Nos acercamos un año más al cambio de hora que marca el fin del horario de verano y el inicio del horario de invierno. En España, se viene cumpliendo con esta práctica desde el siglo XX que tiene lugar dos veces al año y cuyo objetivo principal es aprovechar al máximo las horas de luz natural y reducir el consumo de energía. Desde entonces, los relojes se adelantan una hora en primavera (horario de verano) y se retrasan una hora en otoño (horario de invierno).
Exactamente fue en el año 1974 cuando se comenzó a implementar el cambio de hora en España como respuesta a la crisis del petróleo. En aquel entonces, el objetivo era el mismo que ahora: adaptar los horarios de mayor actividad para aprovechar al máximo la luz solar y reducir todo lo posible el gasto de energía eléctrica durante las horas de la mañana y la tarde.
Últimamente, este cambio que define los horarios de invierno y de verano cada año, ha sido objeto de debate ya que algunos estudios aseguran que el impacto en gasto energético es mínimo y que el cambio puede afectar negativamente la salud de las personas, alterando los ritmos circadianos y causando problemas de sueño. Aún así, el cambio de hora sigue vigente en la mayoría de los países de Europa.
Este otoño, el cambio de hora de verano a invierno se realizará en la madrugada del sábado 26 al domingo 27 de octubre. A las 3:00 a.m., los relojes deberán retrasarse una hora, hasta volver a marcar las 2:00 a.m. De esta manera, a partir del domingo 27, los días parecerán más cortos, con más horas de luz por la mañana y menos horas de luz por la tarde.
Los primeros días después del cambio de hora son los más significativos para nuestro estado de salud. El cambio de horario de invierno lo que hace es alterar el tiempo de exposición al sol y desequilibra nuestro reloj interno, que puede tardar varios días en volver a reajustarse y funcionar como antes. Durante este cambio puedes notar somnolencia, cierta irritabilidad por el menor número de horas de luz por la tarde, falta de concentración o insomnio.
La Sociedad Española del Sueño (SES) reconoció en un estudio que "el cambio de horario, aunque solo sea de una hora, altera el tiempo de exposición al sol y desequilibra el reloj interno provocando un sueño insuficiente, desorganizado y de mala calidad". Además, según recoge eldiario.es el organismo, en un comunicado, aseguró que estos cambios en el organismo favorecen a la aparición de enfermedades como la hipertensión arterial, la obesidad, la depresión o la ansiedad.
Otros estudios como el publicado en 'Frontiers in Neuroscience', aseguran que aunque el primer día se duerma una hora más el cansancio va a ir aumentando día tras día hasta que llegue a regularse de nuevo, cuatro o cinco días después del cambio de hora.
Para sobrellevar mejor los efectos que puede provocar el cambio de hora en nuestro organismo, la Sociedad Española del Sueño recomienda "no hacer demasiados cambios durante los primeros días y promover una mayor exposición a la luz natural". En este caso, recomienda acostarnos con el nuevo horario ya que será más fácil mantener esta hora al irnos a dormir y al levantarnos. En general, dormimos mejor durante el tiempo en que se segrega melatonina, que suele ser entre una hora y media o dos antes de irnos a dormir. Pero si el cambio ha sido muy significante en nuestro cuerpo, se puede hacer de forma paulatina, unos 15 minutos cada día, hasta llegar a los 60 minutos al cabo de cuatro días.
Una siesta corta los primeros días también puede ayudar a "retrasar nuestro reloj biológico" y permanecer despiertos hasta la nueva hora. Así como, exponernos a la luz natural del Sol y realizar ejercicio físico por la tarde. La luz de la mañana ayuda a nuestro cuerpo a adaptarse más rápido y sincroniza nuestro reloj biológico más rápido, mientras que la luz del atardecer lo retrasa.