La OMS recomienda la lactancia materna para alimentar al bebé de manera exclusiva hasta los 6 meses de edad, y aconseja prolongarla hasta que haya cumplido dos años. En ese tiempo, es posible que la madre experimente dudas en algunos momentos acerca de si su bebé está recibiendo todo el alimento que necesita, y estas dudas pueden acrecentarse si el pequeño se pone enfermo. Por suerte, la lactancia está llena de beneficios, que pueden aumentar cuando el bebé enferma y necesita un refuerzo extra.
La leche materna aporta unos beneficios al bebé que ninguna otra leche puede ofrecerle, ya que contiene más de 300 nutrientes y las cantidades exactas de agua, grasas, azúcares, proteínas y vitaminas que necesita para crecer y desarrollarse. Protege al bebé de enfermedades propias de la infancia, como la diarrea, los cólicos, el asma o las alergias. A largo plazo, disminuye el riesgo de padecer enfermedades crónicas como la diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares o hipercolesterolemia.
Para la madre también tiene numerosos beneficios, además de ayudar a la recuperación tras el parto. Y, en el plano afectivo, sirve para reforzar el vínculo que existe entre ella y el bebé. Si el bebé enferma, no se debe suspender la lactancia. Al contrario, la naturaleza nos ofrece aún más razones para confiar en ella, ya que multiplica su poder para ayudar el bebé a ponerse bien.
Es posible que creas que la leche materna es siempre igual, y que no varía su composición durante el tiempo que dure la lactancia. Pero lo cierto es que la leche es capaz de modificarse, de manera sorprendente, cuando el bebé lo necesita. De esta manera, la leche no solo se convierte en el alimento, la bebida y el consuelo del bebé, sino también en su medicina.
En condiciones normales, la leche materna contiene anticuerpos, glóbulos blancos y enzimas protectoras, que ayudan al bebé a curarse cuando está enfermo. ¿Y cómo la hace? Pues nada menos que aumentando los valores de los anticuerpos hasta un 94%, para reforzar al máximo el sistema inmunitario del bebé. Y cuando el bebé se recupera, los valores vuelven a la normalidad.
Además de aumentar los leucocitos, se reajustan los nutrientes y vitaminas para adaptarse a las necesidades que tenga el bebé. Si el bebé tiene algún malestar en el estómago, la leche materna le será de gran ayuda, ya que es muy ligera y digestiva.
Es muy posible que si el bebé se encuentra molesto las tomas sean más largas y complicadas, o que sencillamente no tenga ganas de comer, bien por falta de apetito o de energía para succionar. Si esto ocurre lo más recomendable es extraer la leche y guardarla en la nevera o en el congelador, dependiendo de la cantidad y de cuándo se la vaya a tomar.
Puedes darle la leche con una jeringa, pero en este caso lo recomendable es que lo hagas utilizando el método dedo-jeringa. Consiste en introducir el dedo meñique en la boca del bebé al mismo tiempo que la jeringa, para que sepa que tiene que succionar y siga desarrollando este instinto. Así además, se puede administrar la leche poco a poco, cuando notes que succiona. No debes hacerlo nunca sin introducir el dedo ni sin que el bebé succione previamente, para evitar cualquier riesgo de atragantamiento.
Cuando un bebé tiene la nariz taponada o siente molestias en el oído es muy probable que no quiera comer tumbado y esté más cómodo de pie. En ese caso puedes probar a amamantarle utilizando la postura del koala: apoya al bebé sobre tu muslo, con sus piernas abiertas a ambos lados mientras que sujetas su cuello y espalda para que permanezca erguido y puede engancharse al pecho.
Del mismo modo que no hay que abandonar la lactancia cuando el bebé enferma, tampoco hay que hacerlo cuando esto le ocurre a la madre. Solo en casos muy concretos que conlleven tratamientos con medicamentos específicos habría que detener la lactancia, y sería el médico el que informaría de ello.
Lo normal es que si la madre enferma, por algún tipo de virus o contagio, el bebé lo haya hecho con ella, y será precisamente la lactancia la que le ayude a protegerse y a hacer frente a la enfermedad.
Si la madre necesita tomar antibióticos o algún otro tipo de medicamento, no debería preocuparse por que lleguen al bebé a través de la leche, ya que en la mayoría de casos hay medicamentos compatibles con la lactancia, y la cantidad que llega a la leche es mínima.
En conclusión, debemos considerar la lactancia como la mejor forma posible para alimentar al bebé, no solo cuando se encuentra completamente sano, sino de manera especial cuando está enfermo o lo está su madre.