"Mi hijo anda de puntillas": ¿cuándo debo preocuparme y llevarlo a un especialista?

  • Muchos niños, al comenzar a caminar, lo hacen de puntillas sin que esto tenga ninguna consecuencia importante.

  • Pero, en algunas ocasiones, esta forma de andar puede estar asociada a ciertas enfermedades que conviene conocer.

Cuando los niños comienzan a andar es posible que lo hagan de puntillas. Es algo frecuente en los niños, más que en las niñas y, por lo general, es un hábito que desaparece a medida que van creciendo. La edad en la que este comportamiento es más común es entre los 2 y 3 años, y aunque en principio no debería preocuparnos, sí debemos prestar atención por si se trata de un síntoma de cierto tipo de enfermedades.

Lo más habitual es que se trate de la llamada “marcha de puntillas idiopática”, que es de origen desconocido aunque en ocasiones es hereditaria y se produce en los dos pies de modo simétrico. Por lo demás se trata de niños sanos que tienen un desarrollo normal. Siempre se produce de modo simétrico en los dos pies. El andar de puntillas, en estos casos, es más exagerado cuando caminan descalzos por superficies frías, como las baldosas, o con peculiaridades, como la hierba.

En este caso, por lo general, lo que les lleva a andar de puntillas pasados los primeros años es la costumbre, y aunque no es preocupante, sí podemos ayudarles a caminar de manera correcta.

Cómo ayudar a niños con marcha de puntillas idiopática

Aunque lo normal es que esta forma de andar desaparezca por sí sola si no hay ningún otro tipo de complicación, podemos ayudar a nuestro hijo a abandonar esta forma de caminar, y así evitar posibles caídas por desequilibrio o el tensamiento de los músculos de la pierna.

De hecho, podemos empezar a estimular al niño desde antes de que comience el gateo y los primeros pasos con suaves masajes en los pies aprovechando la hora del baño o el cambio de pañal. También se recomienda aprovechar el masaje para hacer pequeños estiramientos en la zona de la pantorrilla, flexionando y estirando el pie con suavidad.

Otra manera sencilla de estimular los pies es permitir que el niño vaya descalzo y que experimente diferentes superficies como la madera, la hierba o la arena.

Por último, pero muy importante, hay que elegir el calzado adecuado para cada edad. Los primeros zapatos de un bebé deben proporcionar firmeza y protección, para darle equilibrio y estabilidad, al tiempo que han de ser suaves y flexibles para adaptarse a sus movimientos.

En cualquier caso, y aunque no revista mayor gravedad, si tu hijo camina de puntillas con frecuencia debes comentárselo a su pediatra para que haga el seguimiento correspondiente.

Otras causas de andar de puntillas

En ocasiones, cuando pasados los dos años el niño sigue caminando de puntillas, esto puede ser un síntoma de que padece alguna enfermedad como distrofia muscular, trastorno del espectro autista, parálisis cerebral o tener el tendón de Aquiles corto.

  • Distrofia muscular: es una enfermedad genética que provoca que las fibras musculares son propensas a dañarse con el paso del tiempo, debilitándose. Los niños que padecen distrofia muscular por lo general comienzan a caminar de forma normal y con el tiempo pasan a caminar de puntillas.
  • Autismo: este trastorno que afecta a la capacidad del niño para comunicarse e interactuar con otras personas, en ocasiones se ha vinculado a caminar de puntillas.
  • Parálisis cerebral: cuando las partes del cerebro que controlan la función muscular se desarrollan de manera anómala por inmadurez pueden producirse trastornos que afectan al tono muscular, a la postura o al movimiento.
  • Tendón de Aquiles corto: se trata de un tendón que conecta la parte posterior de los huesos del talón con la pantorrilla, y cuando es demasiado corto puede impedir que el talón llegue a tocar el suelo al caminar, provocando que el niño camine de puntillas.

¿Qué tratamientos hay?

Tras descartar que las causas no sean de importancia, como ocurre con la marcha de puntillas idiopática, el pediatra hará una valoración del historial clínico del niño y realizará los exámenes físicos pertinentes. Una vez que se establece la patología es cuando se puede iniciar un tratamiento que puede ir desde la fisioterapia hasta la intervención quirúrgica, pasando por la ortopedia o el botox.

La fisioterapia puede ayudar, sobre todo cuando la causa es un tendón de Aquiles corto. Se realizan estiramientos suaves de los músculos de los pies y las piernas que pueden mejorar la marcha del niño. En otras ocasiones habrá que utilizar férulas para inmovilizar las piernas. También colocar yesos bajo la rodilla puede mejorar de manera progresiva la marcha del niño, ampliando la capacidad de este de llevar hacia la espinilla los dedos de los pies.

El botox es otra de las posibilidades y se aplica mediante inyecciones en la musculatura de la pantorrilla para relajarla.

La cirugía está reservada para niños mayores de 5 años en los que no ha funcionado ninguno de los tratamientos anteriores y continúan andando de puntillas. En ella se alargan los tendones o músculos de la parte posterior de la pierna.

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