Con casi 800 mil seguidores en redes sociales, María Fernández-Rubíes puede presumir de ser una de las influencers patrias más conocidas en la actualidad. Admirada por su intachable estilo, desde que en septiembre de 2020 se estrenara en la maternidad con Manu Losada, ya no sólo comparte sus consejos de belleza y moda o sus rutinas ‘fitness’ con su comunidad, sino también sus anécdotas y vivencias como madre de Nico, que muy pronto tendrá que compartir sus juguetes.
Tras semanas de especulaciones sobre un posible embarazo surgidas por sus últimas apariciones públicas -la última, en la boda de Teresa Andrés Gonzalo- y los posados estratégicos con los que disimulaba su estado, María ha confirmado la buena nueva con un vídeo en el que ha recopilado algunas de las fotografías que se tomó en la gestación de su primogénito, finalizando dicha grabación con una ecografía actual realizada en el FIV (Fecundación In Vitro Center de Madrid).
“Baby nº2 loading”, compartía ilusionada la pronta llegada de la cigüeña, emocionando a gran parte de su legión de fans, que escribían rápidamente en este post para transmitir la enhorabuena a la familia, y también a amigos y compañeros de la profesión como Laura Escanes, Paula Ordovás, Teresa Bass, Juan Avellaneda, Meriloves –la actual novia de Dani Martín- o Anita da Costa.
Pese que está pletórica con la familia que está formando junto al odontólogo y asegura que la maternidad le ha permitido valorar lo que es realmente importante, María lo ha pasado fatal en sus dos primeros años como madre de Nico, que “nació con una enfermedad por reflujo” -ERGE oculto o silencioso- que le causaba principio de bronquitis. “Cualquier moco se complicaba. Lo pasamos muy mal porque no sabíamos lo que tenía”, contaba a la revista ¡Hola!
Tras varias someterle a varias pruebas, los médicos descubrieron que tenía "intolerancia a la proteína de vaca y la lactosa", por lo que tuvieron que cambiar su alimentación. Tal y como contaba la creadora de contenido, la leche "le sentaba fatal" y hubo que "desintoxicarle" de todo el tiempo que había estado tomándola. Como consecuencia, el niño lloraba "12 horas de 24 que tiene el día" y se “acostumbró” a dormir con sus padres, que les costó “muchísimo que adquiriera una rutina de sueño” para evitar que estuviese tan “irritable y cansado”. “Nadie se quería quedar con él”, recordaba.