los procesados, y los de origen vegetal frente a los de origen animal. En realidad, estas dietas son muy similares a lo que se aconseja en la dieta mediterránea, que siempre se ha considerado una de las más saludables y equilibradas.
Así, hay que priorizar el consumo de frutas y verduras, proteínas de calidad y grasas saludables, tal y como recomiendan investigaciones de la Universidad de Harvard.
Además, conviene evitar abusar de las carnes rojas y procesadas, los granos refinados (como el arroz o el pan blanco), los refrescos azucarados, la comida rápida, los ultraprocesados y reducir al mínimo el consumo de alcohol.