Cuando llega el invierno, llegan también los días de mal tiempo, el frío y los resfriados. Algunas personas sienten que, durante los meses invernales, encadenan una enfermedad con otra y que no deja de toser y de cargar con el paquete de pañuelos de papel hasta que ha entrado bien la primavera. Pero ¿enfermamos realmente más durante el invierno? Y, si es así, ¿es el tiempo especialmente frío el causante de todos nuestros males?
La doctora Isabel Mª Paúles Cuesta, coordinadora del Grupo de Trabajo de Estilos de Vida y Determinantes de Salud (eVIDE) de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) apunta que, aunque en invierno parece que enfermamos más, no necesariamente es así. De todos modos, señala que “sí pueden darse ciertos picos”. “Una de las razones principales es que, en invierno, las temperaturas más bajas favorecen la circulación de ciertos virus, como los de la gripe o los resfriados”, explica.
En esa dirección apunta la doctora Cristina de Andrés Varela, médica de familia del Hospital Universitario Sanitas Virgen del Mar. “Es común que las personas enfermen con mayor frecuencia debido a que los virus respiratorios, como los de la gripe y el resfriado, sobreviven más tiempo y se transmiten con mayor facilidad en climas fríos y secos”, señala.
En invierno también pasamos más tiempo en espacios cerrados y poco ventilados, con un aire más seco “causado tanto por el clima como por los sistemas de calefacción”. Estos ambientes debilitan, apuntan las expertas, las defensas del sistema respiratorio, lo que nos hace más susceptibles a las infecciones. A eso, las doctoras suman que, como estamos menos al sol, también producimos menos vitamina D, “fundamental para el buen funcionamiento del sistema inmunológico”. “Por otro lado, el invierno es una época en la que muchas personas sufren más de estrés, alteraciones en los hábitos alimenticios o de sueño, lo que puede influir en el debilitamiento del sistema inmunológico”, añade Paúles Cuesta.
En resumidas cuentas, no es que el invierno nos enferme por sí mismo, pero sí genera unas condiciones propicias para algunas enfermedades.
Quien más y quien menos ha escuchado pacientemente a su padre o a su madre insistiéndoles que se abrigase más en algún día de bajas temperaturas del invierno. Nada es más peligroso que el frío, o al menos eso dice la sabiduría popular, puesto que nos enferma. “Es una creencia bastante extendida, pero en realidad el frío en sí mismo no ‘enferma’ directamente”, responde Paúles Cuesta. “No causa enfermedades”, apunta, sino que crea las condiciones más favorables para que caigamos ante algunas de ellas.
Así, nos debilita y crea un terreno de juego favorable para males como el virus de la gripe. “Cuando estamos expuestos a bajas temperaturas durante períodos largos, nuestro cuerpo puede tener dificultades para mantener su temperatura corporal y eso puede afectar la función del sistema inmunológico, dejándonos más expuestos a infecciones”, apunta.
Igualmente, el frío también nos lleva a encender más las calefacciones. Eso tiene consecuencias más allá de resecar el aire, puesto que puede aumentar la cantidad de contaminantes en el aire (puesto que todavía dependemos de combustibles fósiles para mantener nuestros hogares con temperaturas cálidas). Una investigación de Sanitas, en colaboración con la Universidad de Navarra, está intentando determinar justo ahora mismo cómo afecta esta calidad del aire invernal a la salud.
“En estos meses no solo enfrentamos el frío, sino también una mayor exposición a partículas finas y gases tóxicos que pueden agravar enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Esto aumenta el riesgo de crisis asmáticas, bronquitis y otros problemas graves de salud", explica Pablo Turrión, director médico del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja, al hilo de la investigación.
Sumando unas cosas y otras, el invierno es temporada alta para el resfriado, la gripe, las bronquitis o las bronquiolitis, entre otras enfermedades. Sin embargo, no hay que resignarse a ello y sí se pueden tomar medidas que ayuden a prevenirlas. “Las campañas de vacunación, como la de la gripe, juegan un papel crucial para reducir la incidencia y la gravedad de estas enfermedades”, explica de Andrés Varela, sumando que disminuyen las hospitalizaciones.
“El lavado frecuente de manos, la higiene respiratoria y mantener un estilo de vida saludable son medidas mucho más efectivas para prevenir enfermedades que simplemente evitar el frío", añade Paúles Cuesta. La doctora recomienda vestirse por capas, para ser capaces de adaptarnos mejor a los cambios de temperatura; hidratarse y alimentarse de forma equilibrada, para garantizar la ingesta de vitaminas y minerales; hacer ejercicio, para fortalecer el sistema inmunológico; o ventilar nuestras casas, algo para lo que 15 a 30 minutos bastan.
De la pandemia deberíamos haber aprendido la importancia de usar mascarilla o teletrabajar si es posible para proteger a los demás o la importancia de lavarse bien las manos. Y, sobre todo, deberíamos haber interiorizado una mayor consideración por el bienestar colectivo. “Mucha gente antes solía ir a trabajar, incluso con resfriados leves o malestares, pensando que no era un gran problema”, señala la doctora. Pero nuestro resfriado leve puede convertirse en algo importante para otra persona. Si estás enfermo, mejor quédate en casa.
Si a pesar de todos estos cuidados hemos caído, ¿cuándo deberíamos pasar por la consulta médica? Paúles Cuesta explica que si se tiene fiebre muy alta y persistente, dificultad para respirar, una tos que dura más de tres semanas o un dolor de garganta intenso ha llegado al hora de pedir una opinión médica.
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