No importa cuántos regalos le hayas hecho a tu pareja a lo largo de vuestra relación, porque puedes dar con el regalo perfecto infinitas veces. Lo cierto es que todos tendemos a hacer regalos que perduren y con el que el otro pueda recordar siempre una fecha especial, pero esta no es la única opción. Hay muchos regalos no materiales para San Valentín con los que podrás sorprender a tu pareja. Son experiencias que podréis disfrutar juntos o por separado, y de las que guardará un gran recuerdo por mucho tiempo que pase. Aunque te sientas sin ideas, tú sabes mejor que nadie lo que le hace feliz, y aquí encontrarás la inspiración que estabas buscando. 

Nadie puede resistirse a un buen masaje aunque seas de los afortunados que no tienen estrés acumulado hasta en las pestañas. Y si lo experimentas en compañía, aún mejor. En muchos centros ofrecen esta experiencia en pareja, sobre todo en San Valentín, y los hay relajantes, balineses, descontracturantes, sueco, kobido… Hay todo un mundo tras las manos de un profesional, así que piensa con cuál puedes sorprenderle. 

La opción de ir a un restaurante bonito a disfrutar de una buena cena es infalible en San Valentín. Seguro que hay algún local que tenga ganas de descubrir, o puedes sorprenderle con un sitio en el que preparen platos exóticos, como un restaurante vietnamita o uno en el que preparen carne de reno salvaje de Finlandia. También es una excelente idea reservar en mismo sitio en el que tuvo lugar vuestra primera cita para reavivar el romanticismo.

No hay que salir de casa para comenzar el 14 de febrero por todo lo alto. Es un clásico que le sorprendas preparando su desayuno favorito y, como a veces vemos en las películas, llevándolo a la cama en una preciosa bandeja. Pero también puedes ponerte las cosas fáciles y triunfar encargando un desayuno gourmet a domicilio. El efecto sorpresa será total y la oferta de este tipo de desayunos es tan espectacular que puede ser la mejor manera de empezar el día más romántico del año.

Tú le conoces mejor que nadie y sabrás cuál es esa pasión oculta que nunca ha encontrado el momento de poner en práctica. Hay quien quiere practicar la escalada, aprender a tocar un instrumento, apuntarse a un taller de escritura o hacer boxeo. Se trata de algo que tú sabes que le encantaría hacer y que no se anima nunca a llevar a cabo por los motivos que sean. Apúntale tú y verás qué sorpresa se lleva.

A lo mejor es mucha coincidencia que el 14 de febrero toque en tu ciudad ese grupo o cantante que tanto os gusta, pero seguro que puedes conseguir las entradas para que las reciba ese día. Y subimos la apuesta: si el concierto no es en tu ciudad, puedes hacer el combo concierto + escapada romántica y hacer el mejor regalo no material de San Valentín de la historia. 

Si podéis escaparos un par de días a celebrar San Valentín sois muy afortunados. Pero si no es así, no hace falta irse lejos para cambiar el escenario y vivir una noche de romanticismo y pasión. Una noche en un hotel es vuestra misma ciudad ya es toda una aventura, sobre todo si os espera el cava en la habitación, hay bañera de hidromasaje y por la mañana os llevan el desayuna a la cama. 

San Valentín siempre es un día perfecto para dedicarse un mimo. Y qué duda cabe de que sumergiros en un spa es uno de los que siempre funcionan. Aquí también puedes ir de menos a más y todo será estupendo. Desde un circuito termal en el que no falten las burbujas, los chorros de agua y la sauna, hasta una escapada a un balneario con noche incluida, donde podáis alcanzar la relajación absoluta. Todo vale y todo os llevará a celebrar como os merecéis el día de los enamorados. 

Si os gusta disfrutar de un buen vino, pero vuestra intuición supera a vuestros conocimientos, qué mejor manera de ampliarlos que asistiendo a una cata de vinos. Es una experiencia muy divertida de la que puede salir vuestro nuevo vino favorito. ¿Quieres subir el nivel? Entonces nada como visitar una de las muchas bodegas que hay a lo largo y ancho del país y sumaros a algunas de sus muchas actividades. Algunas son impresionantes, como la del Marqués de Riscal, que cuenta con su propio hotel.

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