Hace ya catorce años que Cristina Pedroche comenzó a convertirse en un rostro conocido para el público. Y aunque la honestidad siempre ha definido su presencia pública, hablando con normalidad de temas, siempre se había guardado ciertas cosas de su vida personal para ella. Situaciones, reflexiones, pensamientos que no había querido verbalizar. Hasta ahora. Hoy, la vallecana publica 'Gracias al miedo', su primer libro, una compilación sincera de su relación con los temores y cómo se enfrenta a ellos como madre. Repasamos, capítulo a capítulo, el contenido de uno de las obras más esperadas del momento.
En la madrugada del catorce de julio de 2023, Cristina vivió uno de los momentos más importantes de su vida. Fue cuando nació Laia, su primera hija, fruto de la relación que mantiene con el chef Dabiz Muñoz desde hace una década. La vida de la presentadora dio un giro entonces, del que ha ido informando puntualmente. Pero, evidentemente, había mucho más, cosas que ni había compartido con su entorno más próximo. Todas ellas relacionadas con los miedos con los que ha vivido siempre, que se han multiplicado e intensificado con la maternidad.
De todos ellos, de su gestión de los mismos, y, muy en especial, de los aprendizajes que ha extraído habla en su primera incursión en el mundo editorial, de la mano de Planeta de Libros. Confesiones sinceras que, como ha escrito su marido en Instagram la dejan muy "expuesta y desnuda", y dan cuenta de lo "kamikaze" que siempre ha sido Cristina. Esto es lo que contienen sus doscientas veinticuatro páginas.
El primero de los dieciocho capítulos de la obra sirve como declaración de intenciones del proyecto: es lo que, en sus propias palabras, a la madrileña le "hubiera encantado leer" cuando se quedó embarazada. La comunicadora reflexiona sobre la dificultad de expresar ciertos sentimientos y palabras, de ideas que ha recogido en los últimos meses. "Es como estar al borde de un precipicio, casi a punto de caer [...] pero con unas vistas preciosas", resume su estado meses después de haber dado a luz, antes de descubrir a una "nueva Pedroche"
Cristina intenta indagar, en primer lugar, sobre la causa primigenia de la gran cantidad de temores que ha tenido a lo largo de su vida. Según ella, todo se remonta a su miedo, ya desde pequeña, a "ser normal", lo que le hizo querer avanzar cómo la que más y tenerlo todo bajo control. La autoexigencia y la necesidad de control chocan frontalmente, como narra en estas páginas, con su situación actual (Pedroche escribió el libro durante el embarazo y los meses posteriores), hablando de un posparto "tan complicado" en el que piensa que no está cuidado a mucha gente a la que quiere.
El tercer capítulo se centra en el embarazo, cómo lo descubrió y cómo lo gestionó para evitar que trascendiese a los medios. Pedroche narra el episodio en el que, después de "meses intentándolo sin presionarnos" y después de una primera prueba negativa, volvió a hacerse un test tras detectar que se sentía "distinta" y "asquerosa perdida". Fue el 20 de noviembre de 2022: pidió las pruebas por Glovo y se puso una gorra y unas gafas de sol para recoger el pedido. Llamó a Dabiz cuando vio el resultado positivo, y el llegó con varios amigos. Aunque brindaron, ella admite que no estaba contenta. Poco después comenzaron las dudas, y se reprodujeron los miedos.
Los primeros meses del embarazo vinieron marcados por el deseo de la colaboradora de no hacer público su estado, intención que se vino al traste al salir la noticia publicada en los medios, días antes de las Campanadas. "Supongo que hay quien pensará que esto va en mi sueldo… Pero nunca firmaría un contrato en el que me obligaran a contar nada de mi vida íntima", reflexiona Cristina, lamentando, como contó en Instagram al confirmar el embarazo, que le hubiese gustado contárselo a los suyos a su manera. Eso desencadenó en ella nuevos miedos, porque temía no controlar su propia vida.
La vallecana se centra en estas páginas en el proceso que siguió para interiorizar su gestación. Pedroche empezó a leer y estudiar intensamente. "Casi me hago matrona", admite. También a cuidarse "de una forma radical", reflexionando sobre la gran ayuda que le proporcionaron disciplinas como el yoga o la meditación. Todo esto generó un impacto evidente en su forma de vida. "Dejé de salir y empecé a encerrarme más en casa". La presentadora se aferró a su hogar porque era un lugar seguro y reconoce que se centró en "mimarse", hacer deporte, alimentarse bien y adaptar sus rutinas debido a su cansancio.
