Tomarse un año sabático tiene beneficios, pero pocos pueden hacerlo: "El mundo no se olvida de ti"

A María fue un episodio de mala salud lo que la obligó a hacer un parón importante en el trabajo y en el ritmo diario. Empezó con una baja y acabo siendo un año de pausa. A un par de años vista, habla de ese período como su año sabático, uno en el que decidió priorizarse por encima de las demás cosas y centrarse en ella misma. ¿Se habría tomado María esa pausa si su salud no le hubiese dado un mensaje de advertencia?  “No me lo hubiera planteado”, reconoce. Hasta entonces, toda su vida laboral había sido como autónoma, lo que no permite hacerse con los ahorros necesarios para tomarse un año para no hacer nada. Tampoco es un modelo en el que se sienta que se tiene la estabilidad para poder darse un parón.  

“Ese año mismo no aprendí nada”, reconoce, pero sí lo hizo “a tres años vista”. “No pasa nada si paras un año. El mundo no se para y no se olvidan de ti”, reflexiona. Y, a veces, parar es necesario. Dedicarse un año a una misma es casi una fantasía aspiracional, una que aparece desde en las más 'buenrrollistas' pelis de tarde —¿quién no querría darse un año de paz en Vermont?— hasta en la literatura de renombre reciente y pasada.  

No pasa nada si paras un año. El mundo no se para y no se olvidan de ti

La protagonista sin nombre de 'Mi año de descanso y relajación', de Ottessa Moshfegh, busca tomarse un año sabático un tanto extremo, uno dedicado de forma exclusiva a dormir. Y —más reciente y más cerca— 'Gozo', de Azahara Alonso, lleva el año de pausa a una isla en medio del Mediterráneo. En su libro, Alonso enumera que un año sabático debe tener 12 meses: “Lo que se hace durante este tiempo debe estar bajo el signo de la inutilidad”, insiste. Lo importante es no hacer nada.  

Un mundo hiperconectado y abrumador 

La cuestión se vuelve incluso más importante en un mundo acelerado en el que parar y desconectar parece cada vez más difícil. Solo el 10% de la población española tiene bienestar digital, según los datos del reciente ‘I Estudio de Bienestar Digital’ de ING. Aunque la ley ha convertido en un derecho laboral la desconexión digital y aunque el 54% de la ciudadanía cree que es algo importante, solo el 16% sabe desconectar digitalmente del trabajo. Apagar el ruido de internet cuesta y llevarse el móvil a cuestas siempre lo hace más difícil: cuando se va a la esencia, al 70% de las personas se le podría diagnosticar nomofobia, el miedo irracional a estar un tiempo sin móvil.  

En cierto modo, la desconexión digital se ha convertido en un nuevo elemento de lujo, en una especie de privilegio que cuesta dinero. En el mercado existen ya curas ‘detox’ y experiencias de silencio —previo pago— y por cada alto ejecutivo que se puede permitir tener un teléfono tonto hay un asistente personal con bajo salario que recibe todas sus llamadas.  

La hiperconexión es uno de los problemas del presente, pero también lo es el agotamiento y una cierta saturación mental. Un estudio de la OCU apunta que el 61% de la población reconoce haber tenido recientemente algún problema de salud mental. El estrés, la ansiedad y el insomnio son los más habituales. 

Los beneficios del año sabático   

El año sabático permite romper con la rutina y desconectar, algo que, por mucho que se intente, no se puede hacer realmente ni en fin de semana ni en vacaciones. El gran reto ahora mismo para las empresas es, de hecho, “recuperar a un trabajador que está cansado y con grandes niveles de estrés”, explica Agustín Sánchez-Toledo Ledesma, profesor del Máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales (PRL) de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). 

En paralelo a quienes se toman esta pausa por su cuenta (y cualquier trabajador puede hacerlo: es uno de los permisos no remunerados), el experto señala que algunas organizaciones ya ofrecen —y cubren— esta posibilidad para la plantilla. En 2019, me dice, ya el 20% de las empresas de Estados Unidos ofrecía a sus trabajadores un año sabático. Tiene su lógica empresarial. Quien vuelve tras esta pausa tiende a ser más fiel a la compañía y, además, ayuda a mejorar el 'burnout'. “El mundo del trabajo está cambiando rápidamente”, recuerda. Si antes era el centro de nuestras vidas, ahora nos importan muchas otras cosas y más, especialmente entre las nuevas generaciones. “Las empresas están buscando nuevas maneras de retener talento y reinventarse”, señala.  

Para las nuevas generaciones, tomarse un año sabático puede ayudar a descubrir qué se quiere ser o hacer. En muchos países es habitual que, antes de entrar en la universidad, se tenga un ‘gap year’. No en España. “Aquí se tiene la percepción de que es perder un año, que es algo terrible”, apunta Alicia Sianes Bautista, profesora del departamento de Historia de la Educación y Educación Comparada de la UNED. La experta insiste que no se pierde nada. Ese año tiene valor educativo, apunta. No pocos jóvenes empiezan ahora estudios universitarios que luego abandonan, frustrados, porque no es lo que querían o lo que les interesa. Un parón previo te deja pensar bien qué quieres hacer.    

La gente que lo ha hecho a nivel profesional ha venido con mucha más energía y les ha valido para reinventarse

La brecha del año sabático  

La cuestión de sus beneficios se perfila. La que no lo hace tanto es la de quién puede acceder a ellos. Sianes Bautista indica que la brecha estaría entre las familias que alientan a que te tomes ese año fuera —con más recursos y más nivel socioeconómico y cultural— y las que no. “Quien puede, manda a su hijo fuera a estudiar”, señala. No es solo una cuestión económica, sino igualmente de entender el valor que tiene (aunque el sesgo se está reduciendo gracias a los medios y la presencia positiva de este tipo de experiencias en la cultura popular). Aun así, insiste en que “hay opciones”, como becas y programas de intercambio que democratizan la experiencia.  

“La gente que lo ha hecho a nivel profesional ha venido con mucha más energía y les ha valido para reinventarse”, suma Sánchez-Toledo Ledesma. El año sabático les ha permitido ver las cosas de otra manera. Quién puede permitirse el lujo del descanso no es el tipo de cuestiones sobre las que pregunta el Instituto Nacional de Estadística, pero un estudio de hace unos años de eDreams intentó cuantificar cuántas personas podrían tomarse un año sabático. De entrada, solo un 7% sentía que podía hacerlo sin perder luego su empleo. Para continuar, pocos podían pagárselo.  

Desde su experiencia, María añade que te lo puedes permitir o bien si tienes ahorrado o si cuentas con “el lujo de tener a alguien que te sostenga”. Solo el 43% de la población española, según las cifras de eDreams, podría asumir económicamente el parón, por mucho que un 71% sueñe con un año sabático. 

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