Las redes sociales han conseguido que odiemos nuestro cuerpo: los datos recientes que lo confirman

  • Un estudio reciente de Dove revela que el 33% de las mujeres se sienten presionadas para cambiar su cuerpo por las imágenes que ven en redes sociales

  • Además, la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) alertaba hace unos meses de que las operaciones estéticas habían subido entre un 14 y un 20% entre la juventud y de que la edad media de quienes se hacen retoques ha bajado a los 15 años.

  • Alba Díaz muestra su celulitis y comparte un aplaudido alegato: "Se acabó autodestruirme"

La presión por ser guapa —sea lo que sea lo que signifique eso en cada momento histórico— no es nueva. Se podría decir que una cuestión de milenios: ya en la Antigua Roma las mujeres debían ajustarse a ciertos patrones. Pero que no sea una cosa del siglo XXI no quiere decir que la actualidad no la haya hecho más dura. El presente tiene algo con lo que el pasado no contaba: internet y nuestras vidas eternamente conectadas, con ese escaparate de lo ideal que son las redes sociales.  

No cumplir con esos estándares solo hace que nos sintamos mal. Internet consigue que odiemos nuestro cuerpo, como nos señalaba Alba Díaz hace unos días.

Cuando en 2004 la marca Dove hizo su primer estudio sobre percepción de la belleza descubrió que solo el 2% de las mujeres encuestadas se definía como bella. Dos décadas después, las cosas no son mucho mejores. En su edición de este año, ‘El Estado Real de la Belleza’ ha descubierto que el 33% de las mujeres se sienten presionadas para cambiar su cuerpo por las imágenes que ven en redes. Es algo global —el estudio habla con mujeres de 20 países— y que mina la autoestima. De hecho, 2 de cada 3 creen que la presión que hay hoy en día sobre las mujeres en cuestiones de belleza y apariencia física es mucho mayor que la vivieron las de la generación de sus madres.  

Las cosas se complican todavía más cuando se pone el foco en las adolescentes. Una investigación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) acaba de descubrir que la presión que sienten ellas por lo que ven en las redes sociales es mayor que la que reciben los adolescentes. El 31,9% de las chicas reconoce que lo que ven en esas plataformas cambia cómo perciben sus propios cuerpos (frente al 23,5% de los chicos). 

Lo cierto es que la cuestión no es ni siquiera nueva: la filtración hace unos años de los llamados “papeles de Facebook” descubrió al mundo que desde la compañía sabían que Instagram tenía un efecto negativo sobre las adolescentesun 32% se sentía peor con su propia imagen tras ver contenidos en Instagram, según uno de esos estudios internos que salieron a la luz— y que aun así no habían hecho nada para solucionarlo.  

Estándares de belleza poco realistas 

Pero ¿qué significa ahora mismo ser guapa? Los datos de Dove apuntan que el 68% de las mujeres querría ser delgada y un 64% tener la cintura estrecha, aunque también que un 57% desea tener curvas. Las adolescentes de la UNIR hablan de la importancia de estar delgadas y de parecer que estás en forma.  

Por supuesto, cuando se habla de todas estas cuestiones no se tiene en cuenta cómo es el propio cuerpo o qué hay detrás de esas imágenes que se ven en Instagram o TikTok. Ya en las propias redes sociales existen cuentas o influencers que descubren los trucos de luz o poses detrás de muchas de esas fotos aspiracionales. La periodista Danae Mercer publica de forma habitual reels en los que muestra de forma práctica las formas en las que las imágenes potencian cosas y eliminan otras. Simplemente con cambiar cómo estás sentada ya puede hacer que parezcas mucho más delgada.  

Y tampoco hay que olvidar que en las redes sociales la gente tiende a publicar sus mejores fotos, escogidas con mucho cuidado y a las que se le han añadido todos los filtros posibles. Cuando son imágenes de influencers, lo habitual es que tengan detrás a todo un equipo —como ocurre con las fotos de alfombras rojas y eventos de ese estilo— que trabaja para que todo sea lo más perfecto posible. La relajada foto desayunando en una terracita con un peinado estupendo y una luz dorada está muy lejos de ser una imagen cualquiera hecha de repente.  

Un año de vida por la belleza ideal  

Las adolescentes del estudio de la universidad riojana coinciden con los chicos que participaron a la hora de señalar —lo hace la amplia mayoría— que los contenidos que reciben —y suman también aquí a medios y publicidad— dan mucha importancia a una buena apariencia física, aunque eso los lleve a mostrar cuerpos poco realistas.  

Con todo, saberlo no impide que afecte a lo que se desea. Así, si 9 de cada 10 mujeres y niñas del estudio de Dove reconocen que estuvieron expuestas a contenido tóxico sobre belleza online —y lo identificaron—, 2 de cada 5 encuestadas dice también que daría un año de su vida para poder alcanzar la belleza ideal. Un año se ve como un peaje no muy alto por ser como siempre se ha soñado.  

Y la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) alertaba hace unos meses de que las operaciones estéticas habían subido entre un 14 y un 20% entre la juventud. Entre las personas adultas, la mitad de la población española ya se ha hecho algo. Las redes sociales y su influencia han llevado a que la edad media de quienes se hacen retoques haya bajado en 15 años.  

¿Peor para las hijas de esta generación?  

Si las mujeres de ahora temen que la presión que viven sea peor que la que vivieron sus madres, las del futuro podrían verlo incluso peor. Los cambios tecnológicos podrían empeorar las cosas, porque en pocos años —ya a veces ahora— separar la realidad de la mentira en internet se hará mucho más difícil. Una de cada 3 mujeres encuestadas por Dove reconoce que siente la presión igual, incluso sabiendo que está ante un contenido falso o generado por una inteligencia artificial. 

De hecho, la inteligencia artificial es ya, según el estudio de la marca, para la representación de la “belleza real”. Investigaron qué ocurría cuando se le pedía que crease imágenes de mujeres y sus resultados tendían hacia esa versión idealizada poco realista.