El sexto episodio sirve para narrar el parto de Laia, sus propias expectativas al respecto o los muchos consejos y advertencias que recibió de su entorno. Cristina se decantó por el hipnoparto, una técnica de la que habló en profundidad en los meses previos. "En muy pocos minutos llegó mi grito de leona definitivo, cuando sentí el aro de fuego, cuando vi cómo Laia salía de mí", recuerda sobre el momento del nacimiento. Todo salió como había planeado e imaginado. Pero la segunda noche se produjo un desagradable incidente del que no había hablado hasta ahora.
Tuvo lugar entonces su primera crisis de lactancia materna: la recién nacida se pasó toda la noche mamando. Es algo habitual, pero Pedroche se agobió porque no sabía si la estaba sobrealimentando, y le daba miedo retirarle el pecho "por si se deshidrataba". A ello se sumó otro incidente: en plena situación, comenzó a escuchar a dos mujeres en la puerta de habitación diciendo "cosas horribles" sobre ella, su parto y su hija. "Poniéndonos verdes a mí y a Dabiz porque no nos soportaban, les caíamos mal", resume, relatando que su pareja tuvo que salir para que callasen. De todo ello sacó una conclusión: "Me reafirmé en la idea de que nadie vería a mi hija. Ni una mano, ni un pie. Me daba y me da pánico que alguien la pueda lastimar".
Ya de vuelta en casa, hubo otro episodio que multiplicó de nuevo sus miedos. Cuando Laia tenía dos meses y medio, mientras estaba mamando de su madre, Cristina se echó en la cama. En un momento dado, se quedó dormida, la pequeña se resbaló y acabó cayendo al suelo. "No se me quita la imagen de ella llorando, tan pequeña", recuerda, admitiendo que se sintió "la peor madre del mundo", aunque a su hija no le ocurrió nada, como supieron tras acudir al médico. En relación a esto, la madrileña profundiza en el vínculo de dependencia madre-hija, hablando de estado de alerta constante en el que se encuentra y que le "cuesta horrores" evitar.
Pedroche profundiza aquí en sus comienzos acudiendo a una terapia, con la misma psicóloga que trata a su marido. Admite que, hasta entonces, nunca había tenido que enfrentarse a un "suceso lo bastante grave" que no pudiese gestionar ella misma. Eso cambió tras el nacimiento. Con Amaya, su psicóloga, se ha sincerado sobre los miedos, el mayor de ellos, un pensamiento extremo de "me van a quitar a la niña porque soy una mala madre". La profesional le ha ayudado a ver las cosas de otra forma.
Este capítulo sirve para dar respuesta a una pregunta que la presentadora se planteó durante meses: ¿estaba sufriendo una depresión? Tras visitar a un psiquiatra, este le confirmó que entonces, cuando Laia tenía siete meses, no tenía depresión posparto, aunque sí podía haberla vivido un tiempo antes. "Si la he tenido o no, en el fondo, ahora mismo, da igual. Lo importante es todo lo que estoy contando", reivindica con respecto a los estigmas y tabúes que persisten sobre la salud mental.
Cristina se sincera aquí en profundidad con respecto al vínculo con la niña y los miedos que le atormentan. "Confieso que he estado agobiada (mucho) pensando en que mi hija se podría morir", admite. Sobre su estado anímico, reconoce que implica verlo todo de color gris oscuro, algo no muy esperanzador, pero preferible a "verlo todo negro", según su testimonio. "Hay cosas que de repente me dan pena y lloro. No puedo parar", confiesa, admitiendo también que está "obsesionada" con Laia y que es lo único en lo que piensa.
Estas páginas sirven para ilustrar algunos de los temores y renuncias que ha hecho la presentadora desde que es madre, como su miedo a coger el coche sola con su hija, a hacer planes con ella fuera de casa o a viajar en familia. Admite que se ha puesto excusas para evitar ciertas ideas y que, cuando estas se quedan cortas o no son creíbles, su cuerpo le "ayuda", reflexiona sobre cómo somatiza sus emociones a raíz de un viaje al País Vasco.
Tanto en los meses de embarazo como en el nacimiento y el tiempo de posparto, Cristina se ha rodeado no solo de su entorno, sino también de un amplio grupo de profesionales a las que ha pedido ayuda y consejo para afrontar distintos retos y fases de su maternidad. "Estas nuevas figuras han aparecido en mi vida primero como profesionales y luego como amigas. Porque en eso se han convertido. Tengo una tribu. Y puedo decir que mi tribu me salvó", escribe en este episodio a modo de agradecimiento hacia ellas.
