El líquido amniótico es el líquido que rodea el feto dentro del útero durante el embarazo y que está contenido en el saco amniótico o amnios. Este último, el amnios, es el saco cerrado que envuelve y protege al embrión y, luego, al feto. Además, se forma como membrana extraembrionaria. Por su parte, el líquido amniótico es un fluido líquido acuoso, claro y ligeramente amarillo que permiten que las paredes del útero no se ajusten demasiado al feto. También, le proporciona una sustentación hidráulica. El líquido amniótico es producido por la madre hasta las 17 semanas de gestación. Además, el saco amniótico va creciendo con el paso de las semanas y comienza a llenarse, principalmente con agua, dos semanas tras la fertilización.
Cuando ya han pasado diez semanas, el líquido comienza a tener proteínas, carbohidratos, lípidos, fosfolípidos, urea y electrolitos. Todos ellos ayudarán al perfecto desarrollo del feto. Eso sí, en los últimos estadios de la gestación, la mayor parte del líquido amniótico está compuesto de orina fetal.
El líquido amniótico circula constantemente a medida que el bebé se lo traga, lo inhala, lo libera y lo exhala a través de la orina. Este proceso es totalmente normal y no supone ningún riesgo ni para el bebé ni para la madre. El riesgo comenzará cuando en el líquido amniótico haya presencia de meconio, es decir, las conocidas primeras heces del bebé. Así, podrá sufrir el síndrome de aspiración de meconio, un trastorno respiratorio causado por su inhalación que está presente en el líquido amniótico dentro del árbol bronquial.
También, en el líquido amniótico pueden flotar restos de vérnix caseosa o unto sebáceo, que protegen la piel del bebé de los efectos irritantes del líquido amniótico y de la deshidratación. Además, se podrá encontrar restos de lanugo o vellosidades que protegerán el cuerpo del bebé.
Cabe destacar que la cantidad de líquido amniótico será mayor cuando se hayan cumplido las 34 semanas de embarazo, cuando se llega a un promedio de 800 mililitros y serán, aproximadamente, 600 mililitros de líquido amniótico los que rodean al bebé a término, es decir, a las 40 semanas de gestación. En las ecografías que se suceden en la última etapa de embarazo se controla la cantidad de líquido amniótico, por si ha podido haber alguna pérdida.
Cuando se produce el parto, también se puede realizar una amnioscopia: una prueba que se realiza mediante la introducción vaginal de un tubo metálico provisto de una luz que permite iluminar las membranas de la bolsa amniótica. De esta forma se podrá valorar la coloración del líquido, por si hubiera meconio u otros problemas que puedan poner en riesgo la salud del bebé. Eso sí, los resultados no son del todo seguros y lo mejor será realizar solamente la amnioscopia cuando sea un caso de riesgo. Será muy importante observar el color del líquido amniótico cuando se rompe aguas de forma natural; este debe ser de un color claro, ya que si tiene tintes verdosos es que puede estar contaminado con meconio.
Respecto a sus funciones, el líquido amniótico se encarga de ayudar al feto a moverse en el útero, lo cual hará que el crecimiento óseo sea el adecuado. También, provocará el desarrollo adecuado de los pulmones y mantendrá una temperatura ideal alrededor del bebé, protegiéndole, así, de la pérdida de calor. Además, el líquido amniótico protegerá al bebé de lesiones externas al amortiguar los golpes, así como los movimientos repentinos. Por tanto, será extremadamente importante que el líquido esté en buen estado y en cantidad suficiente.
El líquido amniótico podrá salir del saco por una pérdida o fisura de la bolsa amniótica o por la rotura de aguas. Las pérdidas de líquido amniótico se detectan porque se moja la ropa interior con un líquido acuoso que fluye de forma lenta, pero constante. También, puede suceder que después de la amniocentesis se rompa la bolsa, así como en aquellas mujeres que tengan una historia clínica de rotura prematura de la bolsa. La rotura de aguas se producirá cuando el saco amniótico libera su contenido, eso que se conoce como ‘romper aguas’. Cuando esto sucede, que suele ser durante los últimos días de gestación, se le llama ‘ruptura espontánea de las membranas’. Si la ruptura precede al término de parto, se le denomina ‘ruptura prematura de membranas’.
Además, en los últimos estudios, como el realizado por la Universidad Fake Forest y la Universidad de Harvard, se ha llegado a la conclusión que el líquido amniótico está plagado de células madre no embrionarias.