En el momento de nacer, ya desde la primera inspiración, el aparato respiratorio se pone en marcha para llevar todo el aire a los pulmones. Eso sí, esta corriente aérea debe reunir una serie de condiciones, como la forma, dirección, velocidad, volumen, temperatura y humidificación. Todas estas funciones se llevan a cabo en las fosas nasales, que serán importantísimas para una correcta respiración del bebé.
Así, serán las encargadas de filtrar el aire de partículas nocivas para impedir que lleguen a los pulmones, acondicionar el aire inspirado a una temperatura adecuada, humidificar el aire inspirado, desempeñar la función olfatoria y, también, proteger de agresiones externas. Eso sí, hasta los seis meses de edad, los bebés no serán capaces de respirar por la boca, debido a la inmadurez de su sistema respiratorio, cuyo desarrollo no se producirá hasta los 13 o los 16 años.
La nariz, en los niños, será especialmente delicada y tendremos que asegurarnos que se mantiene despejada, ya que cualquier obstrucción puede impedir que el pequeño respire correctamente. Así, podrá tener dificultades al dormir o alimentarse. Por otro lado, como ya hemos comentado, en los primeros años de vida, la respiración será fundamentalmente nasal, algo que favorecerá la lactancia, ya que esta respiración se realizará de manera simultánea con la succión y la deglución.
Además, sus fosas nasales serán de un diámetro menor, por lo que la mucosa nasal tendrá pocos vasos sanguíneos y los cilios estarán poco desarrollados. Estos no serán capaces de entibiar, humedecer o filtrar con cierta eficacia el aire respirado. Por tanto, si las fosas nasales no se encuentran despejadas se produce una congestión nasal, que será una obstrucción que se dará cuando los tejidos de la nariz se inflaman. Esto originará una obstrucción que impedirá respirar con facilidad a través de las fosas nasales y que dificulta la eliminación del moco.
Cabe destacar que las causas de la congestión nasal son variadas. Así, podemos encontrarnos con niños que sufren de infecciones en las vías respiratorias altas, como un catarro o gripe. También, puede estar provocada por cambios bruscos de temperatura, ambientes demasiado secos, por la inhalación de sustancias irritantes y contaminación ambiental. En los bebés, esta congestión nasal puede dar lugar a una serie de síntomas, como, por ejemplo, molestia de garganta, lagrimeo excesivo, dificultades para respirar, neumonías, mala tolerancia al esfuerzo y somnolencia.
Además, esta congestión nasal puede interferir en los oídos, dificultar la audición y, también, en el desarrollo del habla. De la misma forma provoca que los cilios pierdan su función protectora. Por tanto, para mantener esa congestión a raya, lo más recomendable será hacer distintos lavados nasales. Esto optimizará el sueño y la alimentación del pequeño y, también, propiciará una buena audición y desarrollo del habla. Hasta, aproximadamente los cinco años, los niños no serán capaces de sonarse la nariz, por lo que los padres serán los encargados de realizar sus lavados nasales.
Este lavado permitirá retirar la mucosidad y liberar de obstrucciones las fosas nasales, humidificar las mucosas, reducir la inflamación, limpiar el polen y el polvo, mejorar la función de los cilios y ayudar a prevenir infecciones. Pero además de los mencionados, también nos podremos encontrar otras formas de aliviar esa congestión nasal en los más pequeños. Lo más recomendable será el drenaje rinofaríngeo retrógrado, que servirá para limpiar la zona nasal más posterior.
También, la técnica del sonado ayudará a que desaparezca esa congestión. Para ello, habrá que presionar una fosa nasal, dejando libre la contraria y repitiendo la técnica en los dos lados. De esta forma, el vaciado será más completo. Además, una buena idea será realizar un drenaje de los senos nasales, para lo que habrá que tumbarse de lado, presionar las fosas nasales y hacer espiraciones nasales rápidas. Además de lo mencionado, también se podrá hacer una humidificación, como vahos o inhalaciones de vapores de agua acompañados de agentes balsámicos.
De la misma forma, también se podrá recurrir a la técnica de aumento del flujo espiratorio, que se utilizará para, cuando al toser, se nota que se mueven las secreciones. Para ello, habrá que sentarse relajadamente, tomando aire por la nariz y soltándolo lentamente por la boca sin presionar los labios. Esto habrá que repetirlo unas 40 veces, intentando toser correctamente. Además, se podrá repetir en varias ocasiones, descansando en cada repetición.