Nadie dijo que la crianza fuera fácil, pero a veces el camino se empina tanto que no se llega y la desesperanza y el agotamiento lo invaden todo. Además aparece la culpabilidad, porque se tiene la sensación de que se es una madre o un padre horrible y se está haciendo fatal. Es probable que se trate del síndrome burnout, un término que proviene de las palabras anglosajonas burn out que significan consumido o quemado.
Aunque todavía no hay estadísticas al respecto, los psicólogos ya están atendiendo a muchos padres que llegan a la consulta preocupados porque reconocen que han tocado fondo y están “muy quemados”. Pero, exactamente, ¿qué es el síndrome del progenitor quemado? Lo habitual es pensar que solo es cansancio o falta de paciencia, sin embargo, el síndrome del progenitor quemado se está extendiendo en las sociedades actuales y más aún en los países ricos.
Los padres explican que están sin energía, agotados, deprimidos y de mal humor. Ambos trabajan e incluso están pluriempleados. No tienen tiempo de jugar con sus niños porque les recogen tarde de la guardería o se han quedado con los abuelos. Nada más llegar a casa hay que bañarles, darles de cenar y conseguir que se duerman pronto. Lo peor es que se presenta la culpa por no leerles el cuento y por no tratarles con la paciencia que necesitan, pero las labores se acumulan. El día a día desgasta y exige una energía infinita hasta que el estrés se cronifica.
La percepción es que solo se vive para trabajar y para criar niños y hace tiempo que uno ni se cuida ni descansa ni cubre sus propias necesidades. Toda esa insatisfacción, junto al agotamiento, pasan factura e incluso deterioran el vínculo familiar. Los progenitores no consiguen controlar sus emociones y la carga física es tan intensa que caen en depresión. Los síntomas son aún mayores en las familias monoparentales cuando la crianza además es responsabilidad de uno solo y no hay posibilidad de compartirla con los abuelos o los tíos.
En el síndrome del progenitor quemado la crianza no es un disfrute ni genera satisfacción, sino que es considerada como un esfuerzo enorme y una exigencia sin retorno porque no es gratificante. Además hay culpa y frustración.
Las causas suelen estar en la excesiva carga laboral fuera de casa, en la dificultad para conciliar, en la falta de tiempo para uno mismo y en el agotamiento que no permite dedicar tiempo a los niños y disfrutar de ellos de verdad. Los pequeños necesitan la presencia paterna y materna, no solo que les den la cena y les acuesten, quieren contar cómo les ha ido en el cole, tirarse al suelo a jugar, colorear o ver los dibujos, pero no solos, lo quieren hacer con sus padres.
El problema es que la fatiga, la irritabilidad, la poca paciencia y el insomnio repercute en la relación con los niños que además se revelan demandando más tiempo y portándose peor. También se puede dar la reacción contraria porque se dan por vencidos y obedecen sin chistar pero sienten que les faltan sus padres, lo asumen pero sufren.
Los psicólogos apuntan que el síndrome del progenitor quemado puede tratarse, pero en primer lugar uno mismo tiene que reconocer la situación en la que se encuentra. Después, hay que hacer un esfuerzo por identificar las emociones y expresarlas de forma equilibrada. El siguiente paso es dejar de sentirse culpable y entender que es necesario descansar, lo que no significa ser un egoísta. Simplemente, uno tiene que recuperar la energía hasta encontrarse bien para después ser capaz de cuidar a los demás.
También hay que encontrar momentos donde cuidarse uno mismo y realizar actividades que generen una satisfacción personal. Tal vez, ello suponga volver a repartir las tareas en casa, exigir a la pareja más implicación o pedir la ayuda de un familiar o de amigos. Será de mucha ayuda la elaboración de un plan semanal donde no solo estén las extraescolares y el día de ir a la compra, sino determinadas horas para echarse una siesta, salir a correr o tomar un café con amigos. De la misma manera, hay que aprender a decir que no a todas aquellas actividades que supongan una carga extra de trabajo o no sean viables.
Tal vez sea mejor irse a pasear con los hijos en vez de tener la obligación de llevarlos a un entrenamiento o pasar la mañana del sábado en el parque o haciendo construcciones sin tener que madrugar para llegar a una competición. Esos momentos son los que fijan los vínculos entre padres e hijos, un tiempo de disfrute que compensa todo lo demás. Desde que de bebés devuelven las carantoñas con una sonrisa hasta que de mayores ríen a carcajadas cuando se les cuenta un chiste.
Otros consejos de los psicólogos son enseñar autonomía a los hijos y poner tareas y obligaciones acordes a su edad, como recoger su cuarto o hacer la cama; y llevar un estilo de vida saludable y contagiarlo a toda la familia. Todo ello supone cuidar la alimentación y el descanso apagando la tele y guardando el móvil para acostarse antes, mantener las relaciones sociales y hacer deporte a diario.
Cada progenitor tiene que asumir que la perfección en la crianza no existe. Uno debe poner todo su empeño en hacerlo lo mejor posible pero reconocer que tiene derecho al descanso y que por ello no es un egoísta. No obstante, el síndrome del progenitor quemado suele afectar a personas a quienes les cuesta poner límites o tienen dificultades para gestionar sus emociones o para controlar la frustración, aspectos personales ante los que un psicólogo puede ayudar.