Dormir bien es un seguro de vida, pero ante todo es un reparador cerebral. Dormir bien permite eliminar residuos y toxinas resultantes del metabolismo cerebral. También regula la inflamación. Un estudio llevado a cabo por varias entidades científicas (entre ellas el Barcelonaßeta Research Brain Center o BBRBC, centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall) halló evidencias en 2020 de una relación entre el insomnio, la inflamación cerebral (neuroinflamación) y el alzhéimer.
Tiene bastante sentido, dado que dormir profundamente contribuye a un mejor rendimiento cognitivo y también a poder procesar y almacenar correctamente nuestros recuerdos.
Un estudio de 2022 titulado 'La prevalencia del insomnio en España: incorporación gradual de los criterios diagnósticos y notas de la ICSD-3' y publicado en la revista especializada 'Sleep Epidemiology' pone cifras al insomnio: alrededor de un 15% en personas con más de 55 años. Este trastorno crónico del sueño afecta, sobre todo, a mujeres que viven solas y que padecen problemas previos de salud mental, como la depresión.
Antes comentábamos que, durante el proceso de sueño, el cerebro se encarga de eliminar residuos que proceden del metabolismo cerebral. Dicho mecanismo ha sido descrito hace poco y se denomina sistema glinfático: él es el encargado de excretar esos desechos, entre los cuales se encuentra el exceso de proteína beta-amiloide.
La doctora Ana Fernández Arcos, neuróloga e investigadora del mencionado BBRBC, explicaba el pasado octubre que, durante la vigilia, la actividad neuronal es mayor que cuando dormimos. Es ahí, en los momentos de máxima actividad cerebral, cuando la proteína beta-amiloide se acumula. Este exceso de beta-amiloide se observa en personas con alzhéimer, pero también en aquellas que tienen una dificultad crónica para conciliar el sueño. De ahí la relación entre la dolencia neurodegenerativa y el dormir poco y mal.
Por otro lado, Rusell Foster, profesor de neurociencia circadiana en Oxford y director del Laboratorio Nuffield de Oftalmología, y prestigioso experto en esta materia también ha afirmado recientemente que la falta de sueño en personas mayores de 50 puede incidir en los casos de demencia: "Sí, se ha correlacionado la falta de sueño en las personas de mediana edad con altas tasas de demencia en años posteriores -señaló-. Y ahora tenemos cierta comprensión de esos mecanismos. Así, por ejemplo, durante el sueño, esta proteína mal plegada, la beta amiloide, se elimina del cerebro. Pero si no dormimos, esa eliminación de beta amiloide, que por supuesto está asociada con altos niveles de demencia y Alzheimer, no se elimina".
¿Es el deterioro cognitivo leve un síntoma de alzhéimer u otras demencias? No necesariamente. Es un proceso asociado al envejecimiento: es habitual que, según cumplimos años, nuestro cerebro sea menos ágil y tenga mayor dificultad para recordar nombres.
Según señala Foster incluso una sola noche sin dormir puede hacer que se detecten niveles ligeramente más elevados de beta amiloide en el cerebro, aunque puntualiza que dormir poco no quiere decir que necesariamente vas a tener demencia. "Pero lo que los estudios sugieren de manera contundente es que si eres vulnerable a aquellas vías que causan demencia, este es un factor de riesgo significativo".
Por lo tanto, un deterioro cognitivo leve no tiene por qué acabar en una demencia, pero es un factor de riesgo. Y dormir bien (6 o más horas sin interrupción) puede reducir el riesgo de padecerlo. Y aquí se plantea la pregunta del millón: ¿cómo logramos dormir bien?
Lo cierto es que para dormir bien hacen falta los mismos hábitos saludables que para mantener nuestro cerebro en buena forma. Estas son algunas claves:
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