Hace unas semanas, Isa Laureano compartió un vídeo en TikTok. Era un vídeo de 7 segundos, pero funcionó como el pistoletazo de salida para una confesión colectiva. “Mi mayor miedo como semiadulta: no saber comprar en una carnicería”, decía entonces Laureano. No está sola. A la Generación Z le abruma pedir en la carnicería o la pescadería, como reconocen en los comentarios al vídeo original y como empezaron a confesar en otros vídeos.
Cristina no tiene 20 años: es una millennial y ya no es exactamente parte de la juventud, pero entiende perfectamente estas confesiones. No lo ha contado en TikTok, pero los comprende. Puede que ella sea una adulta, pero tampoco ha llegado a dominar este lenguaje. “Soy joven de espíritu, mis temores son los suyos”, bromea.
Pero ¿qué lleva a temer pasar por uno de estos negocios de toda la vida? El problema está en no saber cómo pedir las cosas y, al final, en la vergüenza potencial ante situaciones a las que te expone la ignorancia. Es el miedo escénico ante querer merluza y señalar un rapante, o no saber a ciencia cierta cuándo algo tiene buena pinta o debería ser en realidad mejor.
Algo parecido ocurre con las medidas y los pesos. Quienes compran habitualmente en charcuterías, carnicerías o pescaderías los han interiorizado, pero para quienes no es la práctica de siempre es un lenguaje nuevo y que a veces se siente confuso. Necesitas entender qué implican todas esas medidas o hasta cómo se venden y se compran esos productos. “Una vez pedí 50 gramos de queso. Me fui con mi loncha de queso y callada de la vergüenza”, le confiesa una de las usuarias que se han abierto en los comentarios a Isa Laureano. No es un error que sea raro cometer, a tener de las confesiones que han empezado a surgir.
¿Sorprendieron estos vídeos a los propios carniceros, charcuteros y pescaderos? “Somos conscientes de que la edad media de nuestra clientela está por encima de los 40 a 45 años, lo que nos sorprendió fue el motivo”, explica María Sánchez, la secretaria general de Cedecarne, la confederación que agrupa a las carnicerías españolas. Nunca se habían planteado que lo que les costase a los jóvenes fuese entender el lenguaje de las compras de frescos en el pequeño comercio.
Se han tomado con buen humor el descubrimiento y están aprovechando el momento para explicar justo qué significan cuarto y mitad y todos esos conceptos misteriosos que dominan los habituales. Ellos mismos han hecho su propio vídeo viral. “Aquí no se examina a nadie”, nos dice a Divinity.es Sánchez con buen humor. Puedes ir a la carnicería sin saber nada y no importa. Ya se encargarán ellos de entender qué es lo que necesitas.
Sánchez apunta que nos estamos acostumbrando a sustituir las personas por las pantallas, “pero es verdad que es importante recuperar ese trato humano”, reivindica. Ir a comprar a la carnicería o la pescadería no deja de ser una forma de socializar.
¿Debemos tener miedo a ir a comprar a la plaza o al mercado? En absoluto, o eso nos dicen desde las carnicerías, e insisten en que justo están al otro lado para explicar lo que quieras. A Cristina, una de sus amigas le ha recomendado hacerse con una pescadera de confianza, que te explica rápidamente qué pescado es cuál y hasta cómo cocinarlo. “No hace falta que conozcas el argot”, asegura Sánchez. Puedes simplemente decir quiero 5 filetes o necesito una carne para hacer tal plato. “El carnicero es como ChatGPT”, bromea. Tú le dices lo que quieres y te da todas las instrucciones.
Incluso, suma, hay carnicerías que ahora ya sirven por WhatsApp y otras que tienen platos preparados que solo tienes que acabar de hacer en casa para simplificar el proceso de cocinado. El vídeo viral ha sido un punto de partida para seguir hablando de cómo comprar. “Vamos a seguir porque los mensajes para que calen tienen que ser una lluvia fina”, promete Sánchez.
Quizás, parte de que la Generación Z no sepa exactamente cómo pedir está en cómo el boom del ecommerce ha cambiado cómo compramos. Quizás también esté conectado con los cambios de hábitos en cómo comemos. En un mundo en el que tenemos cada vez más cosas para hacer cada día y mucho menos tiempo para cocinar, el modo más reposado de comprar que seguían nuestras abuelas parece casi una quimera.
Esto tiene un impacto en dónde compramos, pero también en cómo comemos. Ahora mismo pasamos menos tiempo entre fogones y cada vez cocinamos menos. Que las cadenas de supermercados hayan incorporado secciones cada vez más amplias de platos preparados no es por casualidad. Un estudio de Conforama de hace unos meses ya deja claro que el lugar favorito de la casa de los españoles es el salón y no la cocina.
Estamos perdiendo parte de la cultura colectiva de cocina, pero, como apunta Sánchez, es un conocimiento que se puede recuperar. También estamos perdiendo el comercio de proximidad y recuperar esa cultura de cocinar podría ayudar a evitarlo. Los que ayudan a hacer barrio son la plaza o mercado (sea como sea como lo llames en la zona en la que vives), la carnicería o la pescadería los que ayudan a hacer barrio.
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