Cada vez son más las mujeres que deciden congelar sus óvulos para retrasar la maternidad. Esta práctica, que debe realizarse siempre por profesionales, es completamente segura, aunque es lógico que te preguntes si congelar tus óvulos tiene riesgos. La respuesta corta a esta pregunta es que no, aunque sí es cierto que puedes experimentar algunas molestias. Te contamos cómo se realiza la congelación de óvulos y qué puedes esperar de este proceso.
Las técnicas de reproducción asistida son innovadoras y seguras, con el objetivo de ser lo más eficaces que sea posible. En el caso de la vitrificación de óvulos, la intención es poder obtener un número elevado de óvulos que se congelen para ser utilizados en el futuro. Para ello, se realiza una estimulación ovárica previa a la extracción de los ovarios. Te contamos cómo son estos pasos y qué molestias pueden causarte.
Para vitrificar óvulos el primer paso es estimular, mediante medicación, el desarrollo de los ovocitos en los ovarios. En este proceso el aumento del tamaño del ovario es significativo, por lo que es habitual que la mujer experimente sensación de pesadez o de hinchazón en el vientre. Se trata de un crecimiento controlado, pero para que no haya complicaciones es imprescindible seguir las indicaciones que dan los profesionales. Una de ellas es que lo ideal es no realizar movimientos bruscos en esta fase, y eso incluye el hecho de mantener relaciones sexuales.
El riesgo es que si el ovario crece demasiado puede girar sobre sí mismo (torsión ovárica), y en ese caso es necesario realizar una intervención quirúrgica de urgencia. Aunque no es nada habitual que esto ocurra, cuando más cuidado hay que tener es en la fase final de la estimulación, cuando el ovario alcanza el máximo tamaño posible.
Otro riesgo, mucho menos grave, es padecer el síndrome de hiperestimulación ovárica (SHO), que ocurre cuando el ovario tiene una respuesta exagerada a la estimulación. En ese caso, la mujer puede experimentar diarrea, náuseas, vómitos o distensión abdominal. En los casos más extremos (y raros) puede producirse una retención de líquidos en el abdomen o los pulmones.
Cuando se ha producido la estimulación y el ovario ha conseguido producir todos los ovocitos posibles, tiene lugar la segunda fase del tratamiento, la punción ovárica. Se trata de una pequeña cirugía, sencilla y no invasiva, para la que normalmente se administra anestesia. Los riesgos en esta fase son muy bajos, pero en ocasiones puede haber algunas pequeñas complicaciones. Se estima que el 0.5% de las mujeres puede padecer una pequeña lesión en los vasos sanguíneos durante la punción folicular y producirse una hemorragia.
Por lo general, en el caso de que esto ocurra, no supone un problema grave y la hemorragia remite por sí misma. Por este motivo la recomendación es que la paciente permanezca en reposo durante 24 horas tras la punción. Son contados los casos en los que es necesario realizar una intervención quirúrgica para coagular el ovario y detener la hemorragia.
El uso de anestesia para realizar la punción folicular es uno de los pasos que más inquietud suele causar, pero no representa un riesgo para la paciente. Pero sí pueden darse algunos efectos secundarios que no son graves, como vómitos, náuseas o una ligera alteración de la presión arterial. A pesar de que señalemos estos riesgos, la congelación de óvulos se realiza de manera segura y no es esperable que hay ningún tipo de complicación. Por otro lado, la tasa de éxito de esta técnica es muy alta y una vez que se quieren utilizar los óvulos, el 85% de ellos sobrevive a la descongelación y están disponibles para fecundar e implantar de nuevo.
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