Los partos no son tan sencillos, por norma general, como se cuenta en el relato popular extendido en el que una mujer tiene fuertes contracciones y, tras empujar según lo aprendido, nace el bebé. En ocasiones sí es así, pero las opciones de parto que se dan son muy variadas y existen todo tipo de condicionantes: un bebé que viene de nalgas, el cordón umbilical enrollado, rotura de bolsa sin dilatación… Algunos partos desembocan por necesidad en cesárea y otros requieren que se realicen determinadas maniobras, aunque algunas de ellas se siguen cuestionando por los riesgos que conllevan. A la hora de afrontar el nacimiento de nuestro hijo, no hay nada como contar con toda la información necesaria para saber dónde podemos elegir y dónde lo sensato es dejar actuar a los profesionales. Por eso te contamos las maniobras más habituales en los partos, y cuándo se aconseja realizarlas.
Seguramente has oído hablar de ella porque es la más conocida y polémica. Su realización está desaconsejada y aún hoy genera debate entre los profesionales de la obstetricia. Consiste en ejercer presión sobre el abdomen con el brazo o el codo durante unos segundos (entre 5 y 8), coincidiendo con una contracción, para conseguir que el bebé asome la cabeza o salga por completo. Por los riesgos que entraña esta maniobra, en los protocolos actuales debe evitarse. Estos riesgos son, entre otros, fractura de la clavícula del bebé, lesiones en el plexo braquial, rotura uterina o desgarros en el periné de la madre.
La finalidad de esta maniobra es facilitar el inicio del parto. Definida como un método mecánico de inducción al parto, consiste en la introducción, por parte del ginecólogo o la matrona, de un dedo en el orificio cervical. Mediante un movimiento circular con el dedo se despegan las membranas del útero para provocar el aumento de prostaglandinas. Son las hormonas encargadas de borrar el cuello uterino y favorecer las contracciones de parto.
Se considera una maniobra bastante efectiva, pero no se puede realizar a todas las mujeres. Hay que hacer una valoración que determine que los beneficios van a ser superiores a los riesgos, y para eso, en primer lugar, el embarazo debe haber llegado a término, algo que ocurre a partir de la semana 39 de gestación, y el cuello del útero debe estar blando. Se desaconseja cuando existe placenta previa, por ejemplo, o hay infección por estreptococo beta-hemolítico grupo B, gonococo o chlamydias. Los principales riesgos de esta maniobra son provocar una infección a causa del tacto vaginal o rotura prematura de la bolsa amniótica.
Es una maniobra en cuatro pasos en la que se palpa el abdomen para determinar la presentación, situación y posición del feto:
Esta es una maniobra que se realiza de urgencia, cuando se produce una distocia de hombros. Esto ocurre cuando el parto se detiene porque los hombros del feto impactan contra el pubis de la madre. Consiste en flexionar las piernas de la madre sobre su propio abdomen, intentando relajar así la zona lumbar para que el hombro del feto deje de impactar contra el pubis y pueda salir. Se trata de una maniobra extrema que, si bien no está exenta de riesgos, se realiza para que el nacimiento sea seguro y evitar al feto lesiones por falta de oxígeno.