Probablemente, si buscamos en nuestra memoria las mejores experiencias que vivimos de pequeños nos acordaremos de aquel día en la playa saltando olas gigantescas o cruzando un río por unas piedras de la mano de nuestros padres. Esos viajes familiares y esos momentos concretos los hemos guardado como tesoros para siempre. Ahora que ya tenemos hijos está en nuestra mano crear nuevos recuerdos juntos. Solo esto es motivo suficiente como para empezar a dedicar a viajar en familia ese presupuesto, a veces excesivo, empleado en la compra de juguetes.
Cuando se acercan las vacaciones, no solo los adultos empezamos a disfrutarlas tan solo con el hecho de organizarlas. A los niños también les gusta proponer sus planes, saber dónde van, situar el destino en un mapa, ver fotos del lugar, pensar qué tienen que llevar en la maleta, cómo y en qué van a pasar el tiempo, dónde van a comer y a dormir. Ellos preguntan y nosotros les damos seguridad con nuestras respuestas, que les abren un mundo nuevo lleno de posibilidades desconocidas.
Una vez en el destino elegido solo los cambios en la rutina, vernos relajados, disfrutar juntos de ver pasar las horas y pasear sin prisa crean una sensación de libertad y de bienestar que llenan de felicidad a toda la familia gracias a las vacaciones. Lo mismo sucede cuando no hay posibilidades de viajar y a cambio se hacen planes nuevos y distintos en la misma ciudad donde se vive, como hacer un picnic en el parque, visitar un museo o subir al mirador del edificio más alto.
La felicidad y el bienestar que genera en los niños el hecho de estar de vacaciones con su familia provocan un impacto más intenso y duradero que la huella que le pueden dejar los regalos materiales como juguetes u otros caprichos, según afirman los últimos estudios publicados al respecto. De este modo, merece la pena plantearse incrementar el tiempo que dedicamos a nuestros hijos, aunque sean escapadas de muy corta duración.
Las vacaciones para ellos son diversión, pero principalmente tienen un papel fundamental en su crecimiento emocional. El mero hecho de descubrir lugares distintos y compartir actividades diferentes y novedosas con sus padres sirve de motor para que los niños desarrollen y estimulen partes del cerebro necesarias para su futuro como adultos; empiezan en la capacidad de aprendizaje y abarcan hasta la gestión del estrés.
Por otra parte, a los efectos positivos que se producen de forma instantánea cuando la experiencia está teniendo lugar se añaden todos los nuevos recuerdos que se van a grabar en la memoria para toda la vida. El caso es que cuando a las personas se les pregunta por los recuerdos favoritos de su infancia la mayoría destaca esas vacaciones que pasaba junto a su familia, sus padres, sus abuelos, sus tíos y sus primos.
Entre los muchos beneficios que generan en los niños unas vacaciones, unos días de escapada o una simple excursión totalmente diferente a las rutinas habituales de los días de diario y los fines de semana, destaca ese alto impacto en la memoria con la creación de nuevos e increíbles recuerdos o el afianzamiento del vínculo familiar. Incluso, es el momento de empezarles a concienciar de la importancia que tiene el hecho de ahorrar y de planificar unos gastos futuros con la inauguración de una hucha para las vacaciones; con todas esas monedas que se destinan a caprichos innecesarios se puede reunir dinero para organizar una excursión, una ruta en canoa, visitar una cueva o pagar la entrada a un sitio especial.
De este modo, en comparación con un juguete que se rompe y resulta hasta aburrido porque puede diferenciarse mucho de la publicidad a cómo es en realidad, las vacaciones familiares como regalo es un tiempo de calidad que dura y permanece en la memoria para toda la vida. Por otra parte, los niños a veces reciben tantos regalos de golpe que no son capaces de prestarles la suficiente atención como para concentrarse en cada uno de ellos y desaparece su deseo de jugar. Así, muchos psicólogos infantiles insisten en los beneficios que les reportan a los niños esas vacaciones en familia que además se trasforman en tradiciones que se transfieren de generación en generación.
En los adultos sucede precisamente esta reacción tal como lo demuestra un estudio de 2020 publicado por Journal of Experimental Social Psychology titulado “Spending on doing promotes more moment-to-moment happiness than spending on having”, que viene a decir que el gasto en el consumo de experiencias genera más felicidad que los gastos en cosas materiales. Se trata de un trabajo realizado por los investigadores estadounidenses Amit Kumara de la Universidad de Texas en Austin, Matthew A. Killingsworth de la Universidad de Pensilvania y Thomas Gilovichc de la Universidad de Cornell. De la misma forma el estudio pone sobre la mesa que la felicidad momentánea que proporcionan las experiencias se prolonga en el tiempo, crea recuerdos y es “una ruta más segura hacia la satisfacción duradera”.
Un trabajo parecido pero basado en las reacciones y respuestas de niños de hasta 18 años lo llevaron a cabo en el departamento de Marketing de la Universidad de Ilinois en Chicago. En concreto, Lan Nguyen Chaplin, Tina M. Lowrey, Ayalla A. Ruvio, L. J. Shrumb y Kathleen D. Vohsd, publicaron el estudio titulado “Diferencias de edad en la felicidad de los niños a partir de bienes materiales y experiencias: el papel de la memoria y la teoría de la mente”, en Sciencedirect.com en el número de septiembre de 2020 de la Revista Internacional de Investigación en Marketing. En concreto, analizaron el consumo de experiencias en comparación con el consumo de bienes para comprobar la felicidad que les genera a los niños.
No obstante, según sus conclusiones, en edades tempranas todavía muestran ser más felices ante los bienes materiales y ya en la adolescencia tardía es donde se revierte la situación y cobran más importancia las experiencias que los regalos físicos. En las palabras de los investigadores esto se debe a que según se cumplen años y los niños se convierten en adolescentes “la memoria y la teoría de la mente están lo suficientemente desarrolladas para facilitar la apreciación de las experiencias y, por lo tanto, la felicidad que brindan”.
Añaden que “la felicidad retrospectiva que los niños obtienen de experiencias pasadas, o la felicidad prospectiva que los niños esperan de experiencias futuras, aumentará con la edad”. Tal como concluyen en su estudio, “obtener más felicidad de las experiencias que de los bienes no es algo innato, sino un proceso que se desarrolla a lo largo de la niñez y la adolescencia”.