En los primeros meses de vida el bebé recibe de la leche materna, y exclusivamente de esta (incluyendo las leches de fórmula), todos los nutrientes que necesita para crecer sano. La recomendación de los pediatras es, siempre que se pueda, no abandonar del todo la lactancia hasta los dos años, y que cuando es exclusiva a de ser a demanda. Pero llega un momento en el que es necesario comenzar a introducir, poco a poco, otros alimentos diferentes a la leche, sólidos o líquidos, ya que la leche no puede cubrir todas las necesidades del bebé. Este proceso se conoce como Alimentación Complementaria (AC), y aunque varía en las diferentes culturas, sigue unas pautas básicas que es necesario conocer.
Tanto la OMS como UNICEF recomiendan empezar la alimentación complementaria a partir de los 6 meses. Es muy importante esperar hasta esa edad porque es entonces cuando el organismo de los niños alcanza la suficiente madurez a nivel neurológico, gastrointestinal, renal e inmune. Es entonces cuando podemos observar que el niño comienza a mostrar interés por la comida, es capaz de mantenerse erguido cuando lo sentamos, puede coger pequeños trozos de comida con la mano y ha desarrollado el reflejo de extrusión, que es el que le permite expulsar con la lengua alimentos sólidos para evitar atragantarse. Además, será cuando su tubo digestivo y sus riñones están preparados para empezar a digerir y metabolizar los alimentos en pequeñas cantidades.
Aunque no existe un criterio unánime, pueden recomendarte empezar un poco antes de los seis meses con la alimentación complementaria si el bebé solo se alimenta de leche artificial. En cualquier caso, nunca será antes de los 4 meses ni después de los 7.
Las razones para no introducir la alimentación complementaria antes de los 4 meses son fundamentalmente que su organismo no ha alcanzado la suficiente madurez en determinados niveles, tal y como hemos dicho, y eso puede tener consecuencias negativas. Algunas serían el riesgo de atragantamiento y la sobrecarga en los riñones, que no se han desarrollado lo suficiente para expulsar el exceso de nutrientes a través de la orina. Por otro lado, si introducimos antes de tiempo la ingesta de alimentos estaremos reduciendo la de leche materna, que es la que realmente necesita para crecer sano y desarrollarse de manera adecuada.
Pero tampoco es recomendable dilatar la introducción de otros alimentos más allá de los 6 meses para evitar la carencia de los nutrientes, como el hierro o el zinc, necesarios para que el bebé crezca adecuadamente. Es necesario también que el bebé se acostumbre a masticar, para prevenir posibles alteraciones en sus habilidades motoras orales. Del mismo modo, es importante que pruebe diferentes texturas y sabores para que no desarrolle desinterés hacia la comida.
No hay que olvidar que, aunque comencemos a introducir otros alimentos, la leche debe ser el principal alimento de un niño durante el primer año de vida, y que debe tener una importante presencia en su alimentación hasta que cumpla dos años, de ahí que se la llame alimentación complementaria. Por eso se recomienda no abandonar la lactancia hasta ese momento y, sobre todo en el primer año, ofrecerla antes de las comidas para asegurar su ingesta y que la madre pueda seguir produciendo leche suficiente.
La recomendación de la Asociación Española de Pediatría (AEP) establece que entre los 6 y los 12 meses podemos darle al bebé frutas, hortalizas, cereales, legumbres, huevo, carne, pescado y aceite de oliva. A partir de los 12 mese podemos incluir la leche entera, los yogures y el queso tierno (si es en trozos pequeños se puede dar a partir de los 9 meses).
Las verduras de hoja verde, como la acelga o la espinaca, no se recomiendan antes del año, y desde ese momento y hasta los 3, nunca más de una ración al día, porque tienen un alto contenido en nitratos. Los sólidos con riesgo de atragantamiento, como los frutos secos, o la manzana y la zanahoria cruda, han de esperar a que el niño cumpla 3 años. Los alimentos superfluos, como galletas o embutidos, no se recomiendan antes de los 12 meses, siempre en pequeñas cantidades, y cuanto más tarde mejor. Tampoco se recomienda en este periodo añadir sal a las comidas, para no saturar los riñones del bebé, ni tampoco azúcares.
La pauta es empezar a introducir los alimentos uno a uno, dejando unos días antes de pasar al siguiente. Y así, poco a poco, podrás ir haciendo combinaciones de alimentos y sabores. No es necesario triturar los alimentos, es suficiente con que su consistencia sea blanda para que puedan masticarlos sin dificultad. De hecho, hay un método, el Baby Lead Weaning (BLW), que cuenta cada vez con más adeptos y que se basa en no ofrecer ningún alimento triturado y dejar que sea el bebé el que vaya eligiendo qué comer y qué momento. Pero en tu mano está ir ofreciendo los alimentos de la manera que consideres más adecuada y que vayas haciendo combinaciones: a trozos, machacada, o triturada.