Este es uno de los episodios más diferentes de 'Gracias al miedo', en el que la comunicadora repasa cómo vivió en su día su meteórico salto a la fama, hace ya casi una década y media. Algo que fue "difícil" de gestionar mentalmente, pero que, echando la vista atrás, recuerda con orgullo ya que no dejó de llevar la vida que estaba viviendo anteriormente, en Vallecas, con sus padres y sin dejar la universidad. Cristina desea educar a su hija de la misma forma en la que lo hicieron con ella, y apunta a dichos orígenes como pasto para las críticas. "Les molesta que una tía de Vallecas haya llegado adonde ha llegado, haya construido lo que ha construido y siga siendo exitosa profesionalmente y encima haga lo que le salga del coño", concluye.
Cristina profundiza aquí en algo que ya anunció a sus seguidores en redes sociales durante el embarazo: la decisión de no mostrar a su hija en las mismas. "Creo que no está bien que los menores estén en redes sociales, porque no sabes en manos de quién van a acabar esas fotos o vídeos [...] No voy a dejar que nadie la haga sentir insegura", apunta, reflexionando sobre las propias críticas que ha recibido a lo largo de su carrera. En particular, rescata el momento en el que compartió su figura posparto, tres semanas después de dar a luz, "físicamente recuperada, perfecta", unas imágenes muy comentadas en Instagram.
Su vínculo con su yo del pasado es lo que centra este decimoquinto capítulo. Pedroche quiere ser una madre presente, y reconoce que la idea de tener más hijos le seduce. Y eso genera una serie de contradicciones con su etapa anterior, en lo anímico y lo profesional, entre otros ámbitos. "El veredicto es que ni antes era más feliz que ahora ni al revés. Ahora soy distinta. He pasado de ser una mujer libre a una mujer libre y madre. Cambian las prioridades", confiesa, señalando que ahora Laia es lo primordial y ella va después. Espera, eso sí, que la Pedroche de antes vuelva. "La mujer con ilusión, la divertida y la payasa, la que hace reír a los demás", define.
Pedroche reflexiona sobre el coste social que tienen algunas de la decisiones que ha tomado sobre su maternidad, como las relativas a la lactancia o al apego a Laia. "A veces siento que los míos me apoyan, pero no me comprenden. Necesito que la gente de mi alrededor, aunque hayan pasado ocho meses y piense que ya estoy bien, entienda que no lo estoy", admite sobre su entorno íntimo, reconociendo, además, que todo el mundo opina y que a las mujeres "se nos cuestiona en general", en sus propias palabras.
En relación al episodio anterior, la vallecana reflexiona aquí sobre la necesidad que los demás validen sus sentimientos y pueda sentirse escuchada. "Hay días en los que solo quiero que me digan que están ahí para mí, que soy buena madre", se sincera. Cristina habla de la soledad. Explica que lo que peor lleva actualmente, volviendo a sus miedos, es decepcionarse a sí misma, abriéndose sobre algunos de los pensamientos que se le pasan por la cabeza. "Hoy simplemente he llorado de pena al pensar que Laia podría querer más a mi madre que a mí", confiesa sobre sus "celos absurdos".
Pedroche remarca, además, que todo el mundo le aconseja encontrar tiempo para ella misma, pero que ahora mismo siente que es imposible y se ve "incapaz" de asumir la crianza de otra forma, eso sí, sin considerarse "mejor o peor madre". Descarta también la posibilidad de contar con ayuda en casa para la niña.
Aunque reconoce estar "venida a menos", confía en su fortaleza para volver a "sentirse pletórica", pues sabe que el cambio depende únicamente de ella misma. Y avanza, con optimismo, cómo cree que pueden cambiar su situación en el futuro: "Estoy saliendo del pozo. No sabía qué me pasaba, todo era llorar y sentir pena [...] Hay momentos en los que sigo llorando. Pero un día como hoy, precisamente ahora, me siento con vitalidad a pesar del miedo", se dice a sí misma.
El último apartado del libro funciona como una especie de epílogo del mismo. En él, dedica unos versos a su primera hija. Y, además, hace una última reflexión sobre uno de los sentimientos que han predominado en ella en el último año: "Siento un amor tan grande, tan intenso, que a veces siento que me estalla el corazón de forma literal [...] Pienso que la perfección no existe hasta que la miro a ella", escribe para finalizar 'Gracias al miedo'.