El retorno del teléfono tonto: volver al móvil básico de 2002 para sobrevivir a la hiperconexión

La única persona de mi círculo más cercano que no tiene un smartphone es mi padre, que se ha negado a aprender cómo funciona WhatsApp y quiere un móvil que resista golpes y caídas. La única manera de comunicarse con él pasa un revival de las comunicaciones a lo 2002.  Pero, sorprendentemente, puede que con su decisión haya ido por delante de las tendencias, un trendsetter de la nueva moda emergente: la de la gente que prefiere hacerse con un “teléfono tonto” —también se llaman dumb phones, importando desde el inglés, o “teléfono básico, en el lenguaje más neutro de los catálogos de las tiendas de electrónica— y reducir el ruido que nos puede arruinar incluso las vacaciones.  

Todavía no se ven de forma masiva en las calles, cierto es, pero eso no quita que la idea se vaya extendiendo y que llegue —y quizás este es el dato más llamativo— a cada vez más públicos, juventud incluida. La gráfica global de búsquedas de “dumb phone” que muestra Google Trends para los últimos cinco años confirma una escalada constante desde principios de 2022. Cuando el término se busca directamente en el propio buscador en España, las sugerencias recomiendan como relacionada habitual “teléfono tonto con WhatsApp”, demostrando que hay ya quienes investigan estos temas.  

Qué es un teléfono tonto  

Para entender qué es un teléfono tonto solo hay, si se tiene más de 20 años, que hacer memoria. Los terminales con los que los teléfonos móviles se hicieron populares en el cambio de siglo solo permitían llamar, enviar sms y, únicamente en sus versiones más avanzadas, hacer fotografías. Sus baterías parecen, en nuestros recuerdos, eternas y la resistencia a toda clase de golpes y accidentes es ahora legendaria. Los dumb phones son, básicamente, esos mismos móviles, aunque los separen un par de décadas.  

Por supuesto, estos móviles nunca dejaron de existir. En el mercado existen muchos modelos, con teclas grandes y añadidos como botones de emergencia, que se comercializan para el público de más edad. Lo que cambia ahora es que el público objetivo se ha convertido en, básicamente, cualquier persona y, en especial, joven.  

Teléfonos básicos para gente a la moda  

HMD, la empresa que es la heredera de la desaparecida Nokia, acaba de presentar su móvil de Barbie. Es rosa, de concha (algo altamente dosmilero) y tiene accesorios, como fundas y colgantes. Lo que no incluye, eso sí, es ni una sola app, como dejan ya bien claro en su presentación. “Dale vacaciones a tu smartphone”, es el reclamo con el que lo promocionan en su web. “Sin aplicaciones que te distraigan. Es hora de desconectar para volver a conectar”, describen. No es un teléfono para la tercera edad, sino una propuesta aesthetic para la gente que sabe lo que está de moda.  

Las investigaciones de mercado también apuntan en esa dirección. Un estudio de la empresa SPC señala que el 12,2% de las personas de entre 18 y 35 años en España ya se han pasado a los teléfonos tontos y un 19,5% afirma que conoce a alguien que lo ha hecho. El por qué no requiere mucha imaginación: empieza a existir una cierta saturación por la hiperconectividad en la que se vive. 3 de cada 4 de todas las personas encuestadas reconoce, de hecho, que han pensado en reducir el tiempo que usan sus móviles inteligentes.  En paralelo, igualmente crecen las ventas. Punkt, una marca suiza que fabrica este tipo de terminales, le confirma a El País que han registrado ya crecimientos interanuales de ventas de más del 30%.  

Paz mental y tranquilidad 

La tendencia no es del todo nueva. En 2014, ya los medios estadounidenses estaban hablando de la tendencia emergente entre los más modernos de pasarse a los teléfonos tontos, buscando más duración de la batería, servicios básicos y precios más bajos en la factura del teléfono del mes. Al mismo tiempo, quienes hacían entonces el cambio explicaban que sentían que sus smartphones habían acabado con la aventura en la vida diaria —ya no entrabas en un bar cualquiera, sino que buscabas las recomendaciones en Google Maps— y que al pasarse a un móvil básico ganaban en tranquilidad.  

Esa es, de hecho, la gran razón que se esgrime ahora, una década después, para hacer la transición a un móvil básico. Si en 2014 se sentía que se pasaba demasiado tiempo mirando la pantalla, en 2024 el tiempo que se escapa así es todavía mayor. Incluso, cuesta desconectar. Un reciente estudio de NordVPN señala que el 85% de la población española se lleva sus dispositivos electrónicos a la cama, a pesar de que la mitad reconoce que pierden horas de sueño por hacer scroll, un scroll que aporta poco y solo sirve para perder el tiempo.  

Las pantallas roban atención, las constantes notificaciones hacen que se viva en un estado de estrés permanente porque todo parece relevante y urgente (aunque no lo sea) y la hiperconectividad hace que separar trabajo y vida privada se vuelva más difícil que nunca. La tecnología ha conseguido hasta hacer de las vacaciones algo estresante.  

Con todo, desconectar en un mundo tan conectado no es tan fácil ni para una misma ni para las demás personas. Hay quienes, por ello, optan por fórmulas híbridas, como usar diferentes tipos de móvil según los días y dejar los fines de semana para un móvil básico con el que ganar silencio. Algunas empresas están intentando desarrollar móviles que unan lo mejor de los dos mundos. Una de Estados Unidos llamada Light tiene lo que llama “teléfonos ligeros” No son baratos, pero prometen que son un antídoto ante la economía de la atención y la hiperconectividad. Son smartphones, pero solo con “herramientas esenciales” y una pantalla de tinta electrónica.