Los cambios que ha experimentado el mundo en general en los últimos años, se reflejan también en las relaciones personales. A día de hoy, salvo contadas excepciones, somos una sociedad que vive deprisa, que ha normalizado el estrés y que busca la inmediatez y eficacia en cualquier ámbito de la vida, incluyendo las relaciones de pareja. Una consecuencia de esta realidad es la tendencia del amor líquido que arrasa en nuestro país (y en otros muchos).
Sabemos que, por suerte, ya no entendemos el amor como una relación exclusivamente entre hombre y mujer y que debe perdurar toda una vida. No es que ese tipo de relación no exista, ni sea la ideal para quienes la eligen, pero la diversidad a la hora de entender el amor ha abierto un abanico de posibilidades en el que cada uno debe encontrar el lugar en el que sentirse feliz. Ahora bien, deberíamos no confundir la libertad para amar, con el miedo a hacerlo. Y ahí es donde entra el amor líquido que, para muchos profesionales de la psicología es solo un síntoma de insatisfacción personal o falta de autoestima. Te lo contamos.
Fue el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman quien acuñó este término en 1950. Con él se refiere a la superficialidad en las relaciones sentimentales y a la fragilidad de las raíces emocionales que se establecen cada vez con más frecuencia. Buscamos en el otro el apoyo emocional y la satisfacción inmediata, dejándolo pasar una vez que hemos obtenido lo que buscábamos, sin implicarnos y sin pedir implicación por la otra parte.
Esto, en principio, no tiene por qué tener nada de negativo, pero los psicólogos apuntan a que detrás del amor líquido puede haber una falta de autoaceptación, autoestima y autoconocimiento, que nos impide implicarnos emocionalmente para construir relaciones sanas y duraderas.
El amor líquido se centra en el momento presente y en las propias necesidades de cada individuo. En muchas ocasiones, la relación se establece sin que las dos personas se conozcan en persona, ya que las redes sociales también juegan un papel importante en la extensión del amor líquido. Como decíamos, son relaciones en la que no se establece ningún tipo de compromiso, que se terminan cuando se ha logrado el objetivo que la propició, sea emocional o sexual, y que ven precipitado el final si surge cualquier tipo de conflicto.