Las comparaciones son odiosas, pero, cuando se dan entre niños, también resultan bastante conflictivos. Cada pequeño es único y tiene sus propias características, habilidades y cualidades, y compararles con otros niños cuando están desarrollando su identidad personal puede complicar el desarrollo de una buena autoestima. Si, además, la persona con la que se les compara es su hermano, la competitividad puede suponer un auténtico problema.
Esta competición se hace más visible a medida que los niños crecen, muchas veces reforzada por los propios padres y profesores. Las notas, las habilidades sociales o el deporte son algunos de los objetos de comparación, y aunque, evidentemente, los padres quieren lo mejor para sus hijos, esta no es la mejor herramienta para motivarle. Al contrario, puede desfavorecer al hijo que sale perdiendo, ya que muestra el modelo de ‘éxito’ al que los padres aspiran, sin tener en cuenta las especificidades de cada niño, y puede resultar muy dañino para su desarrollo.
En su lugar, los especialistas recomiendan educar a los niños en positivo, atendiendo a sus características individuales y animándoles a potenciar sus destrezas y habilidades.
Las consecuencias negativas afectarán, sobre todo, al hermano que resulta desvalorizado en la comparación. En primer lugar, su autoestima saldrá perjudicada. Lo explica la psicóloga Carla Valverde en una entrevista con El País, en la que destaca que “los progenitores pueden caer en el error de destacar cualidades con las que se sienten identificados con un hijo para intentar proyectarlos con sus hermanos”, como el deseo de que su hijo sea activo y le gusten los deportes. Sin embargo, el niño puede mostrar otras aptitudes, como la sensibilidad o los entornos más relajados, y eso puede provocar “la comparación con otros niños del entorno”.
Antes de mantener esa conversación, conviene que, como padres, pensemos en las individualidades de cada uno de los niños, para potenciar sus talentos, habilidades y pasiones. También que llevemos a cabo actividades que refuercen la relación y colaboración entre hermanos, así como normas equitativas y flexibles, según la personalidad de cada hermano. Ahora bien, las exigencias deben ser las mismas para todos, para que no se sientan constantemente comparados.
Es inevitable que, de esa comparación, surjan envidias y celos que fracturen la relación entre ambos hermanos. No parece descabellado que el niño intuya que sus padres prefieren a su hermano porque es mejor que él, lo que hará que se distancie de su igual y, quizás, también de sus progenitores. Al sentirse inferior, se puede volver hostil y apagado, y aunque quizás busque otras áreas en las que mejorar y crecer, no lo hará por su propio interés, sino por superar a su hermano en algo. Una actitud poco saludable que puede generarle muchos problemas a medio y largo plazo, como la distorsión a la hora de medir sus propios logros. Las comparaciones generan una base equivocada sobre las expectativas y la autoexigencia, que puede arrastrar a lo largo del tiempo.
Para evitar estas comparativas, es fundamental identificar, como padres, si tenemos “un ojito derecho” en el que, tal vez, proyectemos nuestros deseos o pasado. Piensa si, cuando hablas de tus hijos, te paras sobre uno en particular, destacando casi exclusivamente sus logros, si disfrutas en particular de la compañía de uno de ellos o si crees que debes estar ‘más’ para uno que para los demás. De ser así, quizás estés comparándole inconscientemente con el resto de sus hermanos, en detrimento de los segundos.
Por ello, lo mejor es educarles reforzando conductas en positivo. Tal y como explica la psicóloga infantil Úrsula Perona en el blog de El Mundo ‘Sapos y Princesas’, una alternativa útil es “motivar a nuestros hijos reforzándoles las conductas cuando estas aparezcan, pero no porque se personalicen en un amigo, compañero o hermano”. Es importante explicitar a los niños que les aceptamos con todas sus virtudes y habilidades a mejorar, incondicionalmente.
Con esa base, el niño podrá trabajar con sus padres; con nuestra atención, seguro que se siente más motivado para pasar por ciertos procesos. Además, es importante que, como padres, seamos capaces de pedir perdón y explicar las actitudes que pueden provocarles dolor. Al final, eres el reflejo y el rol que siguen a la hora de entender el mundo, y la comunicación es una herramienta vital, mucho más útil cuanto antes aprendan a usarla.